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Los beneficios de la dieta mediterránea

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Beneficios de la dieta mediterránea
Foto: THINKSTOCK Ampliar foto

Todos sabemos que la dieta mediterránea es la dieta más saludable y, por lo tanto, altamente aconsejable. Pero algunas personas identifican como «mediterránea» su dieta, por el simple hecho de vivir en esta zona geográfica. Esto no es del todo correcto, de hecho podemos afirmar que no todos los habitantes de nuestro país practican esta famosa y beneficiosa forma de alimentación.

La dieta mediterránea, como afirma el Profesor Mataix, es aquella  compuesta por alimentos de consumo habitual en el área mediterránea. Tiene  cierto carácter ancestral y, por tanto, es más fácil de seguir para los individuos mediterráneos que para otros pueblos, ya que es inherente a su forma de vida.

Debemos puntualizar que el área mediterránea constituye un espacio de mestizaje cultural, en la que se  han ido introduciendo alimentos de diferentes culturas. Así tenemos que el tomate, maíz, patata o pimiento, típicos ingredientes de nuestras ensaladas y gran parte de nuestros guisos, son de procedencia americana.

Nuestra famosa paella, tiene como ingrediente fundamental el arroz, de origen asiático al igual que el melocotón y la naranja. No podemos olvidarnos de que las espinacas, alcachofas y berenjenas fueron introducidas en nuestro entorno por los pueblos árabes. Podríamos seguir con una lista interminable de alimentos que han ido llegando a nuestro entorno y que nuestra cultura ha ido incorporando. De hecho,  los únicos alimentos que serían propios del área mediterránea desde tiempos ancestrales son el trigo, la vid y el  olivo.

La paella, famosa en nuestra dieta mediterránea

¿Por qué es tan beneficiosa la dieta mediterránea?

Pero, ¿cuáles serían las características más importantes de la dieta mediterránea? Podríamos resumirlos en cuatro puntos:

1. Elevado consumo de frutas y verduras
2. Elevado consumo de pescado
3. Empleo de aceite de oliva como principal grasa
4. Utilización del proceso culinario de fritura en baño de aceite.

El mecanismo por el cual la dieta mediterránea resulta beneficiosa para prevenir enfermedades cardiovasculares, viene casi totalmente definido por el consumo combinado de los citados grupos de alimentos.

Las frutas y las verduras aportan nutrientes y además  tienen acción antioxidante, como consecuencia de su contenido en vitaminas A, C y E. No podemos olvidar que también son ricos en fibra a causa de las celulosas y las pectinas.

El aceite de oliva aporta grasas monoinsaturadas como el ácido oleico. El pescado, sin embargo, aporta grasas poliinsaturadas como los ácidos grasos n-3.

De forma simple se podría explicar la forma de actuación de cada tipo de nutriente de la siguiente manera: la fibra, presente en frutas y verduras, actúa disminuyendo el colesterol en sangre. Las grasas monoinsaturadas también actúan disminuyendo el colesterol y, las grasas poliinsaturadas n-3, disminuyendo otro factor de riesgo de las enfermedades cardiovasculares que es la trombogénesis.

Dieta mediterránea: la sustitución por otros alimentos

Desafortunadamente, cuando revisamos la última encuesta nacional de salud, observamos que los hábitos alimentarios de la población española se van distanciando del modelo definido para la  dieta mediterránea. Pues bien, lo que se deduce de los datos, es que las bondades de nuestra dieta pueden no ser aprovechadas por las siguientes generaciones. No es fácil concretar la causa que está llevándonos a un progresivo alejamiento de la dieta mediterránea.

1. Sustitución de la fruta. Si bien es cierto que gracias a los cultivos intensivos en invernaderos podemos disponer de fruta fresca durante todo el año, no es menos cierto que su consumo es cada vez más escaso entre la población infantil y juvenil. Este descenso es debido a la sustitución de la fruta, que tradicionalmente fue el postre de las principales comidas, por derivados lácteos y bollería industrial, ambos más fáciles de hacer comer a nuestros niños, pero también menos beneficiosos que la fruta. Prácticamente se podría decir lo mismo para el consumo de los otros tres pilares de la dieta mediterránea: las verduras, el pescado y el aceite de oliva.

2. Colonización gastronómica. Es la que estamos sufriendo por parte de los países anglosajones. Quien tenga hijos pequeños sabrá de lo que estoy hablando. Los niños no quieren zumos de naranja recién exprimida, y sin embargo, toman encantados los zumos que anuncian por la televisión y que sólo contienen un 5% de fruta. Lo mismo se podría decir de las pizzas, hamburguesas, kebabs, etc.

Desde el punto de vista dietético-sanitario, es importante consolidar el modelo alimentario mediterráneo, es preciso la difusión de su concepto y contenido en las edades más tempranas. Es decir, se trata de enseñar al niño a comer bien, a conocer los alimentos en su lugar de origen: la huerta, la granja, el mar. La tarea es difícil y corresponde a padres y profesores, en contra tenemos un bombardeo publicitario constante y la tendencia a comer lo más cómodo posible.

Como en todo proceso educativo el mejor método es el ejemplo, si procuramos que en nuestra casa «se coma sano» estaremos haciendo una inversión importante en la salud de nuestros hijos. No serán precisos grandes cambios, bastará con algunas pautas muy sencillas de seguir y que iremos desarrollando en sucesivos artículos: cuidar el desayuno como una de las principales comidas del día, procurar tomar una fruta a media mañana y tarde, volver a las legumbres semanales, intentar no abusar de las comidas precocinadas, usar el aceite de oliva como grasa culinaria… en definitiva, recuperar la cocina de nuestras abuelas.

Pedro J. Toranzos Carazo. Farmacéutico y Nutricionista

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