En estas semanas recibiremos el boletín de notas del primer trimestre de colegio de nuestros hijos. Detrás de las calificaciones, buenas, malas o regulares, se esconden otros indicadores que los padres debemos saber interpretar. Parte de la buena educación consiste en hacerlos conscientes de la importancia de los estudios y, al mismo tiempo, enseñarles a controlar el estrés que les puede generar.
Cada hijo es un mundo y, cuando nos referimos a las notas, las diferencias se acentúan aún más. Lo que nos sirve con uno, al que hay que perseguir para que estudie, no nos sirve con otro, al que hay que perseguir para que deje de estudiar. Los hay motivados en algunas asignaturas pero pasotas en otras. Algunos van por temporadas. Otros se esfuerzan muchísimo y consiguen resultados que no van acordes con las horas de trabajo. Por eso, cuando llegue estos días el boletín de notas con las calificaciones del colegio o el instituto, tenemos que acertar muy bien con el mensaje para conseguir el mejor refuerzo posible.
Malas notas, poco esfuerzo
Como padres, este es el escenario que requiere de una intervención. Hay una falta de motivación y es fundamental determinar de dónde viene. Porque una lectura precipitada nos puede llevar a pensar que han sido perezosos y no se han esforzado, pero tenemos que determinar cuál es la causa que les ha llevado a esta situación.
Es evidente que hay un problema de falta de motivación, pero el origen de esta situación es clave para saber cómo intervenir. Lo más importante es descartar cualquier problema de fondo que se haya enquistado: sentimientos de soledad o frustración, de acoso, de no encajar en el grupo… También puede deberse a una mala racha en el entorno familiar, como una mudanza, un cambio de colegio, la pérdida de un familiar querido, el divordio de los padres…
Después, hay que comprobar que no haya algún problema de aprendizaje no resuelto que esté provocando la desidia por estudiar porque no consigue avanzar. La mayoría de los centros escolares cuenta con equipos de psicopedagogos que pueden ayudarnos a detectar estas dificultades. Una intervención temprana en problemas como la dislexia o el déficit de atención ayuda a mejorar las perspectivas de estudio.
Por último, nos corresponde valorar si no habrá otro problema que empuje a nuestros hijos a no estudiar, como el uso abusivo de las pantallas, que no sólo dificulte su capacidad de concentración sino que esté marcando su comportamiento como una forma de adicción sin sustancias. También habría que descartar cualquier otro problema similar de adicción con sustancias, como el consumo de porros, cada vez más extendido entre los jóvenes.
Malas notas, mucho esfuerzo
En este escenario, tenemos que cuidar mucho que nuestro hijo no pierda la motivación, porque las cosas no han salido como esperaba, no están acordes a las horas empleadas en trabajar. Hay que indagar dónde está la raíz. Como en el caso anterior, puede tratarse de un problema de aprendizaje no descubierto o tratado de manera inadecuada. Acudir a un especialista nos puede ayudar y nos dará pautas para actuar en casa y gestionar mejor las tareas.
A veces, unos resultados que no se ajustan al esfuerzo realizado son un síntoma de pocas o malas técnicas de estudio. No en todos los centros educativos les explican a los niños y adolescentes cuál es la mejor manera de organizar el material que tienen que aprender. Hay empresas especializadas en ofrecer cursos adaptados a cada etapa educativa que resultan de gran utilidad.
Si pasan mucho tiempo estudiando pero les cunde muy poco, podemos estar ante las consecuencias de la pérdida de capacidad de concentración, tan habitual en los tiempos de las pantallas. No se trata tanto de que estén enganchados o de que tengan un verdadero problema de adicción como de que hayan perdido la habilidad para prestar atención durante largo tiempo al mismo contenido. Para recuperar esta capacidad, hay que entrenarla poco a poco. El uso de pantallas debe quedar restringido y los tiempos de trabajo deben ser concretos y no muy largos, para ir adquiriendo cada vez mejores habilidades.
