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Una gran aventura

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Pareja paseando

Foto: THINKSTOCK 
Por Emilio López-Barajas Zayas. Catedrático de Universidad
     

La inspiración en la literatura clásica, según Hewitt, llevaba al artista más allá de su inteligencia, hasta alcanzar la cumbre del éxtasis o furor poeticus. Platón, Teócrito, Píndaro y Aristóteles entendieron que el poeta se trasportaba temporalmente al mundo de la verdad y la comprensión divina, y ésta perspectiva era quien les hacía creer.

Por tanto, las invocaciones a las musas y a otros dioses poéticos (Apolo y Dionisio) son auténticas plegarias en busca de la inspiración, para recibir el «aliento de Dios». Los latinos, Virgilio, Ovidio, y especialmente Cicerón, insisten en que la inspiración artística es un regalo de los dioses. La inspiración es también la fuente para los profetas de la revelación. En el cristianismo la inspiración es un regalo del Espíritu Santo (Timoteo, 2), y se concreta en Pentecostés, que según se narra descendió como un «viento poderoso».

¿Hemos sido inspirados por el amor? Desde luego es patente que aquello que se necesita para conseguir la felicidad, no es precisamente una vida cómoda, sino un corazón enamorado. Una felicidad solamente «pensada» no es felicidad; se convierte en una palabra sin significado si la separamos del sentimiento, que es la única forma de experiencia en la que puede ser vivida de modo consciente (Hildebrand, 1997). Por ello, hay que aprender y educar para el amor.

El amor como inspiración

Lo que los griegos llamaban el kairós, el tiempo adecuado, el momento propicio, la ocasión favorable, también vale para el aprendizaje del amor (Comte Sponville, 2001). Sin entrar ahora en una complicada y larga explicación, podríamos afirmar que haber sido inspirados por el amor nos mueve a aprender acerca de su naturaleza, contexto y finalidad (estatuto del amor).

El sentimiento unánime que nos lleva a la búsqueda del amor, es la evidencia que nos permite afirmar que el misterio de la creación y la evolución hunden sus raíces en la inspiración del amor. De tal suerte, como dijo Zubiri, que el amor no sólo sería la inspiración en el principio de nuestro vivir, sino también la luz en el deseado camino, y término de nuestra existencia (télos). Se habla hoy de inteligencia emocional, y se vuelve a poner de actualidad la importancia actual de la alfabetización afectiva.

Haber sido inspirados por el amor hace que nuestra inteligencia sea plástica, dúctil, competente para enseñar a nuestros hijos que la asignatura más importante que tienen que aprobar no es el inglés, ni la lengua, ni las matemáticas, ni la informática, sino la disciplina del amor. Por ello, la formación afectiva es ayuda primaria, oportuna e inmediata para una vida plena, para alcanzar una vida lograda. El reto principal, el desafío primario de los educandos, de cada uno de nosotros es conocer y sentir el amor. El éxito profesional no es lo principal en nuestra vida.

La paradoja de la especie humana, la llamada «especie elegida», es que teniendo tanta carencia física y afectiva al nacer, también tiene una potencia extraordinaria para cumplir y crecer en su desarrollo vital. Pero este crecimiento se hará sin traumas gracias al afecto y el cariño de los demás. Es patente que con la luz de la aurora, inspirados por el Amor, el ser humano, la persona, se abre felizmente al mundo.

El grado mayor o menor de cariño con el que el niño satisface la necesidad de amar y ser amado, desde esos primeros momentos de su existencia, el afecto que recibe en su entorno familiar actúa como marcador positivo o negativo, y en ese mismo grado se favorece o no el despliegue de su vida afectiva y su autoestima para vivir una gran aventura.


El ejercicio diario del amor garantiza a los hijos una personalidad equilibrada y armónica al llegar a la pubertad y la adolescencia.


¿Qué explica que siendo tan necesario el amor, presenciemos continuamente rotundos fracasos, desiertos de amor, sobre todo en las sociedades que llamamos avanzadas? En todo caso afirmamos que: ¡El fracaso de algunos amores no es refutación en su contra! ¿Es la muerte a caso una prueba contra la vida? ¿Es el fracaso una prueba contra la entereza y la valentía? Aún cuando el desamor quite, cuando ello ocurra, parte de las ilusiones de nuestra vida, aparecerá siempre en el horizonte como posibilidad (Comte-Sponville, 2001).

La inteligencia natural nos capacita para demandar e intuir que hemos sido inspirados en el Amor, ya que de modo natural la experiencia de la vida nos lleva hacia la perfección de la belleza, y desde ésta al amor, lo que supone indicios o barruntos que reconocen a Dios.

Cuando el amor humano nos falle, cosa que ocurre con frecuencia dado la contingencia humana, no debemos perder la esperanza y entristecernos porque la vasija de nuestro corazón siempre estará llena, si queremos ir a la fuente, con el amor de Dios.

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