El movimiento de familias en contra del uso de dispositivos móviles hasta los 16 años ha logrado reunir casi 7.000 seguidores en tan solo tres días. Mientras miles de familias en Barcelona y diferentes localidades de Cataluña están organizándose a través de grupos de WhatsApp y Telegram para evitar que los niños tengan acceso a un teléfono móvil a la edad de 12 años, una petición en la plataforma Change.org ha recopilado firmas con el propósito de llevar al Congreso la propuesta de prohibir el uso de smartphones por parte de menores de 16 años.
Esta iniciativa comenzó el pasado domingo, 5 de noviembre, y ya ha conseguido más de 700 adhesiones. Todos ellos comparten un objetivo común: detener la normalización de que los niños de 12 años obtengan su primer teléfono móvil al llegar a la escuela secundaria, buscando posponer de manera colectiva la entrega de estos dispositivos.
A día de hoy, la edad promedio en la que reciben los jóvenes su primer teléfono móvil es a los 11 años, hecho que preocupa a muchos padres puesto que sienten que todavía no están bastante preparados cómo para que sus hijos dispongan de un teléfono móvil. Este grupo considera que lo ideal es que durante la adolescencia se eduque sobre un uso sano de la tecnología y a partir de los 16 años, reciban su propio teléfono.
La influencia de la tecnología en los adolescentes
Antonio Milán, autor de Adolescentes Hiperconectados y Felices (Teconté), analiza la influencia de la tecnología en la vida de los adolescentes en su libro sobre el impacto de la hiperconexión a través de dispositivos móviles y las redes sociales en la vida de los adolescentes. Milan afirma que «los teléfonos y las tablets no solo se han convertido en los regalos más demandados en cumpleaños y fiestas navideñas, sino que han pasado a protagonizar buena parte del tiempo de ocio entre los más pequeños (…) Recientemente, un maestro preguntaba a los alumnos de su clase de 1º de Primaria, con 6 años de edad, cuál era su juguete favorito: 23 de 26 alumnos contestaron … la tablet (…) Muchos estudios constatan ya esta realidad».
El acceso a Internet para los jóvenes no solo se ha convertido en una herramienta educativa esencial, sino que también se ha convertido en una de las principales fuentes de entretenimiento. Este hecho ha generado preocupación entre muchos padres, quienes se inquietan por la cantidad de tiempo que sus hijos dedican a las pantallas. Según un informe de UNICEF sobre el uso de la tecnología por parte de los jóvenes en España, el 96,3% de ellos utilizan dispositivos móviles, tablets u ordenadores como fuente de entretenimiento. Asimismo, el 94,8% de los adolescentes de entre 11 y 18 años poseen su propio teléfono con acceso a Internet, siendo la edad promedio para recibir su primer smartphone en España a los 11 años.
Además, de acuerdo con los resultados del informe Pasos 2022 sobre los estilos de vida y el estado de salud de la población española de 8 a 16 años, solo el 36% de los niños y adolescentes cumplen con las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que sugiere no exceder las dos horas diarias frente a las pantallas.
Los expertos enfatizan que el enfoque debe centrarse no solo en la cantidad de tiempo que se pasa frente a las pantallas, sino también en la calidad de ese tiempo. Por ejemplo, el doctor en Educación Antonio Milan cuenta en su libro que «un grupo de alumnos de 13 años cometió el error de admitir a un adulto en su grupo de WhatsApp de la clase, con motivo de un evento concreto. Cuando pasó el evento cometieron un error mayor: no sacarlo del grupo. Este adulto me contó más tarde que cada mañana comprobaba el número de mensajes que habían escrito en ese grupo, entre las 12 de la noche y las 3 de la madrugada. Ningún día bajaba de 500 mensajes distintos».
Catherine Burns, responsable del área de desarrollo personal en el departamento de Secundaria de The British School of Barcelona en Castelldefels, subraya la importancia de regular el uso de dispositivos móviles por parte de los jóvenes, tanto en términos de cantidad como de calidad. En su escuela, «los móviles no están permitidos durante el horario escolar, pero se proporcionan dispositivos como iPads u ordenadores portátiles como parte de una estrategia digital y formación tecnológica. Esto se acompaña de políticas de seguridad digital y un programa de ciudadanía digital para garantizar un uso responsable y productivo de la tecnología como apoyo al aprendizaje», subraya.
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El equilibrio saludable en el uso de la tecnología
Para promover un equilibrio saludable en el uso de la tecnología Catherine Burns ofrece las siguientes recomendaciones:
1. Centrarse en oportunidades de aprendizaje que permitan a los estudiantes utilizar dispositivos con un propósito creativo y constructivo, en lugar de un consumo pasivo de contenido.
2. Garantizar políticas en materia digital coherentes, basadas en investigaciones actuales y asesoramiento de expertos. Estas políticas pueden incluir medidas de seguridad y supervisión.
3. Implementar un programa de ciudadanía digital integral que se alinee con el currículo y ayude a los estudiantes a desarrollar competencias digitales y hábitos de consumo saludables.
4. Mantener una comunicación estrecha con las familias sobre el uso de la tecnología por parte de sus hijos y proporcionar recursos y orientación para fomentar hábitos saludables en el hogar.
5. Ayudar a los jóvenes a reconocer y gestionar las influencias externas, como las redes sociales, y promover un pensamiento crítico que les permita tomar decisiones informadas y seguras.
Antonio Milán reconoce que «el fenómeno de la conectividad pone al alcance de los niños y adolescentes una herramienta con un potencial enorme que tienen que aprender a manejar». Educar en el uso de la tecnología y adecuar la edad de uso al grado de madurez de los usuarios parece ser la tendencia en un asunto tan controvertido como polémico.
Marisol Nuevo Espín
Asesoramiento: Antonio Milán, doctor en Educación y autor de Adolescentes Hiperconectados y Felices (Ediciones Teconté)
Para saber más:
Adolescentes Hiperconectados y Felices, de Antonio Milán. Ediciones Teconté
Lee aquí el primer y segundo capítulo del libro
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