En plena selva amazónica del sur del Perú, al lado del río Madre de Dios y donde se juntan las fronteras de Perú, Bolivia y Brasil, se encuentra Puerto Maldonado. Un pueblo de unas 300.000 personas, con una riquísima variedad de procedencias.
Allí, el español Padre Ignacio María Doñoro abrió el Hogar Nazaret, una casa de acogida y auxilio para los niños más desprotegidos que, «si no ocurre un milagro», se verá obligado a cerrar por falta de fondos.
Con un poco de dinero de los escasos socios de la Asociación SOS Infancia, el Padre Ignacio María Doñoro abandonó España para fundar Hogar Nazaret. Tienen pocos recursos y ayuda, pero él, junto con dos personas más, atienden todos los días a menores que necesitan su amparo.
Los niños acuden con sueños rotos y familias que los han abandonado; en el Hogar Nazaret encuentran alimento, higiene, educación y asistencia sanitaria, pero sobre todo, el cariño de un hogar.
Ignacio María Doñoro fue durante diez años capellán castrense de las Fuerzas Armadas y de la Guardia Civil en San Sebastián. Tras ello, estuvo como capellán de la Academia de Oficiales de la Guardia Civil en Aranjuez. Este bilbaíno de 49 años, gran conocedor de Latinoamérica, nos cuenta cómo llega a Puerto Maldonado:
«Hace ya casi veinte años mi vida cambió al ver morir niños por desnutrición en las montañas de Panchimalco, en San Salvador. Algunos eran vendidos para tráfico de órganos. He visto niños muy pequeños en Bogotá vagando por las calles, drogándose con pegamento. Pequeños en los semáforos ingiriendo gasolina para luego encenderla en sus bocas y así hacer de reclamo pidiendo unas monedas, niños sometidos a abusos de todo tipo Tras ello, no me quedó otra opción que pedir una excedencia como capellán militar y fundar en 2011 el Hogar Nazaret para vivir pobre entre los pobres«.
A él le gusta afirmar que Hogar Nazaret es «un capricho de Dios, su segundo Nazaret». Asegura que le resulta imposible no ver a Jesús Niño en cada uno de los pequeños que atiende. La situación en la que se encuentran estos niños es, en palabras de Doñoro, de «extrema miseria moral y extrema miseria material. Una sociedad caracterizada por la informalidad, la corrupción, la ilegalidad, la prostitución, el alcoholismo y el abandono de menores».
Además nos explica que allí la estructura familiar tal y como la conocemos, no existe. «Las parejas se van conformando sin un mayor vínculo que el de la convivencia momentánea y por cualquier motivo se deshacen. Madres con hijos de dos, tres o cuatro padres diferentes. En ocasiones, al encontrar la madre una nueva relación, abandona a sus hijos, o bien son víctimas de abusos y maltratos por parte de sus padrastros«.
Diariamente atienden una veintena de niños (ahora mismo 23), que acuden al Hogar en situaciones muy dispares, pero con un denominador común, «son niños que no parecen niños: explotados en la minería ilegal, viviendo solos en las calles, sufriendo los horrores más espeluznantes«.
El primer paso es arreglar su situación legal, inscribirle en el Registro Civil, conseguir su partida de nacimiento y después su DNI. A partir de ahí el niño «ya existe» y no se puede traficar con él.
Hogar Nazaret es un lugar de paso, algo transitorio: hay quienes están meses y los hay que pasan años «El objetivo es buscar algún familiar que nos dé todas las garantías«.
«Mientras ellos son explotados, el mundo mira hacia otro lado: ¿no dormimos tú y yo tranquilos? ¿No comemos a diario, y lo que no nos gusta lo tiramos? ¿Acaso los niños del primer mundo no tienen juguetes sofisticados que desechan en pocos días por aburrimiento?«.
HABLANDO DE DINERO UNA LLAMADA DE AUXILIO
Que para sacar adelante el Hogar Nazaret se necesita dinero, es un dato que no se nos escapa a ninguno. «Cuando llegué a Perú tenía un buen respaldo: la Asociación SOS Infancia que habíamos creado años atrás. Pero como todo, SOS Infancia necesitaba dedicación y mucho tiempo: documentos que formalizar y papeles que tener en regla, que exigían largas colas en juzgados, comisarías y hospitales Todo aquello mientras el tiempo se me consumía cambiando pañales y preparando comidas poco a poco los ingresos de SOS Infancia fueron bajando y bajando«. ¿Y cuánto cuesta mantener el Hogar Nazaret funcionando y atendiendo a todos los niños que lo necesitan? Cerca de 4.000 euros al mes. Sin embargo, la situación real es esta: «si no hay un milagro, tendremos que cerrar el Hogar Nazaret. Los niños no tendrán más remedio que volver a la calle: volverán a ser llevados a la minería como esclavos, o arrastrados a los burdeles como premio para pederastas. Quizás ( ¡ojalá!) este reportaje pueda generar una reacción de misericordia a estos niños. Sé de la crisis en España, son momentos difíciles, pero cuando el mundo se desploma hay que atender a los heridos más graves«.
Nosotros sí creemos en milagros, Padre Ignacio María.
Nº DE CUENTA PARA COLABORAR:
LA CAIXA: 2100-1592-02-0200098501