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Bajar la guardia

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«Da gusto vivir con una  persona que te acepta como eres. Se puede bajar la guardia, estar  tranquilo. Si ella me quiere así, también puedo quererme yo mismo».

En una relación de amor madura, la aceptación tiende a ser incondicional. Se pueden admitir diferencias en las ideas a cerca de la religión, la política, la economía y no criticarse mutuamente. Pueden aceptarse las limitaciones, la incapacidad o las debilidades, sin erigirse en juez. Esa aceptación es profundamente tranquilizadora. Eso no significa que nos gusten sus defectos, pero en un clima de tranquilidad en la convivencia, de aceptación, se puede luchar contra todas las interferencias. Vivimos llenos de ellas, y lo que es peor, ¡sin identificar!

Una pareja feliz

Foto: THINKSTOCK 

Interfiere en la buena relación un trabajo agotador, que nos lleva a llegar a casa como un trapo. Es obvio que habrá temporadas en las que no quede otro remedio, pero es importante ser honrado y no robar a los nuestros el tiempo que les corresponde. Cuantas veces la gente sale puntual del trabajo porque tiene una comida de amigos. Sin embargo, si sus hijos están en casa con la chica, cinco días de siete, parece que no pasa nada. El móvil que interrumpe la conversación más gustosa o la película más interesante. No pueden ser los de casa los que siempre paguen el pato. Tendrá que haber unas horas en las que no podemos coger el teléfono, porque estar a lo que estamos es darles lo que se merecen. Los múltiples planes con amigos que no permiten ningún tipo de intimidad. Los amigos son un tesoro y un gran consuelo, pero no pueden sustituir la relación entre marido y mujer. La atención desmesurada a los hijos, a todas horas y por encima de las necesidades de la  propia relación conyugal. Las familias de origen que opinan, juzgan e incluso casi deciden por ellos cómo deben de vivir, en qué deben gastar su dinero, dónde deberían veranear, etc. Todas las actitudes que nos llevan a anteponer nuestras necesidades inmediatas y nuestras preferencias a las de nuestra casa.


Centrar la atención en la persona del otro, en sus preocupaciones, en lo que le hace feliz, en lo que le descansa para que la vida sea un poquito más amable


Sabiendo que todo esto nos puede pasar, es más fácil recuperar la capacidad para centrar la atención en la persona del otro, en sus preocupaciones, en lo que le hace feliz, en lo que le descansa para que la vida sea un poquito más amable, para poder vivir en casa bajando la guardia porque, ya se sabe que nos quieren como somos y ya nos ocuparemos nosotros de cambiar todo aquello que molesta o duele, ¡precisamente porque no se nos reprocha!

Mónica de Aysa. Master en matrimonio y sexualidad

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