Como consecuencia de la pandemia, la cultura digital se abre decididamente camino en la vida cotidiana de la gente: en las opciones de ocio, en la cesta de la compra, en las clases de nuestros hijos… El catedrático de Sociología de UNIR, Manuel Herrera, analiza y razona la transformación digital a la que nos enfrentamos.
El mundo digital está en plena transformación. Las empresas más innovadoras se afanan en construir nuevas Apps para relacionarnos con el móvil sin tocar nada. Todo lo que antes hacíamos tocando… ya sea un botón o un papel, ahora con solo acercar el móvil podremos obtenerlo. Así de fácil o de complicado, según se mire. Analizamos este nuevo escenario social con el doctor en Ciencias Políticas y Sociología (con Premio Extraordinario) y Licenciado en Geografía e Historia y Filosofía por la Universidad de Granada, Manuel Herrera.
La irrupción de lo digital en nuestras vidas
P. ¿Cuál es el camino que lleva la transformación digital fruto del confinamiento y la pandemia de coronavirus?
R. Estamos asistiendo a un pleno desembarco de las nuevas tecnologías, que se han convertido en una herramienta imprescindible tanto en nuestros espacios públicos como en nuestros espacios privados para hacer más amigable una etapa cuyo telón de fondo es la vulnerabilidad y la incertidumbre. Si en un pasado muy reciente se pensaba que las nuevas tecnologías eran necesarias, ahora no resulta arriesgado decir que se han convertido en imprescindibles. Esta afirmación de trazos fuertes va desde los acontecimientos anecdóticos de la vida cotidiana, hasta la gestión de más alto nivel tanto en las administraciones públicas como en las empresas. Lentamente vamos a ir caminando hacia una recuperación de lo que fue nuestra normalidad, y en esa recuperación las nuevas tecnologías serán fundamentales para suplir un entramado relacional que, por desgracia, durante un tiempo debemos dar por perdido.
P. ¿Hasta qué punto va a transformar la vida de las familias?
R. La vida de las familias ha cambiado radicalmente a raíz de este confinamiento. Hemos asistido desde una nueva y más intensa distribución de los roles domésticos, hasta un contacto más intenso entre generaciones. En este nuevo escenario las nuevas tecnologías, como toda herramienta, puede tener un uso serio y responsable, o un uso perverso. Por un parte, pueden permitir ayudarnos a encarar preventivamente muchas situaciones de posibles riesgos, así como facilitar el aprendizaje escolar, o disfrutar en familia de actividades de entretenimiento y diversión. Ahora bien, también pueden ser un camino para el desarrollo de escenarios relacionales marcados por el egoísmo y la perversión.
P. ¿Cómo convertir esta transformación en algo positivo?
R. Hace ya algún tiempo, Nobert Elias nos planteaba que el tercer milenio estará marcado por una fragmentación entre lo humano y lo técnico, y que el gran reto será reconducir lo técnico a lo humano. La transformación digital siempre será positiva si viene acompañada de unas grandes dosis de humanidad. Dicho en otros términos, si permite sacar a flote esa sociedad de lo humano que como personas llevamos dentro, en la que cada ser es una historia singular irrepetible.
P. ¿Cómo afectará esta transformación digital a la escuela y a las universidades en las clases y en los exámenes?
R. Atrás quedan aquellos modelos puros presenciales al cien por cien. Se abren paso los modelos mixtos, combinación de lo presencial y lo virtual, que van a suponer una ruptura de los curriculum, de los espacios físicos, de las metodologías de enseñanza y aprendizaje. Estamos asistiendo a la apertura de la caja de Pandora de las relaciones, y con ello la redefinición del rol del profesor, del sentido de los contenidos a impartir o de las competencias a adquirir.
El cambio de época ha llegado al mundo de la educación. La pandemia ha sido un acelerador de todas estas mutaciones.
