Uno de los grandes problemas cada vez más invisibles y que afectan a más gente de nuestro siglo es la soledad no deseada. A pesar de que vivimos en una sociedad cada vez más hiperconectada, donde la tecnología nos permite estar conectados en todo momento, paradójicamente es la sociedad que más sola se siente. Y así lo recogen la fundación Once y la Fundación AXA en su “Barómetro de la soledad no deseada 2024”, una persona de cada cinco sufre soledad no deseada en España. La soledad se ha convertido en una epidemia, silenciosa, que afecta a millones de personas en todo el mundo.
Esta soledad no deseada es un problema que no solo afecta a la población mayor, sino que es algo que cada vez surgen más personas, indistintamente de su edad. Además de los mayores de 75 años, los jóvenes y mujeres son quienes más tienen probabilidad de sufrirlo. En entornos más rurales los jóvenes tienden a sentirse más solos que los mayores, quienes sufren más soledad en lugares más urbanos.
Cuando se habla de soledad no deseada no solo se está hablando de estar “solo”, sino que además se incluye el vacío emocional relacionado con no tener relaciones significativas, o cuando las conexiones que se tienen no brindan el apoyo y el cariño que necesitamos. Es una sensación de aislamiento, que independientemente de la edad se puede sufrir, y que su impacto va más allá de lo emocional, afectando a la salud física y mental. Las personas que experimentan esta soledad pueden sufrir depresión, ansiedad y otras condiciones psicológicas. A nivel físico, la soledad puede aumentar los problemas cardiovasculares, bajar las defensas del sistema inmunológico o problemas de sueño.
Son diversos los factores que contribuyen a este fenómeno. Principalmente la vida moderna y sus ritmos acelerados, con largos horarios de trabajo, desplazamientos y un estilo de vida que prioriza la productividad sobre las relaciones sociales y el crear relaciones significativas, lo que ha llevado a la desconexión de muchas personas. Las redes sociales, aunque diseñadas para conectar a las personas, han contribuido para reforzar esa sensación de soledad, crear vínculos superficiales no acaban por llenar las demandas emocionales que los individuos tienen.
El impacto de esta soledad no deseada es visible mayormente en los adultos mayores, debido a la pérdida de seres queridos, la falta de movilidad o de contacto con seres queridos pueden llegar a este aislamiento social. Sin embargo también afecta a los jóvenes, que a pesar de tener acceso constante a internet y a redes sociales, pueden sentirse vacíos, incomprendidos o alejados de sus círculos cercanos.
Es fundamental que como sociedad abordemos el problema de la soledad no deseada, con un enfoque incluya tanto acciones individuales como colectivas. El apoyo familiar y social es fundamental, fomentar una mayor conexión con los demás, creando relaciones significativas, apoyando a quienes se sienten aislados. Es crucial también sensibilizar sobre la importancia de la salud emocional, reduciendo el estigma de buscar ayuda profesional. Con un esfuerzo conjunto podremos mitigar este fenómeno y garantizar que todos, independientemente de su edad o situación, se sientan acompañados y parte de una comunidad.
La soledad no deseada es un problema que requiere del esfuerzo conjunto de toda nuestra sociedad. No es solo evitar que se sientan solos, sino construir comunidades empáticas y conectadas, donde sientan que son escuchados y valorados. Así se puede abordar uno de los problemas más urgentes del siglo XXI y construir un mundo más solidario y cercano.