Lo ideal es retrasar el móvil el máximo posible. Pero si nuestros hijos ya lo tienen, con algunos límites sencillos mejorarán mucho sus rutinas.
Como está demostrado que el abuso de los dispositivos digitales genera fácilmente adicciones comportamentales, si ya lo utilizan, podemos estableces algunas rutinas sencillas que limitan su impacto. A nuestros hijos les vendrán muy bien. A nosotros, también.
Ponemos un “parking para móviles” en la entrada de casa.
Los ratos libres de móviles, todos (nosotros también) tenemos que dejarlos allí y en silencio para no ponernos nerviosos.
Si vamos acostumbrándonos a esta rutina unas horas al día, estaremos cada vez más deshabituados. El algoritmo de nuestras redes acabará por descubrir que no somos tan interesantes.
Establecemos un horario cerrado para el móvil, nada de “barra libre”
De tal hora a tal otra. Ni antes ni después. Mucho mejor que el “barra libre” de móvil cuando acabemos lo que es obligatorio.
Si cedemos a la idea de usar el móvil solo cuando acabemos lo demás a modo de entretenimiento, forzaremos acabar cuanto antes aunque esté mal hecho para poder coger el móvil. Si el tiempo de uso es limitado y concreto acabemos cuando acabemos, no tendremos esa presión.
Por la noche, lejos de la cama para no engancharnos.
Es cuando tenemos menos voluntad, más cansancio y es más fácil caer atrapados sin darnos cuenta. Si lo usamos de despertador, lo dejamos lejos.
Lo del despertador y el libro de lectura han sido los dos grandes reclamos del móvil para tenernos enganchados en el momento más débil de nuestra voluntad así que lo mejor es evitar la tentación.
Lo que podamos hacer sin móvil, mejor en a analógico.
Un despertador, un libro en papel, quedar cara a cara con los amigos… evitamos la multitarea y las interrupciones constantes.
Hay una corriente que explica que el problema de la irrupción de los móviles es el del solucionismo tecnológico. Creemos que nos soluciona algo que en realidad ya están resuelto y acabamos enganchados. Para evitarlo, es mejor volver a las herramientas tradicionales.
Usamos las herramientas de de control de tiempo.
Son una buena ayuda para evitar un uso abusivo y nos permiten saber si empezamos a tener un problema de adicción.
Es verdad que es fácil saltárselas pero, al menos, estarán funcionando como un recordatorio de nuestra conciencia todo el rato.
Cuando estamos juntos en la mesa, nada de móviles.
El móvil se ha convertido en un gran enemigo de la conversación familiar en la mesa donde cada uno va a lo suyo.
El espacio que compartimos como familia tiene que estar libre de móviles por completo para que toda nuestra atención recaiga en las personas que queremos y no la interrumpan los mensajes entrantes.
Quitamos las notificaciones y borramos aplicaciones.
Hacemos una poda de lo que sabemos que nos atrapa. Las apps que generan más ansiedad y son innecesarias o los mensajes que reclaman nuestra atención.
Los fabricantes de móviles y los desarrolladores de apps saben que el mejor recurso que tienen para captar nuestra atención es nuestro miedo a perdernos algo que está pasando. Limitar las notificaciones irá mejorando nuestra capacidad de concentración y nos desintoxicará de ese hábito de mirar el móvil permanentemente.
María Solano Altaba
Directora de Hacer Familia
Profesora Universidad CEU San Pablo