Siempre me han encantado los refranes, pues uno encuentra mucha sabiduría concentrada en pocas palabras. Son muy curiosos los que hacen referencia al clima, ya que además de acertar, suele haber uno para cada circunstancia.
Hoy estaba pensando en el siguiente refrán: La primavera la sangre altera…, y es cierto que en el final del invierno y principio de la primavera, al pasear por la calle y ver todos los capullos, tan llenos de vida y a punto de explotar, uno siente cómo está a punto de ocurrir algo maravilloso.
Hay una época de la vida en la que los jóvenes sienten esto de un modo especial. No sé si recordaréis la película de ‘Bambi’ cuando, tras pasar el largo invierno, al comenzar la primavera, todos los animales sienten de un modo muy fuerte ese deseo de enamorarse y encontrar a otro. Bambi y sus amigos, al principio, no entienden qué les está pasando a los demás y los «desprecian» asegurando que a ellos eso no les va a ocurrir, hasta que sucumben de un modo inevitable.
El corazón del hombre desea, y ese deseo del corazón que nos hace salir de nosotros mismos en busca de la felicidad, no es algo superficial y fácil, si no que se relacionaba con el destino y sentido de la propia vida, y no es posible sin un amor verdadero. Lo que pasa es que llegar a entender esto, en contadas ocasiones, es un camino largo con muchos tropiezos.
Durante la infancia la mayoría de las necesidades y problemas se solucionaban en casa, pero hay un momento en el que uno siente de un modo irremediable que tiene que salir, y que necesita de los otros. Ese deseo de felicidad que está en el corazón intuye que no es posible sin un encuentro con los otros, y de un modo especial con otro/otra.
Por eso, la adolescencia es el momento en el que surgen las amistades fuertes, las largas conversaciones de teléfono sobre uno mismo y los demás, chatear sin parar… Al mismo tiempo, el miedo a ser rechazado por el grupo lleva a tener comportamientos para ser visto y ser aceptado. El miedo a no gustar lleva a dedicar mucho tiempo a imaginar y soñar cómo será el otro y en este momento se inician las relaciones virtuales, donde uno sólo presenta aquello que puede gustar.
Ese deseo de los otros, del otro, que se siente de un modo muy fuerte en la adolescencia, es muy importante no despreciarlo, sino comprenderlo y hablarlo con nuestros hijos, ya que si no lo cuidamos podría ocurrir como con esos capullos de flor que salen al principio de la primavera, que podrían estropearse con la llegada de una helada inesperada. Hay que llenar de realidad esos sueños que pueblan las cabezas de nuestros hijos. Es muy importante que no pierdan su verdadera referencia y que sepan centrar sus sueños en un proyecto para sus propias vidas.
Entender el amor
Actualmente existe una gran confusión sobre lo que es el amor, parece que cualquier cosa es amor y además que es necesario experimentar mucho para poder llegar a descubrir los misterios del mismo. En ocasiones, en las primeras edades de la adolescencia encontramos chicos y chicas en plena etapa romántica y tan sólo cinco años después estos mismos jóvenes se manifiestan escépticos y con un corazón lleno de heridas…
El otro día, mientras acompañaba a mi hija de diez años a clase de música, me comentaba: «Mamá, en mi clase hay una niña que, fíjate lo que le pasa, le gustan en un año más de diez chicos, ¿no te parece una locura?».
En realidad no es una locura, porque a esta niña realmente no le gusta ninguno, a la vez que le gustan todos. Ella siente ese deseo y no sabe todavía lo que significa. En muchas ocasiones los padres, intentando hacerse los «colegas», dan mucho bombo a este tipo de enamoramientos. Esa niña está descubriendo que su corazón tiene ganas de amar. Es el momento de hablar con ellos y explicarles cómo ese deseo de amor tiene un significado que se irá descubriendo poco a poco y cómo la espera le dará respuestas.
Es importante aprovechar este tipo de preguntas y de situaciones para explicar la belleza del amor, y cómo tienen que aprender a diferenciar entre gustar y querer. Entre sentirse atraídos y enamorarse. Entre tener deseo de enamorarse y ser capaces de amar.
La adolescencia es la edad de irse preparando para poder amar. Es una edad propicia para abrir ventanas y horizontes, para hacerse buenos amigos.
El otro día me puse a podar un arbusto en el jardín, lo hice deprisa y sin saber lo que quería hacer. El resultado fue bastante nefasto, pero me ha servido para reflexionar sobre la importancia de tener un proyecto. Ese deseo de amar de los jóvenes es muy importante no confundirlo con un entretenimiento, sino como algo que forma parte de un proyecto de vida. Por eso, no se puede «jugar» a probar.
Ondina Vélez. Directora del Máster de Educación Afectivo Sexual