Envejecer es un proceso que los abuelos hemos de vivir con naturalidad y asumir con serenidad. Conforme vamos cumpliendo años se debilitan nuestras facultades físicas, por lo que deberemos adoptar el estilo de vida más apropiado para ralentizar el lento, pero ineludible, deterioro biológico.
Tendremos que aceptar que nos cansamos más atendiendo a las peticiones de ayuda de los hijos y los nietos, por lo que en algunos momentos, -ojalá sean los menos- les diremos con claridad que no podemos atender a sus requerimientos.
«De pronto ya no saltas de la silla; te levantas, que es una acción distinta» (Katharine Hepburn)
Sin embargo, el desgaste físico, no tiene que suponer una pérdida de la fortaleza moral, de la serenidad, del esfuerzo de la voluntad. Hemos de saber poner más vida a los años, aceptando bien los años que la vida nos pone. Hay que asumir la edad que uno tiene.
«La edad cronológica es la que tiene nuestro cuerpo, la mental depende de nuestros objetivos» (Victoria Cardona)
Hay que poner voluntad para lograr ser feliz. Hay que «quererse más». Cuesta renunciar a la imagen que tenemos de nosotros mismos en épocas pasadas. El hombre exterior se irá desgastando, pero podemos lograr que el interior se renueve día a día si disfrutamos del presente, manteniendo despiertos los sentidos, así como disfrutando de las sensaciones y de los sentimientos. Nos haremos viejos si perdemos el interés y la curiosidad por la vida.
«El secreto de la felicidad no es hacer siempre lo que se quiere sino querer siempre lo que se hace.» (Tolstoi)
Seguro que ya hemos aprendido a animarnos solos, sin necesidad de recibir constantes elogios. El paso del tiempo nos hace apreciar más aquellos valores por los que la vida vale la pena de ser vivida: el amor esponsal y el amor a la familia, la necesidad de ayudar a los demás, la amistad, el tiempo actual al que debemos adaptarnos sin pensar que «siempre» el tiempo pasado fue mejor, etc.
Los abuelos debemos esforzarnos por sonreír más, soportar nuestros ligeros achaques, no ser quejicas, ni «cascarrabias» como medio para lograr la atención afectiva de los demás. Hay que ser optimistas y difundir alegría… y ya sabemos que esto no será fácil en muchos momentos de nuestra vida. Debemos tener ya la madurez suficiente para pasar por alto muchos detalles molestos de la convivencia familiar y conservaremos lo que es esencial para mantener la unidad de nuestra familia extensa.
Si los abuelos nos dejáramos llevar de la pasividad y el aburrimiento podríamos perder la ilusión y la esperanza, y acabaríamos teniendo dificultades para nuestra integración social y con problemas de convivencia.
Cicerón en su libro De Senectute ya nos decía: «El arma mejor adaptada como estrategia para combatir la vejez es el ejercicio de los valores humanos; estos, cultivados a todas las edades, cuando has vivido mucho tiempo e intensamente, producen frutos asombrosos, no sólo porque nunca te abandonan, ni siquiera en la última parte de la vida, por larga que sea, sino también por lo gratísima que resulta la conciencia de una vida bien vivida y el recuerdo de muchos buenos actos».
Los abuelos hemos de darnos a quienes están en nuestro entorno, pues así vivimos la necesidad de ayudar a los demás y nos sentimos útiles. Además, el cariño a nuestros familiares y amigos aumenta nuestras ganas de vivir y es el mejor analgésico. Incrementa nuestra autoestima y nos evita la pesadumbre que nos podría generar el pensar que somos una «carga familiar». Nuestras limitaciones nos deben llevar a aceptar con humildad, que en ocasiones vamos necesitando la ayuda de los demás. El hogar familiar es fuente de longevidad, pues en la familia se nos acepta y valora como somos.
Nunca nos jubilamos de la vida: siempre hemos de tener ilusiones y proyectos, relacionarnos con el entorno, ser personas conocidas y queridas que mantenemos lazos sociales y familiares. Una vida social activa mantiene la juventud interior. Nuestro papel ya no será tanto el hacer como el enseñar a hacer. Mantengamos la conciencia de nuestra valía personal.
Tras años de intenso trabajo hemos alcanzado el merecido descanso y tendremos que adaptarnos a vivir con más tiempo libre, que hemos de aprovechar con sentido positivo, con ilusiones, con proyectos, con nuevas expectativas. Debemos plantearnos ampliar nuestros conocimientos incluso en lo que consideremos que ya sabemos por experiencia.
Hay que estar activos el mayor tiempo posible. Conviene mantener el nivel adecuado de ejercicio físico, el que nos permita nuestro estado de salud. También hay que ejercitar la mente con juegos lúdicos, como los crucigramas, los sudokus y los solitarios.
«La salud psicológica y emocional tiene más beneficios que la salud física, aunque a ésta tampoco tenemos que descuidarla» (Paulino Castells)
Para el progreso de la civilización es imprescindible la sabiduría que aportamos los abuelos, eslabón generacional que transmite los valores tradicionales de nuestra familia, entre otros: la benevolencia, la tolerancia, la participación y, sobre todo, la sabiduría.
En esta sociedad tantas veces desorientada y que ha perdido algunos de los aspectos trascendentes de la vida, los abuelos que hemos alcanzado ya el «doctorado del vivir», debemos ayudar a las nuevas generaciones a encontrar el norte y que así descubran aquellos valores por los que la vida vale la pena de ser vivida.