A veces tenemos la tentación de mantener a nuestros hijos en una burbuja que los proteja de los muchos males que hay a nuestro alrededor. Sin embargo, la familia es el lugar más adecuado para que entiendan cómo funciona el mundo, distingan el bien y el mal, aprendan sobre su historia reciente y así eviten cometer los mismos errores en el futuro. En estos días recordamos los atentados del 11S, que cambiaron el rumbo de la geoestrategia. Es un buen momento para ayudarles a contextualizar.
La socialización mediática es un proceso complejo por el que los niños y adolescentes se van introduciendo en el mundo de los adultos por los mensajes que reciben a través de los medios de comunicación, ya sea la publicidad, las series y películas, los programas de televisión, los informativos o las redes sociales. Este proceso se produce siempre porque no es posible, ni deseable, aislar a los hijos del mundo que los rodea. Por eso es fundamental que la familia intervenga en el fenómeno de la socialización mediática para garantizar que se ha comprendido correctamente lo que están recibiendo descontextualizado.
En estos días recordamos el ataque terrorista perpetrado contra distintos objetivos en Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001. Aquel día cambió el curso de la historia en muchos sentidos, tales como la geoestrategia internacional. La fecha se conmemora cada año y los niños y adolescentes no son ajenos a unas imágenes que forman parte de nuestra historia reciente. Si dejamos a nuestros hijos al albur del contenido que reciban en redes sociales, corremos el riesgo de que no entiendan adecuadamente qué pasó, la trascendencia de los acontecimientos, sus causas y consecuencias y cómo evitar que vuelva a suceder.
Hablar con los niños y adolescentes de nuestra historia reciente es un valor añadido en su proceso de formación y maduración. El desarrollo del pensamiento crítico, imprescindible en una época de posverdad en la que están sometidos al influjo constante de la desinformación, requiere que los adultos con criterio ayuden a los menores a comprender una realidad muy compleja. Normalmente, las informaciónes que les llegan, incluso si son correctas, están descontextualizadas porque están destinadas a una audiencia que ya conoce los orígenes del problema.
Además, cuando los conocimientos sobre la actualidad están empezando a asentarse, es muy difícil interpretar lo que ocurre porque hay numerosas lagunas de contenido. Por último, no siempre es sencillo comprender las consecuencias éticas de los hechos, porque en el cerebro de nuestros hijos no disponen de herramientas suficientes para poner en contexto la información que están recibiendo.
En ese camino paulatino hacia el mundo adulto, no podemos conformarnos con la historia remota que les enseñan en los centros educativos. Nuestra labor es explicarles la historia reciente, la de los años que nosotros hemos vivido en persona, no sólo para que conozcan su pasado e interpreten su presente, sino para que tengan herramientas suficientes para comprender lo que pase en adelante y se enfrenten así mejor a su futuro.
Si mantenemos a los hijos demasiado tiempo ajenos a lo que ocurre en el mundo, encerrados en una burbuja de seguridad, corremos el riesgo de no lograr un correcto proceso de socialización mediática, no dotarlos del adecuado pensamiento crítico y que no estén preparados para interpretar la actualidad esa burbuja ficticia se rompa. Explicar lo que ha ocurrido con palabras sencillas y adecuadas a la edad de cada hijo es una garantía de que tendrán la versión que los padres consideren más adecuada de lo sucedido, en lugar de fiarse de cualquier perspectiva que les ha llegado a través de los medios de comunicación sin filtro previo.
María Solano Altaba, directora de Hacer Familia y profesora en la Universidad CEU San Pablo