Celebramos el Día de la mujer en todo el mundo en medio de una politización absoluta del feminismo, dividido en tantos fragmentos que desdibuja la importancia del papel de la mujer. Familia y escuela son la muestra más adecuada del verdadero sentido de la igualdad de la mujer: igual dignidad, libertad para elegir, acompañadas, y no lastradas, por padres, maridos, maestros, hermanos…, igualdad de oportunidades en los estudios y capacidad para tomar decisiones sobre qué quiere ser y cómo quiere organizar su orden de prioridades a lo largo de su vida.
El 8 de marzo celebramos el Día de la mujer. Pero de un tiempo a esta parte, la excesiva polarización ideológica ha provocado la apropiación de esta conmemoración por algunos grupos con perspectivas muy significadas. Ha triunfado la idea de un día de la mujer en lucha contra un hombre opresor que no le deja tener libertad y realizarse en su camino. Pero, para muchos de los que vivimos en familia (por desgracia, no para todos), es inconcebible la idea de defensa de la mujer y su libertad en contra del hombre, como una lucha imposible de resolver. Muy al contrario, en el seno de la familia, la mujer encuentra su propio camino, elige las opciones que considera mejores, adecua su vida a sus preferencias, organiza su orden de prioridades, siempre acompañada de los varones que están a su lado.
Chicos y chicas eligen la carrera que desean
Si pensamos en una niña que hoy esté estudiando, cuesta imaginar que su padre le diga algo como «no estudies ingeniería, que eso es de chicos; piensa mejor en ser enfermera o maestra». Tampoco lo harán sus profesores, ni varones ni mujeres, que están encantados con el excelente rendimiento académico de todos sus estudiantes. Es más, los datos son consistentes en todos los países de nuestro entorno y, durante la etapa de Secundaria y Bachillerato, los resultados suelen ser mejores entre las chicas que entre los chicos, posiblemente por el distinto proceso madurativo del cerebro femenino y del masculino.
Cuando quieran acceder a la universidad, no se van a encontrar con ninguna restricción ni en casa (donde la preocupación no suele tener que ver con el sexo del estudiante sino, sobre todo, con las salidas profesionales de cada titulación) ni en el proceso de admisión, donde se valora el mérito y la capacidad a través de la prueba de selectividad además de cualquier otro sistema como pruebas propias y entrevistas. En ningún centro de educación superior se tiene una preferencia por hombres o por mujeres ni se establece cuota alguna de hombres o de mujeres. No se puede afirmar que hoy la sociedad limite o dirija los estudios de nadie. Cuestión distinta es que las preferencias en libertad de los estudiantes hagan que algunas carreras y algunos empleos sean más elegidos por mujeres que por hombres y viceversa. Pero esta diferencia natural no se produce por presiones del entorno familiar o el educativo, sino por una libre elección en el momento de acceder a la universidad.
Equilibrio entre trabajo y familia
En el seno de los hogares, aquella educación que marcaba mucho las diferencias en las tareas domésticas entre hombres y mujeres se acabó, en la mayoría de ellos, en la generación anterior. Ahora los padres hacen iguales encargos a sus hijos y a sus hijas, que adquieren iguales responsabilidades y desarrollan en el hogar las mismas destrezas y habilidades. Capaces de llevar a cabo cualquier tarea, desarrollarán naturalmente sus propias preferencias, a algunos les gustará mucho cocinar, otros serán muy buenos ordenando y para otros una limpieza perfecta será la prioridad. Esas preferencias no vendrán impuestas por su familia porque nadie habrá dicho como se decía antaño «la mujer a la cocina» o «¿qué hace un hombre en la cocina?» sino que serán preferencias libres y propias de cada persona independientemente de su sexo. Padres y madres habrán acompañado a hijos e hijas en este camino de aprendizaje en el que la vivencia de la igual dignidad de hombres y mujeres se experimenta de forma natural.
En el mundo laboral, los datos nos siguen hablando de una brecha entre hombres y mujeres. Pero hay que tener en cuenta factores muy relevantes. El primero es que si analizamos puestos directivos que suponen una larga experiencia profesional y, por tanto, personas en los últimos compases de su vida laboral, es frecuente que encontremos más hombres que mujeres porque pertenecen a una generación que todavía fue educada con diferencias muy marcadas. En los puestos a los que acceden los jóvenes, no hay diferencia en los salarios de hombres y mujeres ni diferencias en oportunidades que no estén marcadas por los méritos obtenidos. Y en los puestos intermedios, los ocupados por las generaciones que ya han vivido un ambiente de plena libertad en sus hogares, colegios y universidades, hay muchas más mujeres en labores directivas.
Queda la cuestión de los datos que siguen mostrando que hay más mujeres que adaptan sus condiciones laborales al cuidado de la familia: son ellas las que solicitan más excedencias y reducciones de jornada y se percibe una tendencia a no promocionar profesionalmente a puestos de más responsabilidad durante los años de la crianza de los hijos. Pero detrás de esta circunstancia, hay que tener en consideración cuántos de esos casos son impuestos por el entorno (marido, jefes) y cuántos son libremente elegidos por la mujer porque, en ese momento vital, su prioridad está en el cuidado de sus hijos y cuenta con el apoyo de las personas de su entorno (hombres y mujeres: marido, jefes y jefas, abuelos…) para poder ejercer la opción que prefiera.
En todos los supuestos, en la mayoría de las familias, niños y niñas encuentran iguales posibilidades, educación igual, iguales opciones de elegir estudios y carrera profesional. En la etapa de madurez, padres y madres pueden repartir sus tareas de manera diferente, adaptada a la situación de cada familia, y, salvo tristes excepciones, con el apoyo permanente de los hombres de su entorno. Igualdad para elegir y libertad en las preferencias.
María Solano Altaba. Directora de la revista Hacer Familia. Profesora de la Universidad CEU San Pablo
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