La felicidad, aseguran numerosos estudios científicos, viene determinada en un 50 por ciento por la genética, en un 10 por ciento por las circunstancias externas o el contexto y en un 40 por ciento depende de nosotros, de actividades intencionales y emocionales que nos llevan a ser felices.
Las psicólogas Alejandra Vallejo-Nágera y Silvia Álava, dos de las más reconocidas expertas en psicología infantil, que el British Council School ha reunido en la II Jornada sobre Educación para el Bienestar en la Infancia, reconocen que «los padres podemos aumentar hasta en un 40 por ciento la felicidad de los niños, sin darles precisamente todo lo que nos piden».
El secreto de la felicidad infantil
Ambas expertas coinciden al afirmar que «el secreto reside en educar en valores a los niños, dotándoles de las herramientas emocionales y de las pautas educativas necesarias que les permitan desarrollarse, explorar, superar sus errores, ser autónomos, seguros, capaces y, en definitiva, más felices».
1. Educar en valores. La psicóloga Alejandra Vallejo-Nágera explica que «los valores son los principios básicos de la educación de los hijos: la lealtad, flexibilidad, motivación, empatía, esfuerzo, capacidad de recuperarse tras el fallo, etc. Y, los principales referentes para trasmitir esos valores son precisamente los padres».
Por su parte, la psicóloga Silvia Álava insiste en que «los valores se enseñan con el ejemplo. Los padres los enseñamos con nuestro comportamiento porque los valores son el motor de nuestra conducta. Entre los valores más importantes que se pueden enseñar a los niños destacan la humildad (nadie es más que nadie), el compromiso, la gratitud, la amistad, la paciencia (las cosas no salen siempre a la primera) o la responsabilidad (asumir las consecuencias)».
La relación entre los padres y el colegio también es esencial a la hora de enseñar valores a los niños y ambas psicólogas coinciden en la importancia del papel de los profesores. «Aunque los responsables de inculcar valores son los padres, si además se hace también desde el colegio, será más fácil para los niños», afirma Silvia Álava. En este sentido, la directora del British Council School, Gillian Flaxman, afirma que «desde el colegio queremos promover iniciativas como estas Jornadas para facilitar el apoyo entre el colegio y el hogar, porque ambos compartimos la responsabilidad de que los líderes del mañana sean personas integras. Los niños están en nuestras aulas 15 años, desde los 3 a los 18 y cuando se van, lo hacen con muchos de los valores que les hemos inculcado a través de un amplio programa de actividades».
2. Establecer normas y límites. Los beneficios de establecer normas y límites a los niños en casa son múltiples. Entre ellos destaca que otorgan a los hijos sentimientos de seguridad y protección, que gracias a ellas los niños van creando referentes propios, adquiriendo pautas de lo que es válido y lo que no para conformar su propia escala de valores. También ayudan a lograr una convivencia organizada y a promover el respeto hacia los demás y hacia uno mismo.
La psicóloga Silvia Álava considera que la existencia de normas y límites es otras de las pautas educativas importantes para aumentar la felicidad de los pequeños y añade que «las normas no anulan la personalidad de los niños y sirven para desarrollar su autocontrol. A los padres les obliga a ser congruentes y a establecer consecuencias tanto en positivo, a través del premio, como en negativo, cuando no se hace».
3. Evitar la sobreprotección. Estudios realizados por distintos especialistas demuestran que los niños protegidos y cuidados en exceso no desarrollan adecuadamente sus capacidades ni asumen sus correspondientes responsabilidades por la presencia constante de sus padres. Alejandra Vallejo-Nágera habla de la sobreprotección como uno de los errores más comunes de los padres y asegura que «los niños necesitan resolver por sí mismos tantos problemas como sean posibles, y tan pronto como sea posible». En la misma línea, Silvia Álava advierte que «cuando sobreprotegemos, los niños desarrollan menos competencias emocionales porque su camino es tan fácil que los niños no tienen que hacer ningún esfuerzo. De este modo, les hacemos más inseguros porque siempre van a necesitar un adulto y a la larga se sentirán más infelices».
Marisol Nuevo
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