Nuestro reto no es sólo que sean autónomos y se ocupen de sus cosas sino que sean generosos y piensen desinteresadamente en lo que necesitan los que les rodean.
Es lo que más nos cuesta a los padres. Somos capaces de que aprendan a gestionar sus cosas y adquieran autonomía. Pero cuando tratamos de que se preocupen por los demás, que hagan algo por sus hermanos que no les beneficia directamente, que ellos solos se encarguen de una tarea porque son los que más tiempo tienen o que, sencillamente, se adelanten a las necesidades de otros, nos cuesta mucho sacarlos de su egocentrismo.
Nuestro objetivo como padres es lograr que sean generosos y que piensen en los demás porque esa vocación de servicio será la que los convierta en los adultos que queremos que sean. Ese es el paso del pensar en el “yo”, a pensar en el “nosotros”, es decir, tareas que incluyen a cada persona pero son buenas para todos, y al último escalón que supone pensar en el “vosotros”, es decir, tareas que requieren esfuerzo y que no benefician directamente al que las hace, el verdadero sentido de la generosidad.
Su orden personal ayuda a toda la familia
Tienen que interiorizar que su autonomía no es sólo por su bien, sino para colaborar con el conjunto de la casa.
El problema de centrar su autonomía sólo en las cosas que les interesan a ellos (su dormitorio, sus tareas, su ropa, sus juegos, su higiene personal) es que caigan en el error de que sólo deben ocuparse de ellos mismos. Por eso es tan importante que sepamos trasladarles que es autonomía tiene por objetivo que la vida del conjunto sea mejor, porque si ellos ordenan, todo es más fácil para la familia; si ellos se ocupan de sus deberes, los padres no tendrán que estar todo el tiempo al tanto; si preparan su ropa, todo fluirá mejor por la mañana.
Empezamos con tareas domésticas compartidas
No se trata sólo de ocuparse de sus cosas sino de ocuparse de las cosas que son de todos: limpieza de la casa, recoger la mesa, sacar la basura…
Una manera de que piensen en los demás es que algunas de las tareas domésticas que les encomendemos no tengan que ver sólo con lo que les concierne sino también con lo que nos concierne a todos. Esa es una forma de inculcarles el pensar en el “nosotros”. Es importante que les vayamos encomendando tareas desde pequeños.
Servimos antes a los demás que a nosotros
Poco a poco se irán acostumbrando a pensar en el prójimo de manera natural, por ejemplo, en la mesa, si les falta agua, miran antes que todos tengan y si ven que le falta a alguien, la sirven.
Para poder enseñar a nuestros hijos a “descentrarse” y a centrarse en los demás, es fundamental que aprendan a estar atentos a sus necesidades. En este sentido, enseñarles a que se fijen en pequeños detalles, como si a alguien le falta agua o queda poco papel higiénico, es una de las maneras de construir el hábito que los hará más generosos.
Si alguien necesita ayuda extra, ese día se le da
No todos los días todos podemos dar lo mismo. Y tenemos que enseñar a nuestros hijos que hay días en los que tendrán que esforzarse más por alguien y otras veces serán ellos los que reciban más.
En la familia, tenemos que tratar a todos por igual pero de tal manera que tengamos en cuenta la situación de cada uno. Por ejemplo, si pedimos a todos nuestros hijos que hagan una tarea, tendremos que medir los resultados en función de su edad. También habrá ocasiones en las que necesitemos eximir a alguno de sus obligaciones y eso significará que otro trabajará más. Ese es un gran aprendizaje. Después vendrá la ocasión en que el que más dé, más reciba porque lo necesite.
Recuérdales sus talentos para que los pongan al servicio de los demás
Una forma muy sencilla de conseguir que sean generosos con el prójimo es que brillen en aquello que se les da especialmente bien.
Cuando pedimos a nuestros hijos que utilicen esos talentos que tienen, esas virtudes, aquello en lo que son especialmente buenos, para ayudar a los demás, estamos generando en ellos el hábito de pensar en el prójimo. Al mismo tiempo, fortalecemos su autoestima y se dan cuenta de que, ese valor que tienen, adquiere mayor relevancia cuando lo ponen al servicio de los demás.
Enséñales a escuchar lo que preocupa a cada uno
Para desarrollar su empatía y que sean más generosos, tienen que aprender a leer en los demás lo que les hace falta.
La generosidad nace de la voluntad de hacer la vida de los demás más sencilla, pero para eso necesitamos saber qué les hace falta, qué les preocupa y en qué los podemos ayudar. Por eso es tan importante que, desde pequeños, se acostumbren a escuchar y a adelantarse a lo que los demás pueden necesitar de ellos, a ofrecerse para ayudarlos.