Notas mejorables con poco esfuerzo
Uno de los grandes retos de los padres es evitar que, siguiendo la corriente dominante, nuestros hijos se conformen con la mediocridad. Es difícil convencer a un niño o a un adolescente de que todo lo que haga hoy es importante para su futuro, porque su futuro está demasiado lejos y no lo visualiza ni es capaz de entender las consecuencias. Habrá que buscar la manera de fomentar la motivación en el estudio, establecer horarios con ratos cortos de concentración, buscar, quizá, una actividad extraescolar que le ayude a tener mejor actitud por las tardes, trabajar el amor por el saber con muchas actividades lúdicas que a la vez entrañan conocimiento, ayudarle a organizar mejor su tiempo y darle mucho apoyo.
Notas mejorables con mucho esfuerzo
No todos tenemos las mismas capacidades. No todos los alumnos pueden sacar notas excelentes. No todas las áreas de conocimiento se nos tienen por qué dar bien. Por eso, cuando ha habido bastante esfuerzo y las notas son mejorables, descartados los problemas de los que ya hemos hablado, tenemos que considerar si nuestros hijos están en las máximas posibilidades de sus talentos. En ese caso, tenemos que felicitarlos por ello y no caer en el error, tan común en estos tiempos, de valorar el éxito personal en función de los resultados académicos. El esfuerzo es mejor consejero para la vida, aunque a veces los resultados no acompañen.
Las correcciones y las acciones de mejora son complicadas en estos casos y los padres tenemos que ser muy sutiles a la hora de plantearlas porque podemos caer en el error de desmotivar a nuestros hijos y que crean que no hemos valorado el esfuerzo que han hecho o no nos parecen suficientes los resultados que han obtenido. Tenemos que evitar los “peros” y sustituirlos por “además”. En lugar de decir “muy bien, pero”, tenemos que fomentar el “muy bien y además el trimestre que viene seguro que mejoras en tal cosa”. Con mucha mano derecha y en el momento preciso.
Buenas notas, mala actitud
Un error muy frecuente en nuestra sociedad es pensar que si los hijos sacan buenas notas, todo lo demás no importa. Es un error grave con nefastas consecuencias en materia educativa. Las notas son importantes, pero sólo son notas. Si nuestros hijos van muy bien en el colegio pero no desarrollan otras virtudes imprescindibles como la generosidad, la empatía, la resiliencia, el orden, la entrega o la amabilidad, sólo estaremos consiguiendo un saco lleno de conocimientos pero escasamente preparado para desenvolverse en sociedad.
Las notas son una medida del desempeño académico que, además, nos hablan de otras virtudes como el orden, la responsabilidad y la fortaleza. Pero no son indicativo de que no haya otros problemas educativos de fondo que, a medida que pasan los años, resultan más difíciles de corregir. Evitemos que centren la atención en los estudios, no premiemos los resultados académicos, que son su obligación, no un medio para obtener una recompensa y resaltemos las mejoras en las virtudes humanas aun a costa de los resultados en el colegio.
Buenas notas, buena actitud
Es el sueño de todo padre, pero no podemos cantar victoria porque entraña algunos riesgos muy extendidos en nuestras sociedades: el hiperperfeccionismo, el escaso control de la ansiedad y la frustración, el nivel de exigencia exagerado, las dificultades para relacionarse con su grupo de iguales, la sustitución de los tiempos de ocio por tiempos de estudio, algunos trastornos de la salud mental como ansiedad, depresión, anorexia o bulimia…
Por supuesto, no siempre que un estudiante tiene buenas notas está abocado a estos problemas, pero tiene más riesgos de sufrirlos, de modo que, aunque celebremos las buenas calificaciones y los animemos a seguir por esa línea, no podemos dejar de estar atentos a estas dificultades que se pueden dar en el camino y que debemos saber encauzar.
María Solano Altaba
directora de Hacer Familia y profesora en la Universidad CEU San Pablo