A los cuatro años aún somos unas criaturas indefensas en comparación a otras especies, incluso a las que están más próximas a nosotros. ¿Por qué nuestra infancia es tan prolongada? Una de las razones por la cual la infancia de los humanos es tan larga en comparación con la de los otros mamíferos es que el desarrollo del cerebro consume tanta energía que demora el desarrollo físico y madurativo de los niños.
El estudio realizado por antropólogos de la Universidad Northwestern, en Estados Unidos, demuestra mediante el estudio con escáneres cerebrales, que el metabolismo humano se ralentiza para concentrar toda su energía en alimentar al cerebro durante su desarrollo.
«Como seres humanos, tenemos mucho que aprender, y el aprendizaje requiere de un cerebro complejo y hambriento de energía» añade Christopher Kuzawa, profesor de Antropología en el Colegio Weinberg de Artes y Ciencias de Northwestern.
El desarrollo del cerebro en los niños
El estudio midió la absorción de glucosa y el volumen del cerebro a diferentes edades. Y así pudieron determinar que, a partir de los cuatro años de edad, el cerebro del niño absorbe el doble de glucosa, la gasolina del cerebro, que un adulto y por eso el crecimiento del resto del cuerpo es más lento y se reduce la actividad física.
¿Cuándo tiene mayor capacidad de aprendizaje el niño?
El estudio demostró que en la etapa comprendida entre los cuatro y los cinco años de edad, el cerebro del niño está en su máximo apogeo y aprende con voracidad todo lo que se le pone por delante.
En esta etapa, el crecimiento corporal disminuye, ya que el cerebro quema el 66 por ciento de la energía que posee el pequeño. Para compensar estas grandes demandas de energía del cerebro, los niños crecen más lento y son menos activos físicamente durante estas edades. Evolucionamos hacia un crecimiento físico más lento para dejar el combustible necesario a nuestro cerebro.
Entre los cuatro y los cinco años es cuando se producen más sinapsis, las conexiones en el cerebro. «También es cuando aprendemos muchas de las cosas que necesitamos saber para ser humanos», concluye Kuzawa.
Noelia de Santiago Monteserín