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Saltarse la barrera de la edad en redes sociales

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Cada vez más menores de diez años se registran en redes sociales como Tik Tok, lo que demuestra su creatividad y ganas de relacionarse, ajenos a movimientos como el grooming. Es por esto que se despierta la necesidad de educar en afectividad y en el valor que los más jóvenes dan a su imagen y a su intimidad en el mundo virtual.

No resulta difícil encontrarse en cualquier película americana una escena que describe a un grupo de menores con la clara intención de entrar en un club. Esto supone todo un reto para ellos, ya que en la mayoría les prohíben la entrada; por lo que se quedan con dos opciones: colarse como buenamente puedan o conseguir un carnet falso que les hace el vecino de al lado con Photoshop.

Saltarse la barrera de la edad en el mundo digital no requiere de vecinos ni planes maestros.

Cuando nos descargamos una aplicación social, se nos advierte de la edad mínima para poder registrarse. ¿Veto o sugerencia? Sin duda, añadirse o quitarse años nunca fue tan sencillo.

Lo vemos claramente en una de las redes que triunfan entre los menores, Tik Tok, al tratarse de una app que sienten como sus dominios, prácticamente exenta de adultos. La edad mínima para crearse una cuenta en esta plataforma en la que se suben grabando playbacks de sus canciones favoritas, es de trece años. Lo que no quita que sea frecuente encontrarse niños de ocho años en su universo musical.

Es por esto que la cuarta aplicación social más descargada de este pasado año ha sido multada con 5,7 millones de dólares por almacenar datos de menores, lo que constituye la sanción civil más elevada que haya impuesto la Comisión Federal de Comercio en cuanto a la protección infantil. Y es que el 60% de usuarios de Tik Tok tiene entre 16 y 24 años, creándose así un espacio propio para los jóvenes que sienten que no tienen que compartir esta red con sus padres.

Verificar la edad de los usuarios

Al no ser posible verificar la edad de los usuarios, en distintas apps en general y en Tik Tok en particular, lo habitual es toparse con una oleada de niños y adolescentes atraídos por una red creativa y con un lenguaje mucho más cercano para ellos.

Los challenges o vídeo musicales de 15 segundos son el principal atractivo de TikTok, que también permite interactuar entre la comunidad enviando mensajes directos.

Aquí surge el segundo problema de la aplicación, recientemente investigada por temor a ser un campo abierto para agresores sexuales. «En Tik Tok confluyen con facilidad, en un mismo ciberespacio, agresores y víctimas; para los pederastas es fácil acceder y contactar con menores porque saben que es una red muy utilizada por ellos, lo que se conoce como child grooming«, explica Marc Balcells, profesor del programa de Criminología de la UOC. Este fenómeno consiste en el engaño de un adulto para ganarse la confianza de un menor y ya se considera un problema grave según medios británicos, como The Sun, el cual ha investigado varios casos en los que niños de ocho años recibían amenazas a través de la mencionada aplicación.

Estas plataformas se presentan como espacios donde jugar y socializar, por lo que los menores no tienen una concepción de sí mismos como posibles víctimas de grooming. El cese de imágenes y vídeos supone uno de los mayores riesgos, ya que no se establece control sobre ellos cuando se pueden guardar, descargar y, en definitiva, dejar una impronta del menor que es difícil de salvaguardar.

En este punto hemos de preguntar si realmente estamos preparados para un mundo online que sexualiza a los usuarios sin que realmente seamos conscientes. Carmen Sánchez Maillo, experta en este campo dentro del Instituto de Estudios de la Familia de la Universidad San Pablo CEU, cree que todavía nos falta mucho camino por recorrer, tanto a los adultos, como a los adolescentes. «Las redes están llenas de fotos y videos de adolescentes con: poses, caras y ropa que conforman una imagen hipersexualizada», confirma.

Asimismo, explica cómo son frecuentes las peticiones de fotos de semi-desnudos, a lo que llaman «nudes». Sánchez Maillo reflexiona acerca de lo sorprendente que resulta, no solo la solicitud de la fotografía, sino la aceptación y consentimiento de esta práctica, sobre todo por parte de las chicas. «Todo ello nos prueba que los adolescentes y jóvenes no están preparados como personas para el mundo online en el que están inmersos», señala.

Determinadas redes propician conocer a otras personas y establecer nuevas relaciones personales que comienzan al seguirse mutuamente en un perfil para, más adelante, quedar en persona. Pero, lo cierto es, que en muchos casos este encuentro real no llega a ocurrir, lo que deja una relación meramente virtual que interfiere en el sentido más personal, ya que no nos comportamos de la misma manera en las dos esferas. «Por la red se dicen cosas que personalmente nunca dirían, se muestran y se dan a conocer de un modo que no es real, lo cual no favorece una relación personal, de tú a tú, si no mediada por la red y las aplicaciones de las que disponen», concluye la experta en el Instituto de Estudios de la Familia.

Intimidad digital

Existe una distorsión entre el ‘yo’ personal de los menores y el ‘yo’ que deciden mostrar, lo que les puede llevar a publicar y compartir contenidos inapropiados y más arriesgados que capten la atención de más seguidores. Esto puede llegar a desencadenar problemas de irritabilidad, falta de aceptación, carencia de empatía, tristeza o incluso problemas de conducta o relacionales.

Es notable cómo, por lo general, estos niños y adolescentes no tienen una percepción demasiado formada de lo que implica la corporeidad en la unidad de su persona. Tal y como expone la profesora del CEU, lo viven de forma superficial y no le dan un verdadero valer al cuerpo. Solo parecen algo más conscientes aquellos que han sido educados en esta materia y en afectividad por parte de sus padres o educadores, quienes les han enseñado el auténtico significado de su cuerpo y la necesidad de cuidarlo de cara al universo digital. Sin embargo, el resto «considera que son dueños de su cuerpo y puede hacer con él lo que quiera, no piensa en las heridas que, a la larga, puede producirse en las personas».

El desconocimiento del sentido de la sexualidad y afectividad humana provocará que los menores no sean capaces de asimilar el daño, los riesgos y las implicaciones que encierra la publicación de determinados vídeos o imágenes en las redes sociales. «Lógicamente va muy unido el valor y la dignidad que ellos concedan a su cuerpo y a su persona, con aquello que publican y exponen de sí mismos», continúa Carmen Sánchez Maillo.

Si desconocen lo que supone la intimidad, el pudor y, por tanto, el valor sagrado del cuerpo, no pueden aplicarlo a sus relaciones a través de la red. Es en este sentido cuando la inseguridad, la baja autoestima o la necesidad de aceptación puede llegar a causar una crisis en niños y adolescentes, ya que su ingenuidad les impide ver de hasta dónde puede llegar una foto o un video compartido.

Ana Cemborain

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