No es una mera norma de cortesía, es un hábito que se hace virtud y que realmente transforma nuestra vida y la de los de alrededor.
Nos hace valorar lo que tenemos
Es la manera de decirnos a nosotros mismos que cada cosa que tenemos es un regalo que nos llena y nos hace felices.
Muchas personas caen en el error de dar por hecho lo que ya tienen y dejar de valorarlo. De modo que ya no les satisface. Al contrario, no paran de fijarse en lo que no tienen, lo que les falta y lo que desean, y eso los hace más infelices.
Reconocemos el esfuerzo que hacen los demás
Le estamos diciendo a quienes nos ayudan que somos conscientes de que se preocupan por nosotros.
Ser agradecidos supone valorar lo que los demás hacen, incluso aunque sea su deber o su obligación, y muy en particular cuando no tendrían que ayudarnos. Les estamos trasladando que valoramos todo el esfuerzo que hacen.
Nos sentimos más afortunados
Como lo que recibimos nos parece un regalo y lo decimos en voz alta, cada vez nos sentimos mejor.
No se trata de autoengañarse o de un falso optimismo que borre los problemas, sino de poner en una balanza adecuada todo lo que nos ocurre en la vida para darle el valor necesario a las cosas buenas que a veces no vemos.
Comprendemos que no merecemos todo
Evitamos pensar que tenemos derecho a cualquier cosa y valoramos lo que recibimos.
En el siglo de los “falsos derechos” en el que todos se creen que pueden exigir cualquier cosa, el agradecido es consciente de que, merecido o no, todo lo que tenemos debe ser agradecido porque podríamos no haberlo tenido.
Logramos que los demás se sientan orgullosos
Notan que su esfuerzo es importante para nosotros y se sienten empujados a ser mejores.
Unas gracias al conductor del autobús o al compañero de clase por algo que, para muchas personas, no las merecen, supone una inyección de ánimo al que ha hecho el esfuerzo que seguirá intentando ser mejor cada día.
Generamos un buen ambiente alrededor
Las gracias simplifican la vida de los demás porque es más cómodo interactuar cuando sabemos que el esfuerzo se valora.
Los hogares luminosos y alegres están hechos de pequeños detalles como este que demuestran que somos importantes para el prójimo y que sabemos valorar lo que nos da. Por eso debemos cuidar estas muestras de cortesía que implican tantas virtudes.
Nos volvemos más empáticos
Podemos ponernos en el papel del otro, el que nos ha dado, y sentimos también el valor de que necesita o desea y recibe.
Dar las gracias y recibir las gracias de los demás nos ayuda a entender mejor lo que siente el prójimo, ponernos en su lugar y ser mejores personas porque los comprendemos mejor. La empatía ayuda a que el mundo sea más sencillo.
Entendemos que la vida es un don
La vida es un regalo, desde su origen hasta el final y en todo lo que nos pasa. Descubrirlo es un regalo.
El don de la vida, que para los creyentes es un regalo de Dios, es una experiencia única que nos hace mirar alrededor con otros ojos y valorar mucho más todo lo bueno y lo malo que nos ocurre porque en cada acontecimiento hay algo único que nos transforma.
María SOLANO ALTABA
Directora Hacer Familia
Profesora Universidad CEU San Pablo