Muchos de los países de nuestro entorno están sufriendo graves procesos inflacionistas que se traducen en subidas constantes de precio. Como los salarios no ascienden en igual medida, cae el poder adquisitivo, es decir, se puede comprar menos con el mismo dinero. Todos los bolsillos se ven afectados por esta situación, pero en las familias el problema es más acuciante porque se consume para cuidar de todos los miembros del hogar pero los ingresos se limitan, normalmente, a lo que pueden generar los padres.
La inflación, la subida sostenida de los precios que estamos viviendo en buena parte de Hispanoamérica y en España, se define muchas veces como “el impuesto más injusto”. Es el más injusto porque todos los productos suben de precio sin que se tenga en cuenta el volumen de ingresos de cada persona. Es un impuesto porque, si un producto se vende más caro, el estado se lleva más dinero del porcentaje que aplica a cada producto como Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA).
La inflación es muy complicada de gestionar, como han demostrado las largas crisis económicas de muchos países. Si el dinero vale menos porque el país produce menos, habría que retirar dinero del sistema, dando menos préstamos e hipotecas, para que no haya tanto en circulación. Pero si se dificulta la obtención de créditos, también se dificulta la adquisición de bienes y servicios, con lo cual se corre el riesgo de enfriar demasiado la economía y entrar en una recesión.
La inflación empobrece a las familias
El problema de la inflación es que se deja sentir rápìdamente en el día a día de cada casa y la situación se agrava en las familias, porque la renta per cápita (lo que tiene disponible cada miembro del hogar, trabaje o no) es más baja que la de quienes no tienen hijos y, por tanto, no asumen más gastos que los suyos propios.
Además, la inflación se va agravando a medida que pasa el tiempo porque se abre la brecha entre la subida de precios y la subida de salarios. Lo que se ingresa no experimenta subidas o, si las tiene, son menores que las de lo que se gasta. Por ejemplo, en España, en 2023, los sueldos han subido menos que la inflación, es decir, que la inflación se come todo el aumento del poder adquisitivo.
Además, la subida de precios no ha sido igual en todos los productos y servicios. Los de mayor consumo en los hogares, es decir, la mayoría de los alimentos básicos, son los que más han visto incrementado su precio, de modo que la incidencia en las familias es aún mayor porque el gasto se incrementa proporcionalmente en función del número de miembros de la unidad familiar.
Hay gastos que no dependen del número de personas en la familia, como la hipoteca o el precio de la luz de la bombilla que en un caso iluminará a una sola persona y en otro caso a varias. Pero más personas en el hogar multiplican los consumos de alimentos, agua, electricidad en distintos puntos de la casa, costes de escolarización… De modo que las familias sufren más esa inflación.
María Solano Altaba. Directora de la revista Hacer Familia. Profesora de la Universidad CEU San Pablo
Te puede interesar:
– Natalia de Santiago: «Para llegar a fin de mes, el mejor aliado es el presupuesto»
– Por qué las familias numerosas no quieren ser ‘familias con necesidades especiales para la crianza’
– Educación financiera: tu relación con el dinero según tu edad
– 5 consejos para que los niños aprendan a ahorrar y a valorar el dinero