En la sociedad actual, se espera que las mujeres se adhieran a una serie de normas y expectativas sociales que dictan cómo deben comportarse, interactuar y perseguir sus metas. Una de las manifestaciones más sutiles e impactantes de esta necesidad de complacer a todo el mundo es lo que se conoce como el «Síndrome de la Buena Chica».
Este fenómeno describe un patrón de comportamiento por el que las mujeres han interiorizado la necesidad de ser complacientes, sacrificarse y ser perfectas en todos los aspectos de sus vidas, a menudo a costa de su propia salud emocional y bienestar.
¿Cuál es el origen del síndrome de la buena chica?
El síndrome de la buena chica hunde sus raíces en las expectativas culturales de género que históricamente han perpetuado roles y comportamientos específicos para las mujeres. Muchas niñas han sido educadas para ser amables, obedientes, complacientes y no causar problemas. Se les ha enseñado a priorizar las necesidades de los demás sobre las suyas propias y a reprimir sus propias emociones y deseos para mantener la armonía social.
Este comportamiento está presente en diversos ámbitos, como la familia, el colegio, los medios de comunicación y la religión, entre otros. Las mujeres que se ajustan a este molde son recompensadas con elogios y aprobación social, mientras que aquellas que desafían estas normas pueden enfrentarse a la crítica, la marginación y la culpa.
Pero como dice la psicóloga Marta Martínez Novoa en su libro El síndrome de la buena chica (Zenith), «en principio, ser buena no tiene nada de malo, pero puede convertirse en un problema cuando esa bondad se traduce en dificultades para poner límites, afrontar conflictos y defender tus valores; en definitiva, para ser quien tú eres y no lo que quieren los demás».
5 características del síndrome de la buena chica
Existen varias manifestaciones que pueden ponernos sobre la pista de si padecemos el síndrome de la buena chica. Según manifiesta Marta Martínez Novoa «si tienes la sensación de ser siempre la última de tu lista, si te cuesta tomar decisiones por lo que puedan pensar los demás, si te obligas a seguir en relaciones que no te aportan porque no quieres hacer daño… seguramente padeces el síndrome de la buena chica».
No obstante, éstas son algunas características propias de este síndrome de la chica buena:
1. Perfeccionismo. Las mujeres afectadas por el síndrome de la buena chica sienten una presión constante para ser perfectas en todos los aspectos de sus vidas, ya sea en el trabajo, en las relaciones personales o en su apariencia física.
2. Evitación del conflicto. Tienden a evitar el conflicto a toda costa, prefiriendo mantener la paz y la armonía incluso a expensas de sus propias necesidades y deseos.
3. Auto-sacrificio. Se sienten obligadas a sacrificar sus propias necesidades y deseos para satisfacer las demandas de los demás, a menudo descuidando su bienestar emocional y físico en el proceso.
4. Búsqueda de aprobación externa. Buscan constantemente la aprobación y validación de los demás, basando su autoestima en la manera en que son percibidas por los demás.
5. Dificultad para establecer límites. Les resulta difícil establecer límites saludables en sus relaciones, y esto las hace más susceptibles a la manipulación y al abuso emocional.
El síndrome de la buena chica puede tener efectos perjudiciales en la salud mental y emocional de las mujeres que lo experimentan. El constante esfuerzo por cumplir con las expectativas externas puede generar sentimientos de ansiedad, depresión, baja autoestima, estrés crónico y agotamiento emocional.
Además, en la práctica puede limitar las oportunidades de las mujeres para alcanzar su pleno potencial, ya que se ven frenadas por el miedo al fracaso, la falta de confianza en sí mismas y la incapacidad para priorizar sus propias metas y aspiraciones.
¿Cómo superar el síndrome de la buena chica?
Romper con el síndrome de la buena chica requiere un proceso de autoconciencia, autocuidado y cambio de paradigma. Según la psicóloga Marta Martínez Novoa, superarlo es un proceso que pasa por tres fases. La primera parte que consiste en aterrizar en ti: «el motivo de fondo de todo esto -explica- es que no estás conectada contigo misma, por lo que los demás tampoco pueden establecer esta conexión, es lo que se llama profecía autocumplida». Esto puede implicar aprender a establecer límites saludables, practicar la auto-compasión, desafiar las expectativas sociales de género y buscar apoyo terapéutico cuando sea necesario.
La segunda parte consiste en entender tu pasado. ¿Por qué? Como explica la psicóloga Martínez Novoa, «es muy probable que detrás de todas esas reacciones intensas a determinadas situaciones, que pueden ser cotidianas, esté tu sistema límbico tratando de protegerte de alguna herida de tu infancia de la que quizás no eres del todo consciente. En este proceso es muy importante la amígdala, porque el fenómeno principal es lo que el psicólogo Daniel Goleeman denominó «secuestro amigdalar o emocional», es ecir, la amígdala se activa frente a una situación que reconoce como muy amenazante y secuestra o paraliza todas las áreas implicadas en el procesamiento racional para protegernos mediante respuestas viscerales».
La tercera y última parte consiste en descifrar tu presente. «Uno de los principales motivos es esta tendencia a desoir sus propias necesidades para que los demás sigan diciendo «pero ¡qué buena es esta chica!». Desgraciadamente, esta percepción de incapacidad para tomar tus propias decisiones, unida a no llevar las riendas de tu vida y a otros factores de riesgo como la sobreexigencia o abandono emocional en la infancia, el perfeccionismo y la autoexigencia o la rigidez mental, puede desembocar en problemas de salud mental».
Es fundamental que la sociedad en su conjunto reconozca y desafíe las normas de género restrictivas que hacen que se perpetúe el síndrome de la buena chica, fomentando en su lugar la autonomía, la autenticidad y el respeto por la diversidad de experiencias y expresiones femeninas.
Liberarse del síndrome de la buena chica no solo beneficia a las mujeres individualmente, sino que también contribuye a la creación de una sociedad más equitativa e inclusiva para todos.
Marisol Nuevo Espín
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