«Tengo novio desde hace tiempo, creo que he encontrado la persona con la que me gustaría casarme. No tengo nada claro si sería bueno tener relaciones sexuales. Necesito hablar con alguien».
Mucha gente joven busca orientación y argumentos que den sentido a su modo de vivir. Vivimos según pensamos.
El tiempo de noviazgo tiene más importancia de la que le estamos dando. Durante éste, se fragua una de las decisiones más serias de la vida.
Debería darnos tiempo a conocer como es el carácter, los gustos, el modo de pensar y las creencias de la otra persona. Hay situaciones que lo favorecen y otras que no. No es cuestión sólo de pasarlo bien.
Una expresión de amor
No es fácil amar de verdad, pero es posible e imprescindible para poder hacer feliz a quien elegimos como compañero. Las relaciones sexuales unen a las personas, cuando son fruto de la expresión del amor.
Amar a otra persona lleva consigo buscar siempre su verdadero bien y ser capaz de transmitirle con nuestra actitud hacia ella que merece la pena que viva, que exista. No por lo que nos da, sino por quién es.
Realmente, lo bueno para una mujer joven es sentirse valorada, apoyada, querida, comprendida y sobre todo tranquila, segura de que el hombre le quiere por ser como es. No todas las mujeres viven la relación con el hombre con esa seguridad.
Les cabe la duda de si la unión sexual les está manteniendo unidos artificialmente, porque les crea cierta dependencia.
Por otra parte, las relaciones humanas -y en ellas incluyo las sexuales- son dinámicas, no estáticas. Conforme va pasando el tiempo, si nos empeñamos, nos querremos más, nos entenderemos mejor, disculparemos con más facilidad porque conoceremos mejor las limitaciones y las sombras de ambos. Pero ¡hace falta que nos demos tiempo!
La unión corporal plena y satisfactoria también necesita calma y la seguridad de que esa unión tiene un sentido mayor que un mero «pasarlo bien».
La relación personal, afectiva, precede a la sexual. Esta no puede ser sino expresión de lo que llevamos dentro: del agradecimiento, de la ternura, de la necesidad de permanecer unidos, de la ilusión por continuar ese amor en otros seres humanos a los que increíblemente podemos traer al mundo.
El cuerpo es el único vehículo que tenemos para transmitir lo que llevamos dentro. Se encoje ante el dolor, se expande de alegría, se retuerce de dolor.
Podemos y debemos expresar el amor, pero debe ser verdadero. Las personas sufren cuando se les prueba durante un tiempo y luego se les abandona como si nada hubiese ocurrido. Como si no tuviese importancia.
Es interesante la comparación con el fuego. Es bueno, necesario, prender fuego en la chimenea, en invierno. Si lo hacemos en verano con 40 grados y en mitad del salón, ni es el lugar, ni es el momento y podemos causar daños. Pero el fuego en sí es bueno.
Mónica de Aysa. Master en matrimonio y sexualidad