Después de 30 años dedicada a la medicina de Urgencias, la doctora Carmen Sánchez Alegría ha publicado a los cuatro vientos que el amor cura y que todos debemos descubrir la energía sanadora que llevamos dentro para encontrarnos mejor.
En su libro El amor es la mejor medicina (Vergara), Carmen S. Alegría defiende que además del poder curativo de los fármacos, nos influye mucho lo que nos decimos a nosotros mismos, porque ese diálogo interior, si es positivo, es capaz de generar un torrente de hormonas que puede facilitar nuestra sanación.
Para conocer cómo funciona este sistema de recuperación de la salud que todos llevamos dentro, la doctora nos propone en su libro evidencias y prácticas que podemos poner en práctica para experimentarlo por nosotros mismos.
Además de cuerpo, somos mente, emociones y espíritu
¿Cómo una doctora de Urgencias termina por recetar amor como la mejor medicina?
Cuando de niña acudía al hospital enseguida comprendí que, si el médico me miraba sonriendo, me llamaba por mi nombre y me explicaba con palabras sencillas lo que iba a hacer, yo colaboraba sin miedo en la exploración y además, su tratamiento me hacía más efecto. Los pacientes acuden a Urgencias con dolor, con miedo y con mucha incertidumbre, y no hay nada como un poco de cariño para que todo eso disminuya incluso nada más comenzar a atenderles.
¿Por qué considera tan importante para vivir, servir a los demás?
Me inspiré hace muchos años en una frase de Rabindranath Tagore: «Yo dormía y soñé que la vida era alegría. Me desperté y vi que la vida era servicio. Serví y comprendí que el servicio era alegría».
¿Dónde reside la energía sanadora que todos llevamos dentro y cómo podemos desarrollarla?
Además de cuerpo, somos mente, emociones y espíritu. El espíritu sabe cómo sanar de forma natural porque es nuestra dimensión divina. Tanto las emociones, como los pensamientos, tienen la capacidad de ayudarnos a sanar también, pero ¡ojo! también nos pueden enfermar. Por eso es tan importante elegir qué nos decimos a nosotros mismos y a nuestros seres queridos.
¿Cuál es el secreto del entusiasmo, esa mezcla de interés y motivación que hace que las cosas salgan bien?
Una persona con entusiasmo conecta con su fuerza interior para encontrar mejores soluciones a cualquier problema y afrontar las situaciones cotidianas con más energía. Es pura reacción química: el entusiasmo produce en el cuerpo una cascada de sustancias que automáticamente nos ayudan a sentirnos mejor.
¿Cómo influyen algunas hormonas como la dopamina en nuestro bienestar?
La dopamina es una de las hormonas que más se conocen cuando hablamos de entusiasmo. Es como si se tratara del animador que se encarga de mantener la motivación de la tropa para que continúe realizando su trabajo. Y lo bueno es que la comunicación es bidireccional: el entusiasmo genera dopamina y la dopamina aumenta el entusiasmo.
¿Son las endorfinas un analgésico para el dolor? ¿De qué manera podemos crear más endorfinas?
Las endorfinas son mucho más eficaces que el mejor y más potente de los fármacos para controlar el dolor. Y lo mejor de todo es que las producimos nosotros mismos, en el momento justo, a la dosis necesaria, sin efectos secundarios y completamente gratis. Es sencillo, cuando sufro un traumatismo, mi cuerpo las produce de forma automática. Además, realizar cualquier actividad que me guste es un chute de endorfinas en sangre: contemplar una puesta de sol, escuchar el tintineo de la lluvia, pintar, bailar, cultivar un jardín, pasear por el bosque….
Cada persona tiene su propia forma de asegurar una buena dosis diaria de endorfinas.
Hablas maravillas de la visualización, ¿por qué visualizar tiene un efecto tan beneficioso en nosotros como vivir esa buena experiencia?
Visualizar es comunicarnos directamente con el cerebro derecho, esa mitad de nuestro cerebro que está unido de forma directa con la sabiduría, la inspiración, la sensación de plenitud y la elevación de la conciencia. El cerebro izquierdo es sobre todo lingüístico y lógico pero tiene una carencia: no sabe ver el bosque completo, no sabe de intuición, de totalidad ni de amor. Cuando visualizamos, el cerebro izquierdo se calla y el derecho comienza a trabajar sin trabas.
¿Por qué perdemos la calma? ¿Qué ocurre en nuestra salud cuando nos adaptamos al estrés?
A veces, perder la calma nos salva la vida. Quiero decir que hay un estrés necesario: el que me prepara para huir de un peligro real o hacer frente a una situación de alarma. Lo malo es el estrés mantenido.
Cuando el estrés se hace crónico el cuerpo enferma porque no puede resolver tanta presión.
Comienza dando pequeñas señales: problemas de digestión, insomnio, rigidez en la nuca, dificultad para concentrarnos, mal humor… Y si no prestamos atención, termina apareciendo una enfermedad que puede ser seria.
¿Nosotros mismos somos capaces de crearnos enfermedades o de empeorar y no sanar cuando pensamos que lo nuestro no tiene remedio?
Efectivamente. Nuestros pensamientos son cruciales a la hora de encajar una enfermedad. Recuerdo a una paciente tras una intervención que, lejos de mejorar, cada día estaba peor. No había forma de frenar la infección de la herida quirúrgica. Una mañana, durante la visita médica, el cirujano le comentó a los alumnos mientras exploraba el abdomen de la enferma: «Cuando la operé, no pensé que esto pudiera complicarse». La paciente preguntó: «¿Es que me operó usted, doctor?» «¡Claro! ¿Quién pensaba usted que le había intervenido?» «Pues como me dormí antes de que entrara usted en el quirófano aquella mañana, creí que había sido un estudiante». Una vez disuelto su temor, la herida curó rápidamente y sin secuelas.
Hablas del enfado como algo patológico cuando dura toda la vida, ¿qué les dirías a esas personas que cargan con ese peso para que sean felices?
El resentimiento constante en realidad sólo hace daño al que permite que se instale a vivir en él porque genera sustancias que disminuyen nuestro sistema inmunitario -el que nos protege frente a infecciones y tumores- y produce además sustancias que acaban produciendo inflamación crónica de todos los tejidos desde la cabeza hasta los pies. Siempre les digo a mis pacientes que procuren olvidar la ofensa, aunque sea por salud.
Cuentas en el libro que la definición de coherencia cardiaca que hizo el abuelo de Carlos Alcaraz «ponle cabeza, corazón y cojones» fue reveladora para que su nieto ganara, ¿qué receta darías para llegar a ella en nuestro día a día?
Me encantó esa forma tan sencilla y sabia de recomendarle a su nieto cómo conectar con su mejor versión para ganar los partidos de tenis. La receta es fácil: cerrar los ojos un momento, respirar de forma consciente y conectar con nuestro estado de excelencia, ese que combina corazón y razón a partes iguales.
Marisol Nuevo Espín
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