Los abuelos del S.XXI son bien diferentes a los que nos encontrábamos hace años. Son personas activas, independientes y en pleno funcionamiento. Posiblemente, cada vez es más rara la figura de la abuela sentada en un sillón tejiendo, y más común encontrárnosla haciendo Pilates, en una tertulia literaria con sus amigas, chateando con los nietos que viven en el extranjero o disfrutando de un exótico viaje alrededor del mundo con su marido o con sus amigas. Por esto, la relación que se establece con los nietos es más bien de amistad y complicidad, en la que se llenan los días de recuerdos inolvidables.
Transmisores de valores
Los abuelos deben disfrutar de los nietos, olvidando su pretensión educativa y compartiendo con ellos sus experiencias. Es la mirada de ternura más entrañable y desinteresada que puede recibir una persona y esto es un regalo maravilloso. La tarea de educar recae directamente en los padres y a los abuelos como «especialistas de la vida» les corresponde naturalmente transmitir sus conocimientos, experiencias y opiniones desde una postura más relajada. Los niños están deseosos de aprender y a los abuelos les complace ese papel de transmisores de saberes y valores. Esta tarea aporta elementos fundamentales que ayudan a los nietos a construirse a sí mismos, abrirse a los demás, disfrutar de las cosas bien hechas, ser pacientes o saber compartir.
Más tiempo para escucharles
No parece que a los abuelos de hoy les sobren horas muertas en las que no tengan nada que hacer y puedan dedicarse a escuchar sin límite a sus nietos. Lo que sí que es cierto, es que poseen una paz especial que les hace convertirse en excelentes confidentes de sus nietos y, en ocasiones, los cómplices perfectos. El salto de una generación entre ambos les facilita poner distancia y desapasionar las relaciones. Cualquiera que sea la edad de los nietos, el papel de confidente se ejerce a través de la confianza recíproca. Sin embargo, en etapas concretas de la vida, adquiere una dimensión valiosa. Por ejemplo, en la adolescencia de los nietos, el papel de los abuelos reposa también en la facultad de relativizar los problemas. Su experiencia de la vida es una excelente herramienta para conseguirlo.
Lazo de unión en la familia
No cabe duda, que mantener las relaciones familiares en ocasiones requiere un gran esfuerzo por todos. Los abuelos desempeñan aquí un papel vital en la cohesión de la familia. Cuántas veces es el abuelo o la abuela el que asume el papel de «corresponsal» familiar, encargándose de recoger las incidencias de cada uno de los hijos y trasmitirlas a los demás. Así, no se limitan a ser confidentes de los nietos, sino que también son esa persona en la que los hijos pueden descargar sus preocupaciones y alegrías, con la seguridad de no ser juzgados y con la certeza de recibir consejos serenos, que podrán aplicar o no, pero que son ofrecidos desde el amor paternal del que los da. Y cuando los conflictos saltan entre los miembros de una misma familia, a menudo son los abuelos los únicos capaces de mantener esos lazos filiales hasta que amaine el temporal.
Un buen compañero de diversiones
En la relación abuelos-nietos son ambas partes las que salen beneficiadas. A los abuelos les aporta un nuevo sentido a sus vidas, les alegra y rejuvenece. Para los nietos los momentos de encuentro con sus abuelos suelen convertirse en recuerdos felices que rememorarán a lo largo de sus vidas. Días en los que disfrutar de desayunos tardíos, de helados demasiado grandes, de pequeños placeres que se convierten en los mejores recuerdos. Abuelos y nietos tienen que poder disfrutar juntos de ese espacio y ese tiempo de libertad.
Cuando los abuelos viven en otra ciudad
La relación con los abuelos debemos fomentarla a pesar de vivir en ciudades diferentes. Esto supone, en ciertos momentos, un mayor esfuerzo, pero que siempre tendrá su recompensa. Los nietos deben llamar todas las semanas a sus abuelos para contarles sus pequeñas vivencias y reírse juntos. Así, aunque físicamente no les acompañen, les hacen partícipes y cercanos a sus cosas. Los abuelos disfrutarán escuchando las explicaciones de cada uno y sentirán que acompañan en el recorrido de las vidas de sus nietos.
Además, dentro de las posibilidades de cada familia, debe planificarse un viaje a casa de los abuelos, al menos una vez al trimestre, y animar a los abuelos para que vengan a visitarnos de vez en cuando. Y, cuando sea posible, que sean los nietos los que pasen unos días en casa de sus abuelos en los que mantendrán una relación exclusiva entre ellos.