Cuando llegan las Navidades sabemos que los Reyes traerán algún que otro juguete. Por eso es importante tener claro cuáles son los más adecuados para cada edad y aquellos que les ayudan a desarrollar todos sus sentidos de acuerdo a la etapa de desarrollo de los niños.
Mediante el juguete, instrumento del juego, el niño establece una relación lúdica con todo ello. Aprende a expresar sus sentimientos y a compartir con los demás; averigua curioso la utilidad de los aparatos y los nombres de los animales; se siente importante vestido de médico y comprende lo frágil que es el regalo de la vida. En definitiva, a través del juego, el niño ensayará esa vida futura que, incipiente, se extiende ante él.
Juguetes que despiertan los sentidos por edades
Hasta los 10 meses
Los juguetes sirven básicamente para una función mimética. Su aprendizaje se basa en esta etapa, en un sentido innato de destrucción y construcción de los objetos que le rodean. Busca juguetes que le ayuden a desarrollar sus sentidos: estimulación visual, auditiva, del tacto y el olfato.
– Animales de caucho, que se pueden tirar fuera de la cuna o que se pueden utilizar para jugar a la desaparición y reaparición.
– Pelotas de trapo, cubos de colores, etc., que son de utilidad para acercar al niño a las principales propiedades físicas: forma, color y sonido.
– Cubos para vaciar y rellenar.
– Bobinas para enrollar.
– Peluches suaves para estrujar y apretar.
– Móviles para la cuna.
– Juguetes con sonidos de animales.
2 años
A los 21 meses tu hijo adquiere plena consciencia de la función simbólica del juguete. Y, pasados los dos años y medio necesita añadir su propio toque personal, es decir, su dosis de imaginación.
Utiliza su imaginación no solo como medio de identificación de objetos o animales, sino también para idear situaciones originales en las que los protagonistas son los juguetes, el amiguito o adulto con el que está compartiendo sus juegos y él mismo. Recuerda que a los dos años tu hijo está en el período sensitivo que le capacita para andar, hablar, discriminar sonidos y empezar a ordenar.
– Elementos de arrastre: coches, carretillas, trenes o carritos de madera.
– Juegos de construcción sencillos o de piezas para encajar.
– Moldes para manosear a su antojo la arena del parque infantil o de la playa.
– Animales de madera o plástico.
– Pueblos a escala sencillos y con elementos separados.
– Piezas de colores de materiales flexibles para crear figuras diversas.
– Correpasillos.
De 3 a 6 años
El niño vive su segunda infancia, comienza a interesarse por los juguetes que estimulan la destreza, que fomentan su actividad y que favorecen su espíritu creador permitiéndole hacer cosas. La primera consecuencia de esta autoafirmación es la sensación, desde el exterior, de un cierto encerramiento por parte del niño. Paradójicamente, se inicia la comunicación con los demás mediante el dibujo, la palabra, la música y la escritura. Sus juguetes deben favorecer su desarrollo físico, intelectual y las relaciones con los niños y adultos que le rodean.
Se encuentra en el período sensitivo que le capacita para el equilibrio, la escritura, los idiomas y descubrir el juego simbólico.
– Bolos, el salto de cuerda, el juego a la pelota.
– Juguetes desmontables, muñecas para vestir, equipos de enfermera o médico.
– Trenes eléctricos, casas desmontables, mecanos o juegos de mesa sencillos.
– Juguetes imitativos de oficios.
– Juegos de actividades cotidianas: coser, planchar, cocinar, lavar y hacer la compra. Las cocinitas de colores, alimentos de plástico que solo cuestan dinero de mentira, pero permiten darse cuenta del valor de las cosas; la caja registradora le enseñará a contar y manejar las monedas; o, la maquinita de coser, que le ayudará a diseñar vestidos para todos sus muñecos.
– Juguetes de simulación o imitación: trenes y vehículos a escala, animales, deportes, instrumentos musicales y muchos otros.
A partir de los 6 años
La tercera infancia se desarrolla entre la acción y la inquietud. A partir de los seis años el niño se siente atraído por cualquier juguete que implique movimiento.
En el terreno motriz aparece una incipiente pasión hacia el deporte y el sentido de la competición. Los movimientos son cada vez más seguros y el control de su propio espacio es cada vez más preciso. Los juegos de movimiento se convierten ahora, junto con los educativos, en las actividades más importantes del desarrollo tanto físico como psíquico del niño.
Comienza a interesarse más por el juego en compañía. Es en este momento cuando hay que ofrecerle juegos y actividades que pueda disfrutar con otros niños.
– Juego de canicas, zancos, bolos, patines, bicicletas.
– Juegos de construcción, de bricolaje, los experimentos y los juegos de habilidad.
– Juegos que fomentan su creatividad: rotuladores, tizas y pasteles. El recorte: tijeras de puntas redondeadas y papeles de colores. La pintura: brochas gordas, acuarelas y caballetes. El moldeado con plastilina y los mosaicos.
– Bicicletas, triciclos y patinetes.
– Las motos y los coches.
– Los juguetes de puntería, los columpios, los bolos, las piezas de encaje, los juegos de atornillar y las construcciones.
Juguetes educativos
Poco a poco surgirá en el pequeño la afición hacia los juegos sedentarios, que tanto contribuyen al desarrollo de la inteligencia, de la capacidad de relación y de la integración: parchís, dominó, oca, damas, cartas o lotería.
Los juguetes educativos se dividen en tres categorías diferentes:
El juguete técnico, basado en imitaciones precisas de objetos pertenecientes al mundo de los adultos, proporciona al niño no solo el placer de la posesión, sino la satisfacción adicional por el conocimiento profundo del juguete en sí mismo. La tentación de destruirlo, de desmontarlo y de rehacerlo de nuevo aparecerá casi instantáneamente, dando al niño la oportunidad de ejercitar su habilidad manual e intelectual. Dentro del grupo de juguetes técnicos destaca el modelismo. La habilidad adquirida con el ejercicio de estos juegos conducirá después al bricolaje, al que los adultos dan un contenido de utilidad y hasta de afición.
El juguete creativo estimula la capacidad expresiva del niño, a través de diferentes técnicas: el dibujo (lápices, rotuladores, tizas y pasteles), el recorte (tijeras de puntas redondeadas y papeles de colores) y la pintura (brochas gordas, acuarelas y caballetes). Son útiles también el moldeado con plastilina, los mosaicos y los juegos desmontables.
Los juegos de sociedad o de mesa garantizan la participación infantil y el desarrollo de diversas cualidades intelectuales: reflejos, estrategia, sentido de anticipación, cálculo, memoria, lógica y destreza mental. Los juegos de mesa no solo entretienen y forman, sino que además inculcan en la persona el sentido del riesgo y el concepto de la responsabilidad en el cumplimiento de las reglas de comportamiento. La oca y el parchís son los más representativos y, con ellos, los niños aprenden a competir, unas veces de buen humor y otras con rabieta final incluida. También disfrutarán con el dominó, las damas, cartas o lotería.
Ana García
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