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Adaptar las visitas culturales al interés de los niños

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Somos muy partidarios de aprovechar los días de mal tiempo, esos en los que es imposible salir al aire libre por muy buena voluntad que se le ponga, para ir con los niños de visita cultural. He de reconocer que causa cierta impresión ver a una familia numerosa con niños aún pequeñitos, franquear las puertas de un museo, de un palacio o de una catedral. Pero la experiencia siempre es enriquecedora.

Hace poco me comentaba una amiga que eso lo hacemos porque nuestros niños son muy buenos. No seré yo la que me meta con mis hijos, pero no son especialmente tranquilos. Son simplemente niños. Lo que pasa es que se han acostumbrado a los planes de los días de lluvia. Y nosotros hemos remodelado ligeramente las visitas para hacerlas acordes a su edad y condición.

Este otoñal fin de semana nos acercamos al Monasterio de El Escorial. Me preguntaba un familiar si pudimos admirar el cuadro de no sé qué batalla. Bueno, admirar no es la palabra, posiblemente pasaríamos algo de prisa. Porque uno de los secretos de una buena visita con niños es que tiene que ser suficientemente rápida como para que no caigan en el aburrimiento.

Adaptar las visitas culturales a los niños

Foto: THINKSTOCK

Preparamos la excursión con antelación. Pido a las mayores, que son bastante más duchas en nuevas tecnologías que sus padres, que me ayuden a buscar información en Internet. Curioso: localizan unos tutoriales de Youtube que yo ni habría soñado. Los vemos juntos. Después les contamos la historia del lugar que vamos a visitar y, muy importante, ponemos rostro a los personajes porque para ellos la vida tiene que ir con protagonistas incluidos. Nos fijamos en los detalles que llaman la atención a los niños, como «que Felipe II va vestido con medias de chica».


Conviene que la visita la planteemos con antelación. Si podemos encontrar alguna guía rápida en Internet, es bueno proponer una especie de búsqueda del tesoro en el interior que les permita pasar de sala en sala con algún aliciente.


Y también debemos destacar elementos que se apartan de los itinerarios tradicionales, como el tamaño de las chimeneas o esos antiguos vidrios de las ventanas emplomadas.

La jornada, claro está, debe terminar con una buena comida en familia en el que aceptemos que no se celebra el día de la nutrición y que unas hamburguesas son el complemento perfecto para un castillo. Es curioso descubrir cómo se fijan en su memoria escenas de la visita y cómo relacionan unos espacios con otros, unos cuadros con otros. Ese día, además, caerán rendidos en la cama y quizá, seguramente, soñarán con que son caballeros y princesas de un cuento de hadas.

María Solano Altaba. Directora de la revista Hacer Familia

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