Una sociedad que no educa la voluntad es una sociedad débil, donde sus individuos están perdiendo libertad. En la vida, hay veces que lo bueno y positivo, es costoso y poco apetitoso a corto plazo.
Así, en la vida de la pareja todo tiene su momento, el galanteo, la conquista, la entrega…, Cuando una persona se deja llevar solo por los sentimientos, termina haciéndose esclavo de ellos.
Los sentimientos tienen su lugar, no lo pueden abarcar todo. Hay personas que presumen de hacerlo todo, cuando se lo pide el corazón. Como si así se fuera más autentico. Las personas que actúan de esa manera, antes o después, terminan sufriendo bastante.
Los sentimientos tienen que ocupar un punto medio entre la inteligencia y la voluntad, para que estas dos potencias, le «echen un ojo» y no terminen haciéndole daño a la persona. Así, por ejemplo, los sentimientos nos pedirían dejar a un hijo dormir hasta que quisiese -pobrecito- sin embargo, la inteligencia nos dice que no es bueno para él y la voluntad actúa – despertándolo- aunque nos cueste hacerlo.
En el terreno del amor, a veces, nos dejamos llevar solo por los sentimientos. Mientras estos duran todo vale, cuando desaparecen, adiós amor. Se puede decir que en el terreno del amor está perdiendo posiciones la inteligencia.
La inteligencia y la voluntad, en ocasiones, se oponen a nuestros sentimientos, y no las dejamos actuar. Es más cómodo dejarse llevar. De esa forma, tenemos una sociedad llena de personas, en muchos casos muy jóvenes, con sus vidas rotas por no haber sido educadas en meter la inteligencia y la voluntad en sus relaciones matrimoniales o de noviazgo.
Y es que el amor siempre tiene que ser inteligente, aunque actuar así implique ir contracorriente.
Con frecuencia se oye decir: Yo quiero totalmente, con el corazón. Como si actuar así fuera algo positivo, cuando en realidad es un síntoma de debilidad y, en muchas ocasiones, un preámbulo de fracaso.
Lo que uno tendría que decir es: Yo quiero, inteligentemente, totalmente con el corazón. Es decir, todo lo que me pueda destruir como persona y nos pueda destruir como pareja, no lo hago. Aunque me lo pida, en ese momento, el corazón.
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