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El mal ambiente familiar aumenta el riesgo de obesidad infantil

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El malestar psicológico presente en el ambiente familiar y, consecuentemente, en el propio niño desemboca en el desarrollo de una forma de alimentación patológica que incide, de forma clara, en la obesidad infantil o en un índice de masa corporal (IMC) elevado.

Esta es la conclusión a la que ha llegado una investigación, que ha durado 5 años y en la que han participado 220 familias de diferentes escuelas públicas de Madrid. Los niños que han sido evaluados tenían diferentes pesos y edades comprendidas entre los 8 y los 12 años.

Los resultados que revela esta investigación validan el modelo teórico de Erik Hemmingsson, un reconocido experto mundial en obesidad, quien en 2014 estableció 5 etapas encadenadas, en la que cada etapa predice la posterior, produciéndose una relación causa-efecto. El denominador común de todas ellas es que los niños minimizan la inestabilidad emocional causada por el maletar en su entorno familiar con la comida.

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La relación entre el nivel socioeconómico familiar y la obesidad infantil

Obesidad infantil y nivel socioeconómico familiar

Estas son las 5 etapas que relacionan el mal ambiente familiar con el aumento del riesgo de obesidad infantil.

Etapa 1. Las familias con un nivel educativo e ingresos bajos presentan mayor predisposición a padecer malestar psicológico. Cuanto menor es el estatus socioeconómico de la familia, mayores son los síntomas de ansiedad y depresión que se manifiestan en ella.

Etapa 2. Este malestar psicológico genera mal ambiente familiar, dado que, a medida que los síntomas de ansiedad y depresión aumentan, la cohesión familiar y la capacidad de adaptación a los cambios acostumbran a disminuir y, a la vez, se acentúan la desunión en la pareja y la falta de implicación emocional por parte de los padres respecto a sus hijos.

Etapa 3. Los niños que crecen en este tipo de ambiente familiar presentan mayores niveles de malestar psicológico que otros. Los resultados indican que, cuanto peores son las puntuaciones en relación con el ambiente familiar, mayores son los síntomas de ansiedad y depresión de sus miembros, lo que genera en los niños una baja autoestima.

Etapa 4. Para mitigar esta baja autoestima y la tristeza, los niños utilizan la comida como válvula de escape. El malestar psicológico que sienten se relaciona con la pérdida de control a la hora de comer. Pero, además, la sensación de malestar dificulta a los menores ser conscientes de la cantidad de alimentos que ingieren.

Etapa 5. A su vez, la sensación de pérdida de control en la comida se relaciona con un índice de masa corporal más alto en los niños, principal indicador utilizado para diagnosticar la obesidad. Estos cinco puntos conforman un modelo teórico en el que cada etapa predice la siguiente.

Como conclusión, se deben promover nuevas estrategias de control de peso que incluyan factores psicológicos y familiares junto a la alimentación saludable y el ejercicio físico.

Marina Berrio
Asesoramiento: Observatorio Social de «laCaixa»

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