Cuando oímos la palabra conflicto, nuestra mente ya se imagina algo terrible, nos vienen a la cabeza palabras negativas como enfado, perdida, angustia, ira, ansiedad, rabia, etc. Y es que parece que hemos ido aprendiendo que el conflicto es algo malo… ¿y si os dijera que el conflicto en si no es ni bueno ni malo? ¿Depende de nosotros que el conflicto se convierta en algo positivo o negativo?
Pues si, así es, depende de cuál sea nuestra actitud para resolver los conflictos lo que harán que las consecuencias que se deriven de este sean positivas o negativas.
Los conflictos: ¿qué entendemos por conflicto?
Los conflictos no surgen únicamente cuando nos peleamos con otras personas. Cuando mis intereses y los intereses de otra persona son incompatibles, también aparece el conflicto.
El conflicto es un hecho al que nos enfrentamos todos día tras día, forma parte de las relaciones entre las personas, muchas de las decisiones que vamos tomando a lo largo del día influyen en las personas que nos rodean, influyen en nuestros hijos, en amigos, en compañeros de trabajo* y es fácil que surjan los conflictos debido a las diferentes opiniones, expectativas, creencias, valores o deseos que a menudo existen entre las personas.
A lo largo de toda nuestra vida, a través de nuestras familias, de la escuela y de la sociedad en general hemos ido aprendiendo diferentes formas de hacer frente y resolver los conflictos.
Cómo pueden ser los conflictos
Dependiendo de quién esté involucrado en el conflicto, podemos distinguir dos tipos; el conflicto intrapersonal y el conflicto interpersonal.
Hablamos de un conflicto intrapersonal cuando el conflicto es interno, es decir, lo tenemos con nosotros mismos. Estos conflictos surgen de creencias, necesidades o valores contradictorios. Por ejemplo cuando una persona se comporta de un modo opuesto a cómo piensa o siente realmente.
El conflicto interpersonal son los conflictos que tenemos con otras personas. Surge cuanto mis necesidades, ideas, opiniones chocan con las necesidades, ideas y opiniones del otro.
3 actitudes ante los conflictos
1. Actitud agresiva. Algunas personas han aprendido a resolver conflictos a través de una actitud agresiva, con violencia sea ésta física, psíquica o social, en forma de insultos o vacíos sociales. Cuando vemos que una persona, impide o dificulta que consigamos aquello que nos hemos propuesto, la respuesta más frecuente que adoptan estas personas para conseguir su objetivo, es el ataque, intentar conseguir lo que quieren a través de la fuerza, buscan siempre ganar aunque para ello tengan que olvidar los intereses de la otra parte.
Imagina una persona que ha aprendido a resolver los conflictos con una actitud agresiva y que lleva rato esperando para ser atendido, de repente llega una persona y se cola, la respuesta de esta persona sería: «oye que estoy yo delante, ponte a la cola como todos» conseguiría su objetivo (ser atendido primero) pero no está tratando con respeto a la otra persona.
2. Actitud pasiva. Otras personas se enfrentan con una actitud pasiva, evitan el conflicto en lugar de enfrentarse a él, evitan pelear, abandonan sus intereses por las razones que consideren, quizás están cansados de intentarlo, quizás lo dan todo por perdido o no se sienten con fuerzas de enfrentarse en ese momento. Cuando una persona evita el conflicto, se olvida de sus propios intereses, deja de dar importancia a lo que quiere para dar más importancia a los intereses de la otra persona.
En la misma situación anterior, una persona con esta actitud ante el conflicto, no diría nada a la persona, dejaría que se colara… total solo es una persona.
Lo cierto es que, ninguna de estas dos formas que hemos ido aprendiendo para hacer frente a los problemas que nos van apareciendo en nuestro día a día resuelve la situación de forma satisfactoria para ambas partes.
Si usamos la violencia nos olvidamos de la otra parte, nos cerramos en nosotros mismos y dejamos de escuchar, acto imprescindible para poder resolver la situación, además del daño que causamos a los demás y a nosotros mismos, y si lo evitamos nos olvidamos de nosotros mismos, no lo resolvemos, simplemente lo estamos posponiendo y lo más seguro es que el conflicto vuelva a presentarse más adelante.
3. Actitud asertiva. Para poder resolver correctamente lo mejor es hacerles frente, tener una actitud asertiva que nos permita conseguir nuestro objetivo respetando los derechos de la otra persona. Debemos ser capaces de expresar nuestras opiniones y deseos, mostrar nuestros sentimientos y saber escuchar de una manera activa a la persona que tenemos enfrente, entendiendo su punto de vista, sus emociones, sentimientos y pensamientos.
Solo si somos capaces de expresar con respeto nuestra opinión, nuestras necesidades y entendemos las necesidades de los demás, podremos llegar a una solución que no perjudique a ninguna de las partes, que nos permita a cada uno satisfacer nuestras necesidades y con ello poder crecer y mejorar.
Rocío Navarro. Psicóloga. Directora de Psicolari, psicología integral
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