Como si de una epidemia o una niebla espesa se tratara, en ocasiones los adjetivos que se utilizan para hablar de los adolescentes y de los jóvenes hacen referencia a que están desmotivados, que no se entretienen con nada, o que cada vez necesitan emociones más fuertes para poder sentir algo; como si les faltasen ganas y motivación para hacer las cosas, como si les faltase ese deseo propio del corazón.
Creo que, aunque no se puede generalizar, y sabiendo que en todas las generaciones hay personas de todos los tipos, es interesante analizar el fenómeno de la alteración del deseo, ya que en ocasiones padres y educadores, intentando hacerlo lo mejor posible, sin querer estamos matando la capacidad de desear bien.
Recuerdo en una ocasión un chico adolescente que acudía a mi consulta con un problema serio de obesidad: comía compulsivamente y no era capaz de controlar su deseo de comer. Intentamos elaborar un plan con su familia para ayudarle. El comentario del padre fue muy revelador: «Bueno, bueno, que bastante hambre ya hemos pasado nosotros…». Es posible que este caso nos parezca muy extremo, y pensemos que a nosotros eso no nos ha pasado, pero en ocasiones intentamos que a nuestros hijos «no les falte nada», como si eso fuese lo más importante para ser feliz. Proyectamos nuestros «complejos» y pensamos que si les evitamos cualquier pequeña carencia no tendrán ninguna dificultad. Lo cierto es que para desear necesitamos sentir que algo nos falta. Luchar por conseguir cualquier cosa en ocasiones puede convertirse en una gran tarea que nos hará mucho más felices, más que tenerlo todo a mano. Los padres, a veces, sin darnos cuenta y queriendo darlo todo, estamos matando el deseo y las ganas de trabajar por lo que se quiere.
Alguno habréis leído el libro de ‘Charlie y la fábrica de chocolate’, recomiendo su lectura. Existe un gran contraste entre los niños mimados -a los que sus padres les compran todo y que, por tanto, no valoran nada- y Charlie, que no tenía nada, pero sin embargo, tenía un gran deseo. Lo cierto es que aquellos que lo tenían todo no fueron capaces de contenerse ante las distintas cosas apetecibles que surgen por el camino y finalmente, no llegan a la meta, mientras que Charlie es capaz de esperar hasta el final recibiendo el gran premio.
Dar significado a los deseos
Para padres y educadores comprender la dinámica del deseo es fundamental para una adecuada educación afectiva. Hasta ahora hemos hablado de los pequeños deseos que podemos sentir, pero lo cierto es que esos pequeños deseos si los analizamos nos remiten a la capacidad de deseo innata del corazón humano, que siempre sobrepasa a los deseos… Dar significado y orientar los pequeños deseos cotidianos nos ayudará a interpretar ese gran deseo que todos tenemos en el corazón, y que sabemos que a pesar de todo no se calla…
El deseo tiene en sí mismo una paradoja: no se puede satisfacer, pero no se puede extinguir. Pretender acallar el deseo del corazón saturando nuestros sentidos, sólo nos lleva a la frustración o al hastío.
Existen distintas formas de intentar acallar o negar el deseo del corazón: como las corrientes orientales que predican un Nirvana, donde no se siente ni se padece; o como la obsesión con la consecución inmediata de los deseos, los comportamientos compulsivos con el fin de no tener que esperar nada, compras continuas, consumo de alcohol… Estas dos formas de interpretar el deseo, tan frecuentes por otra parte, pueden conducir a la pasividad y a la falta de compromiso con la vida y con uno mismo, es decir, al camino contrario para poder escuchar verdaderamente el deseo de nuestro corazón. Mientras que, sin embargo, el primer paso para comprender y dar significado al deseo es reconocerlo y entender que ese deseo del corazón nos dice mucho de nosotros mismos.
Las claves necesarias para entender el deseo del corazón son las siguientes:
– Diferenciar entre los pequeños deseos y el gran deseo del corazón, aprender a analizar nuestros deseos.
– Interpretar y dirigir los pequeños deseos, aprender a esperar y dar tiempo a las cosas.
– La libertad es necesaria para poder elegir bien, ser libres significa elegir bien.
– Es inevitable tener que elegir, quien no renuncia no consigue nada.
– El gran deseo del corazón tiene mucho que ver con la felicidad, por eso no se alcanza, sino que es un camino que dura toda la vida.
– Tiene mucho que ver con la plenitud de una vida buena y con el amor.
Si recordamos el cuento del hombre feliz, cuenta la historia de un sultán muy enfermo, al que los sabios dijeron que sólo sanaría si se ponía la camisa de un hombre feliz. Tras mucho buscar sus emisarios no encontraron a ningún hombre que se considerara feliz, hasta que debajo de una palmera encontraron un hombre que sí que era feliz, pero era tan pobre que no tenía camisa. El deseo del corazón del hombre no se acalla con las cosas, nos sobrepasa y va más allá.
Ese deseo del corazón que nos hace salir de nosotros en busca de la felicidad no es algo superficial y fácil, sino que se relaciona con el destino y el sentido de la propia vida, y no es posible sin un amor verdadero.
Ondina Vélez. Directora del Máster de Educación Afectivo Sexual