Saber exigir es un elemento fundamental en el proceso de formación humana. La exigencia debe plantearse desde el conocimiento de cada persona cobrando conciencia de las capacidades y limitaciones de cada quién. La capacidad de esfuerzo de los niños y el desarrollo de su fuerza de voluntad depende en gran medida de cómo hayan sabido exigir padres y profesores.
Cuestión de esfuerzo
Es necesario además plantear gradualmente los retos que lleven a la persona a ser el propio protagonista de su desarrollo, aunque en el proceso exista una dirección o acompañamiento a cargo de un profesor, amigo o padre de familia; lo ideal es que cada quien vaya ganando en autoconocimiento y autonomía.
Es preciso formar la inteligencia para conocer el bien y educar la voluntad para alcanzarlo.
Conociendo el bien se habrá de plantear acciones concretas en el actuar, que será una lucha constante desde la interioridad. En razón de esto último diremos que la exigencia del día a día va de la mano con el esfuerzo que supone el escalar en las virtudes humanas y que la singularidad de cada quien determina el grado de intensidad de su propia «lucha». La exigencia muchas veces deberá centrarse en pequeños detalles que al ser superados van sumando en la virtud y con ello se logra la autoconfianza que constituye a la vez motor de nuevos y mayores esfuerzos.
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