Los adolescentes no quieren normas, ellos se creen saber lo que quieren, y la autoridad de los padres y profesores, muchas veces, queda lapidada por los aires de libertad que todo joven lleva consigo mismo.
«Largo es el camino de la enseñanza por medio de teorías; breve y eficaz por medio de ejemplos», Séneca.
El ejemplo arrastra. Y todo adolescente -además- busca un modelo en donde proyectarse. La influencia de los medios de comunicación les enseña un tipo de vida fácil, cómoda, donde el éxito se obtiene con facilidad y sin esfuerzo. La libertad de hacer lo que uno quiere y le apetece, parece estar al alcance de cualquiera.
Que sueñen con parecerse a sus ídolos es algo propio de la edad. Es por esto que hay que convencerse que el primer ejemplo debe estar en la propia familia. Debemos inculcarles criterios conforme van creciendo, enseñarles a tener ideas propias, ayudarles a que tengan su propia personalidad.
«La vida humana es un mecanismo de elección, preferencia y postergación. Toda elección es a la vez exclusión», Julián Marías.
La permisividad absoluta acaba corrompiendo a la persona, debilita su voluntad y forja seres débiles y sin personalidad. Luego, la propia vida ya se encargará de demostrar que no todo resulta tan fácil.
La libertad no está reñida con la autoridad y con la disciplina. Los jóvenes deben gozar de libertad, pero actuando con responsabilidad, ya que de otro modo ésta se acaba convirtiendo en libertinaje.
Es por ello que no siempre hay que ceder, y habrá ocasiones en las que habrá que dar una respuesta negativa ante ciertas peticiones. Seguramente, serán estos momentos los que les harán valorar lo que realmente vale la pena, y les ayudará a forjar su carácter a la vez que irán adquiriendo un recto y adecuado criterio.
¿Cuál es nuestra reacción ante los errores de los jóvenes? Como nosotros, ellos también se equivocan. Si ante sus fallos exhibimos de un modo exagerado nuestra autoridad, podemos acabar perdiendo su confianza. Si no sienten que confiamos en ellos, acabarán siendo unos auténticos expertos en la técnica de mentir.
«La libertad, como la vida, sólo la merece quien sabe conquistarla todos los días», J. W. Goethe.
Quieren ser mayores, pero aún no lo son. Quieren ser totalmente libres, pero aún no están en edad de merecer tanta libertad. Quieren prescindir de ataduras, normas y reglas, pero luego no saben cómo hay que caminar por el camino de la vida. Hace falta estar junto a ellos.
Acompañarles por el camino. Empujando a veces, arrastrando otras. Confiar en ellos y que confíen en nosotros. Reír con sus alegrías y llorar con sus penas. Y sobre todo, antes que nada, disfrutar con los hijos.
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