P. ¿Cómo transformará la vida laboral de muchos trabajadores?
R. El teletrabajo, de ser una opción más, va a pasar a ocupar un lugar privilegiado. Ello en buena medida conlleva el desarrollo tanto de unas nuevas costumbres, como una nueva forma de dirección de los equipos de trabajo. La dimensión tiempo, marcada por la estructuración, se hará más liquida. Por tanto, desde los horarios, hasta las costumbres, pasando por la circulación de la información van a estar sometidas a profundas mutaciones, con las consecuencias correspondientes en nuestra realización personal.
P. ¿Cómo viviremos y desarrollaremos un ocio virtual? ¿En qué lugar quedarán las experiencias?
R. El recuerdo de lo que fue nuestro mundo aún está presente y no ha desaparecido. Creo que muchos aún conservan la esperanza de recuperar un universo que en cuestión de días se disolvió. Ojalá esa esperanza no se pierda y se haga realidad. Dicho esto, el secreto de todo ocio está en compartir, y si antes ese compartir estaba marcado por el contacto físico, a partir de ahora la virtualidad será la herramienta para mantener ese nosotros que siempre está presente en el entretenimiento.
P. Actualmente la brecha digital en la sociedad es cada vez más evidente, ¿qué hacer para coserla adecuadamente?
R. La brecha digital sigue estando ahí, pero se iba reduciendo. Lo que ha puesto de relieve esta pandemia ha sido tanto la conectividad, como la desigual distribución de los dispositivos para la conexión.
Pero sigue existiendo un telón de fondo claro y contundente: el desigual uso de las nuevas tecnologías en función de la posición social.
Nos queda un largo camino que recorrer no sólo para reducir una brecha digital, reducción en la que es clave el papel de unas políticas públicas generosas y comprometidas, también hay que avanzar en una educación en el uso de las nuevas tecnologías para que no se agudicen las desigualdades sociales existentes.
P. ¿Qué iniciativas cree que se deberían llevar a cabo para que la transformación digital no nos deshumanice a nivel social?
R. Hubo un tiempo en que se pretendió impartir una materia que llevaba por nombre Educación para la ciudadanía. La transformación de los modelos familiares y una cierta sobreactuación del Estado estaba detrás de esa iniciativa. Hoy las cosas han cambiado. Nos estamos planteando que lo digital puede deshumanizarnos. Sólo manteniendo el desafío ético en nuestras elecciones no convertiremos la transformación digital en un mundo artificial donde lo humano es una anécdota. La transformación digital tiene que tener, entre sus cometidos, mantener, vigorizar, respaldar ese toque humano que forma parte de nuestra cotidianidad. Permítame un ejemplo. Las nuevas tecnologías pueden ser, y de hecho lo son, un magnífico instrumento para encarar la soledad de miles de personas mayores que han dado lo mejor de sí, en unas nuestras sociedad avanzadas las han olvidado.
P. ¿Cuáles son las consecuencias sociales que traerá esa masiva irrupción tecnológica en la vida de las personas?
R. Necesitaría para responder a esta pregunta años y años de estudio. Ni el mejor gabinete de tendencias sociales podría darle respuesta. Ahora bien, si tengo claro que la vida merece la pena vivirla con dosis de humanidad, y la tecnología no deja de ser una herramienta en seres relacionales que pueden hacer de ella un instrumento maravilloso con el que desarrollar sus potencialidades, o recluirse en la cloaca de sus miserias. Quiero en este momento ser optimista, y las nuevas tecnologías abren toda una serie de posibilidades que basculan entre la libertad y el control social.
Marisol Nuevo Espín
Te puede interesar:
– Aprendizaje online, ¿qué nos aportará este cambio de estilo?
– Trucos para no perder el liderazgo en las reuniones de teletrabajo
– Teletrabajo y conciliación familiar: la oportunidad del coronavirus
– Hélène Colinet: «Hay que pensar en cómo llevar de manera online lo que estamos haciendo en clase»