Una de las principales preguntas que se plantean los padres cuando intentan educar a sus hijos, y educarlos bien, es cómo y cuándo es el momento de iniciar la educación afectivo sexual. En algunas ocasiones, la mayoría esperan que sea el colegio el que inicie este tipo de tema.
A raíz de las clases en 3º de Primaria de Conocimiento del Medio, donde los niños estudian las funciones de los distintos aparatos, los padres más «valientes» se sientan con sus hijos e intentan explicarles que aquello que les ha expuesto su profesor realmente es el modo a través del cual vienen los niños al mundo.
A estos hay que darles la enhorabuena, porque han buscado un momento para sentarse con sus hijos y hablar de la educación sexual, un tema que, aunque resulte difícil, es fundamental. Pero en muchos otros casos, los padres ingenuos comentan de sus hijas/hijos de 10 u 11 años: «No, sí todavía esos temas no le interesan nada, por eso no lo hemos hablado, ya buscaré el momento…». Lo cierto es que ese momento parece que nunca llega.
Hoy quería señalar dos puntos importantes para saber cómo abordar estos temas y por dónde:
1. La educación afectivo-sexual no es un tipo de educación que se refiera sólo a unos conocimientos teóricos que se aprenden en un libro, ni tampoco a unos conocimientos anatómicos o fisiológicos del aparato reproductor, ni tampoco a un conjunto de normas prohibitivas. La educación afectivo-sexual se inicia en el primer momento en que la madre coge a su bebé en brazos y hace referencia a la principal tarea de la vida del hombre: saber amar.
2. Actualmente existe una gran confusión en estos temas. Vivimos un momento en el que existe una sobresaturación de información, donde el erotismo y los falsos amores se confunden con la sexualidad y el amor. Cuando los padres tardan en abordar estas cuestiones, lo más seguro es que otros hayan llegado antes.
Los niños cuando preguntan, no lo hacen ni de la manera que querríamos, ni en el momento que desearíamos. Recuerdo que un día, mientras estaba haciendo la cena, se me acerca una de mis hijas, que tenía entonces 6 años, y me pregunta: «Mamá, ¿qué es la castidad?». Reconozco que me quedé de piedra, pero le respondí entre otras cosas: «Es vivir el amor en plenitud».
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