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Carmen Cabestany: «En las escuelas no se quiere oir hablar de bullying»

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Carmen Cabestany se ha convertido en una de las mayores expertas en la lucha contra el bullying tras sus 27 años de docencia y 12 más en la directiva de la Asociación Nace (No Al Acoso Escolar). Acaba de publicar El bullying es cosa de todos (Libros Cúpula) donde muestra la realidad oculta del maltrato en las aulas y lo que no está en los manuales sobre esta lacra social.

Las cifras de bullying son cada vez más sobrecogedoras. Se estima que en España dos millones de menores sufren acoso escolar y de esos dos millones, casi 200.000 sufren un acoso de alta intensidad. Con motivo del Día Internacional contra el Bullying o Acoso escolar hablamos con Carmen Cabestany, que muestra esta realidad tal y como es, sin tapujos ni florituras, a través de situaciones que ha vivido en primera persona. En este libro, la autora trata de abarcar a todos los sectores sociales implicados.

El bullying es cosa de todos

¿Por qué considera que el problema del bullying sí es para tanto?
Lo que puedo decir es que el problema va en aumento y que, si en 2006, uno de cada cuatro estudiantes sufría acoso escolar, hoy en día es muy probable que, como mínimo, sean uno de cada tres.

¿Cómo podemos involucrarnos los padres y tutores para frenar el bullying?
Cada uno debe hacerlo desde su ámbito. Los padres, educando correctamente en casa: sin sobreproteger, poniendo límites, inculcando valores, trabajando bien las emociones, informándose sobre el acoso escolar y hablando del tema con sus hijos y, sobre todo, siendo ejemplares. Los profesores, formándose adecuadamente, estando atentos a las señales que alertan sobre un posible caso, siendo justos, no mirando para otro lado, actuando inmediatamente y trabajando las emociones en el aula.

¿Factores como la discriminación, el acoso o la falta de empatía pueden contribuir al bullying?
Obviamente. Discriminar a alguien, por la razón que sea, es una forma de maltrato. Si este se repite siempre hacia la misma persona, estamos en una situación de acoso escolar. La falta de empatía suele estar presente en los testigos, que callan y no ayudan a la víctima; es decir, no se ponen en su lugar.

¿Cómo saber si estamos exagerando cuando se es víctima de bullying?
La clave está en conocer la definición. Es acoso escolar el maltrato entre iguales, reiterado en el tiempo, con intención de hacer daño por parte del agresor y con indefensión por parte de la víctima. En estos casos, hay un desequilibrio de fuerzas y un abuso de poder. Si se cumplen estas condiciones, estamos ante una situación de bullying y se debe actuar rápida y acertadamente.

Sumarse o permanecer impasibles, ¿qué hacer cuando estás viendo o viviendo un caso de acoso?
La víctima debe informar, lo antes posible, a la familia y a alguien de su confianza en el centro escolar, a alguien que sea sensible al tema y que vaya a actuar bien. La manera de transmitirlo es muy importante. No basta con decir: «Profe, me están molestando». Hay que decir: «Casi todos los días me maltratan: me roban el bocadillo, me rompen los cuadernos, me bajan los pantalones, me insultan… Llevo así desde hace tres meses y me siento muy mal. No puedo más. Ayúdame, por favor». Respecto a los testigos, si nos remitimos a los cinco sentidos, podemos decir que los observadores son los ojos, los oídos y la nariz del acoso, porque ven el maltrato, escuchan los insultos y motes y/o «huelen» que algo pasa, pero no son ni la boca para denunciarlo, ni las manos para actuar.

¿Cómo puede afectar el bullying a las víctimas, tanto en el corto como en el largo plazo?
Una víctima de acoso escolar siempre queda afectada; más o menos dependiendo del tiempo que lo ha sufrido, de la intensidad, de si ha recibido o no ayuda y de su capacidad de resiliencia. En general, los niños víctimas sufren mucho y, a veces, durante mucho tiempo. Eso puede afectarles en su rendimiento escolar, en los ritmos de comidas y sueño, en su carácter, en sus relaciones sociales y en su salud. A veces, se autolesionan, tienen fobia escolar, estrés postraumático… y, lo peor, ideación suicida que, por desgracia, a veces materializan. En cuanto a los adultos, muchos quedan dañados de por vida y no pueden olvidar el sufrimiento que sus acosadores les produjeron. Con terapia se puede solucionar, pero en ocasiones el peso es demasiado grande y dimiten de vivir. Es el caso de Claudia, la joven de veinte años que, en estos días, se ha suicidado debido al bullying que sufrió en la infancia.

¿Qué medidas se están tomando actualmente para prevenir y abordar el bullying en las escuelas y otros lugares?
Pues más bien pocas… Desgraciadamente, queda mucho por hacer porque en muchas escuelas no se quiere ni oír hablar de bullying. Niegan su existencia y así es imposible prevenirlo ni combatirlo. En otros lugares, como el ámbito deportivo, suele suceder lo mismo. En general, la sociedad no es consciente de la gravedad del problema.

¿Qué papel pueden desempeñar los padres, los maestros y la comunidad en general para poner fin al bullying?
La comunidad educativa es fundamental para frenar el acoso. Si padres y escuela trabajan unidos en beneficio del menor, hay muchas posibilidades de que no se produzcan casos o de que, si se producen, se atajen enseguida. El resto de la sociedad también es importante: pediatras, inspectores, servicios sociales, jueces, medios de comunicación… Cada uno debe hacer lo más posible para salvar a los niños de esta lacra.

¿Cómo pueden las víctimas de bullying buscar ayuda y apoyo?
Si no consiguen ayuda en el colegio o en el ámbito más próximo, sus familias pueden acudir a una asociación, al defensor del menor, a la policía -especialmente si hay lesiones-, a un terapeuta…

¿Qué medidas se pueden tomar para asegurar que los agresores sean responsables de sus acciones y reciban la ayuda que necesitan para cambiar su comportamiento?
Primero hay que identificar el perfil del agresor porque los hay de diferentes tipos. Después, se ponen en marcha las estrategias adecuadas a cada caso; por ejemplo, si él mismo es una víctima de violencia intrafamiliar, habrá que ayudarle a solucionar eso. Lo que está claro es que el maltrato no puede salir gratis, ha de tener un coste, unas consecuencias. Ahora bien, el coste, el castigo ha de servir para reeducar, ha de ser pedagógico y basado en la restauración del daño producido. A veces se puede pedir al agresor que realice un trabajo para la comunidad o que durante un tiempo vaya a cuidar de los alumnos más pequeños*

¿Qué estrategias pueden implementarse para crear un ambiente seguro y respetuoso en las escuelas y otros entornos sociales?
Todas aquellas que contribuyan a pacificar las aulas: música de fondo, pintar mandalas, relajaciones, trabajar mucho las emociones en situación, tener buzones de denuncia en cada aula, hacer dinámicas de grupo que favorezcan la cohesión y colaboración, concienciar mediante lecturas y vídeos, facilitar charlas por parte de expertos y de personas que lo hayan sufrido… Y, sobre todo, por parte de los padres y profesores, predicar con el ejemplo, porque no educamos con nuestras palabras sino con nuestros actos.

Marisol Nuevo Espín

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