Un alto porcentaje de las parejas que vemos en las consultas se quejan de temas relacionados con el lenguaje: «No hablamos, no hablamos de ciertas cosas, no nos entendemos». Los patrones de conversación son fundamentales. Hablar es un hábito como otro cualquiera, hay que animar a las parejas a adquirirlo cuanto antes. Las conversaciones cambian a la gente.
Las conversaciones que nos interesan son aquellas en las que estamos predispuestos a cambiar algo, a ser algo distintos. Cuando hablamos entre nosotros podemos: conseguir animar a alguien con una visión más positiva de la realidad; o, podemos hundirla en la miseria haciendo un repaso de todo lo que hace mal, lo que nos molesta, lo que echamos de menos y hacer que se sienta incapaz de hacer otra cosa que defenderse o atacar a su vez.
Conversar pensando
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También para hablar hay que pensar: qué queremos conseguir, cómo podemos encontrar el modo de decir las cosas para que no duelan, para que el otro se ilusione con el cambio, se sienta capaz de darlo, sea el momento oportuno y lo que decimos si es duro de escuchar (todo lo negativo cuesta oírlo) lo hagamos de tal modo que la persona sienta que estamos de su lado, que entendemos que reaccione así, pero… nos gustaría o necesitaríamos otra cosa. Eso sería una conversación estimulante.
La conversación es una creación de dos inteligencias que comparten algo, por eso hay que pensar cuando se habla.
Estamos restringiendo mucho la comunicación a los mensajes escritos, los mails, etc. Es un modo práctico de dar un recado o concertar una cita, pero no sustituye la conversación. Están cambiando las relaciones humanas cuando se dice: «He hablado con…» y lo que se ha hecho carece de muchos ingredientes imprescindibles. La palabra es el medio más completo, porque nuestra inteligencia y nuestra sensibilidad son, sobre todo, lingüísticos. Hace falta mirar a la persona, escuchar el tono de voz, ver el gesto, la actitud, la sonrisa. De ese modo se pueden hacer proyectos. Los necesitamos para vivir despiertos, activos y poder elaborar proyectos.
La definición de la depresión es la incapacidad para elaborar proyectos. Hay que acariciar el alma del otro cuando nos comunicamos porque, si no, las personas se cierran como las ostras. Las corazas son fruto de malas experiencias ante la apertura a los demás. Hay personas que son capaces de elevar el ánimo cuando se acercan, que te hacen ver lo positivo que hay en ti, que te animan a tirar para adelante porque confían en que podrás, que te transmiten que vale la pena el esfuerzo. Estar con ellas debe de ser parecido a tomarse una anfetamina. Todos necesitamos poder compartir lo que llevamos dentro. En ocasiones son ilusiones y proyectos, otras veces son sufrimientos o problemas irresolubles, pero siempre necesitamos encontrar con quien compartir la verdad de nuestra vida y eso debería buscarse dentro de la propia pareja, porque nos hemos empeñado en crear unas conversaciones que han hecho posible el entrelazamiento de las personalidades y una de las dos siempre es anfetamínica.
Mónica de Aysa. Master en matrimonio y sexualidad