«He vuelto a fastidiarla», «no creo que llegue algún día a hacerlo bien», «tengo que saber en qué he fallado». Puede que estas expresiones nos resulten familiares tras una decepción en un trabajo o un examen importante. Lo sorprendente sería descubrir que en realidad son frases pronunciadas por un niño después de obtener un sobresaliente, pero no haber sido la mejor calificación de su clase.
El perfeccionismo es un término bastante ambiguo. Por un lado, despierta un cierto rechazo, siendo catalogado como un rasgo de personalidad que puede acarrear problemas psicológicos. Por otro lado, hay quienes consideran que inculcarlo a través del valor de las cosas bien hechas y el afán por superar los errores es un valor que hay que transmitir a los niños.
En realidad, el matiz referente a la salud mental se centra en el grado de flexibilidad y mesura con el que se vive el perfeccionismo que es una característica de personalidad. Los problemas psicológicos surgen cuando el niño (y el adulto) aplica este grado de autoexigencia de una forma desmesurada y rígida, generalizándose a muchos esferas de su vida.
El perfeccionismo desmesurado es especialmente grave en niños pues, desde sus primeras etapas de la vida, se inicia en ellos la construcción del autoconcepto y de los esquemas cognitivos, los cuales influirán en la futura forma de valorarse a sí mismos, a los demás y las cosas que le ocurren a su alrededor.
Signos para detectar el perfeccionismo y la ansiedad en los niños
Algunas de las características propias de estos niños son:
– Presentan un nivel de autoexigencia desmesurado (no siempre les vale lo que esté bien hecho, sino la excelencia).
– Tienen escasa capacidad para disfrutar de las cosas buenas que les ocurre porque inmediatamente anticipan y piensan en próximos problemas o retos.
– Son niños muy dependientes de cómo se valoran a sí mismos. No les tranquiliza hablar con un adulto.
– Basan su autoestima casi exclusivamente en el grado de éxito y, a pesar de conseguir muchos triunfos, presentan paradójicamente baja autoestima.
– Pueden mostrarse muy irritables si algo no les cuadra o cuando observan imperfecciones en los demás.
– Son competitivos, basando su éxito en dejar a los demás por detrás, más que en hacerlo bien.
– Tienen escasa capacidad para tolerar un fracaso, le dan mucha vueltas a lo ocurrido y no son capaces de olvidarse del asunto.
– Tienen un intenso temor al fracaso, aspecto que genera habitualmente cuadros de ansiedad, y que compensan redoblando esfuerzos.
Influencia de la educación en la familia
Los estilos educativos y los criterios de los padres acerca del éxito influyen en gran manera sobre la estructura de personalidad del niño perfeccionista. Muchos crecen pensando en que la manera de conseguir la aprobación (y el cariño) de sus padres y allegados es a través del éxito. Viven con la idea de que la aceptación y el amor que reciben de los demás se basan, no en lo que uno es, sino en lo que hace. Corregir este esquema erróneo es crucial, pues de lo contrario acaban por meterse en una dinámica difícil de modificar en la edad adulta.
Lamentablemente, algunos padres trasmiten involuntaria -y bienintencionadamente- la idea de la aprobación a través del éxito. Son padres que valoran en exceso los resultados del niño, atienden poco su mundo emocional, son autoritarios y corrigen constantemente cualquier desviación, a veces con medidas desproporcionadas. En estos casos, es preciso trabajar fundamentalmente con ellos para poder ayudar eficazmente al niño.
¿Cómo podemos ayudar a los niños perfeccionistas?
En primer lugar, es importante que el niño escuche el mensaje de que ocurra lo que ocurra, él es importante, no por lo que logre sino por ser quien es. Esta idea ha de ser transmitida coherentemente, es decir, acompañada de actos que así se lo hagan ver (felicitarle a pesar de bajar el rendimiento, disculparle cuando se equivoca, reconocer con naturalidad los errores de los propios padres, etc.)
Inculcar en los chicos estos nuevos valores precisa de mucha perseverancia y del uso diferentes canales de comunicación. Pueden emplearse cuentos en los que el protagonista modifica su perfeccionismo y muestra las bondades de este cambio, ver películas con esta temática de fondo, resaltar la admiración por el esfuerzo realizado de personas significativas para el niño y por supuesto, mostrárselo a través del ejemplo de los padres en la convivencia cotidiana.
Para la persona perfeccionista, su seguridad y bienestar se basa en algo muy inestable: el éxito o la perfección. Siempre habrá factores que alimenten la incertidumbre de una próxima ocasión. Esta falta de control es la que genera mayor angustia. Conviene pues, enseñarles a buscar su bienestar en algo más estable, que dependa de ellos, como el esfuerzo personal.
Marina Berrio
Asesoramiento: Doctor Manuel Álvarez y Domingo García-Villamisar, psicólogo. Autores del libro El Síndrome del perfeccionista.
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