Algunos abuelos me comentan su preocupación por la sociedad futura en que van a vivir nuestros nietos…
Observan una sociedad actual en que la aspiración preferente es eliminar toda incomodidad material y que no ofrece ideales de mejora a la juventud. Detectan un debilitamiento de la voluntad en bastantes jóvenes, pues no han sido educados para soportar carencias ni para controlar su deseos, son personalidades débiles.
Mantener la ilusión
A nuestra edad, a los abuelos nos puede parecer que ya nos hemos esforzado bastante y, por ello, hemos alcanzado valiosas metas personales y profesionales. ¿No nos hemos merecido ya un descanso? Esta reflexión es casi seguro acertada en la mayoría de los lectores, pero seguir ayudando a nuestra familia y en especial a nuestros nietos nos exige el no dejarnos llevar por la pasividad y el aburrimiento.
Los abuelos hemos de mantener la ilusión y la esperanza, esforzarnos por sonreír, a pesar de algún posible achaque, ser optimistas y difundir alegría… y ya sabemos que esto no será siempre fácil, pero debemos seguir en la brecha: no nos jubilamos de la vida. Hay que poner voluntad para lograr mantener la felicidad que «no es hacer siempre lo que se quiere, sino querer siempre lo que se hace». (Tolstoi). Nuestro cuerpo se desgasta, pero nuestro hombre interior puede renovarse día a día, disfrutando del presente. Los abuelos sabemos que para el progreso de la civilización es imprescindible nuestra sabiduría: somos el eslabón generacional y debemos transmitir que la voluntad es la base de éxito de una vida, pues es la que hace al hombre capaz de impulsar la conducta y dirigir su esfuerzo hacia objetivos valiosos por los que la vida merece la pena de ser vivida. Nuestra ya larga vida nos ha enseñado que la voluntad se ejerce y se desarrolla cuando uno se exige mucho a sí mismo ante las dificultades de la vida. Hay que poner voluntad para ser feliz. Sin embargo, la voluntad se atrofia cuando sólo se buscan las comodidades, -la ley del mínimo esfuerzo- y no puede esperarse mucha altura moral de quienes se rigen por esta ley.
«A nadie le faltan fuerzas; lo que a muchísimos les falta es voluntad» (Víctor Hugo)
La voluntad es la facultad psicológica que mueve a actuar. Es la energía interior para llevar algo a cabo anticipando sus consecuencias. Poner voluntad supone motivación, ilusión, orden y constancia, pues es una disposición interior que no se doblega ante las dificultades y los imprevistos. Se logra el progreso personal contando con el esfuerzo de aprendizaje que la voluntad propone.
El que tiene voluntad es más libre y lleva su vida hacia donde quiere. Su aspiración final es alcanzar los valores que se ha propuesto.
La voluntad nos propone elegir y ser capaces de renunciar a lo inmediato por lo lejano: es saber aplazar la recompensa próxima para alcanzar bienes más importantes.
Desear y querer
En muchas personas, y sobre todo en la juventud actual, es frecuente la confusión entre el desear y el querer, pues en la práctica aparecen mezclados, aunque en la teoría conviene distinguirlos para actuar correctamente.
«Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad» (Albert Einstein)
Desear es pretender algo afectivamente, vivir con la filosofía del «me apetece», del «no tengo ganas», de «ir a lo fácil», y cuando algo me cuesta lo rechazo. Con estos planteamientos vitales se acaba dependiendo de las sensaciones externas: son los sentimientos los que guían la actuación de un hombre, que se llega a incapacitar para plantearse metas de superación, y se convierte en un caprichoso, en una persona poco madura. Contribuye a este dominio del deseo la actual cultura de la imagen orientada al desarrollo de sensaciones disminuyendo la capacidad reflexiva, suscitando reacciones más o menos instintivas, lo que debilita la voluntad. Los abuelos para ayudar a nuestra familia podemos fomentar la cultura del libro que ayuda a pensar, a tener ideas sobre las cosas y a formar criterios que orientan responsablemente la conducta.
«Sólo el que sabe esperar, es capaz de utilizar la voluntad sin recoger frutos inmediatos» (Enrique Rojas)
Querer es motivarse a una actuación apoyándose en una voluntad firme, con el esfuerzo necesario para lograr aquello que nos mejora; es tener criterios para vivir la propia vida. Así se logra ser un hombre maduro, que alcanza su proyecto de vida, pues sabe que el hombre es el único ser sobre la tierra que escribe su propia historia. El que no sabe lo que quiere no puede ser feliz. El desear y el querer buscan la felicidad; ésta resulta del equilibrio entre lo que quisimos y lo que conseguimos. Es más fácil desear que querer, pues el desear es más superficial e inmediato y el querer es más profundo y lejano.
Educar la voluntad de los nietos
Para ayudar a nuestros nietos a educar su voluntad hay que motivarlos para que se planteen objetivos de mejora, buenos y valiosos. Enseñarles a buscar lo que quieren, ilusionarles con alcanzar esas metas, que sepan dónde van y acompañarlos en este recorrido vital, haciendo atractiva la exigencia para lograr que consideren este esfuerzo como algo positivo y liberador, manteniendo su esperanza pues en ella se apoya la capacidad de volver a empezar, que les engrandece y enrecia. Supondrá pedir a los nietos que se ejerciten en pequeños vencimientos de sus enemigos que son la pereza, la apatía, la comodidad, la falta de visión de su futuro, etc. Y que éstos sepan que cuando aparecen el cansancio y las dificultades deben tener fortaleza para seguir adelante y así lograr lo que es bueno y valioso.
José Manuel Cervera González. Secretario de la Asociación de Abuelas y Abuelos