Por capacidad de observación entendemos una percepción lo más precisa y detallada posible de nuestro entorno. Aunque es normal que el término observar se use como sinónimo de mirar, hay que ampliar su significado a todos los restantes sentidos: aprender a captar, percibir y reconocer todos los mensajes recibidos por nuestros sentidos.
Realmente, usamos sólo una mínima parte de nuestras capacidades de observación. Aprender a observar es aprender a usar de forma ordenada todos y cada uno de los datos que han recibido nuestros sentidos.
Para que los niños aprendan a observar y no se queden solo en la primera parte, mirar, podemos enseñarles a fijarse en los detalles de cualquier entorno. Es algo que surge con naturalidad y que, además, tiene la virtud de ampliar el diálogo entre padres e hijos, creando una relación de complicidad entre ambos que les encanta a los niños. Cualquier situación es buena para mejorar esta capacidad y debemos a aprender a aprovechar las situaciones especialmente aburridas (sala de espera del médico, colas) para jugar con nuestros hijos a observar.
Dividimos el artículo en dos grupos de edades:
– De 2 a 5 años, donde interesa que los chicos aprendan a diferenciar de una manera general.
– De 5 a los 8 años: una etapa decisiva para adquirir el hábito de observar con detalle el entorno. Los niños de 5 a 8 años ya tienen gustos definidos, lo mismo que ciertos rechazos, y hay que intentar averiguar qué temas les interesan más.
12 lugares donde aprender a mirar y observar
De 2 a 5 años
1. EN EL PARQUE
Cuando bajemos al parque más próximo a nuestra casa, podemos ayudar a nuestro hijo a que se fije en los árboles y en las plantas, en cómo varían según las distintas épocas del año (aunque él no sepa lo que son las estaciones). Los parques son lugares familiares para los niños de esta edad, y un buen punto de partida para los ejercicios de observación. También pueden fijarse en los columpios: qué diferencias hay entre uno y otro, de qué están hechos, si chirrían o no, si huelen de una manera especial, cómo funcionan…
2. EN LA CALLE
Cualquier paseo por la calle con nuestro hijo es bueno para estimular su observación. En la calle hay mil cosas en las que fijarse: los distintos modelos de coches y autobuses, en los letreros luminosos, en los colores, en los ruidos de la calle… Que comience a comprender determinados comportamientos por observación: todos los coches se paran con el semáforo en rojo, todos aparcan de una manera, cómo andan las personas por la calle…
3. EN EL MERCADO
Muchas veces iremos con nuestro hijo al mercado o al supermercado. Allí, como en la calle, hay infinitas posibilidades de observación: color y forma de frutas y hortalizas (esto también ampliará su cultura y vocabulario en este campo), formas y tipos de envases, marcas, tipos de carritos para la compra, etc. ¿Por qué determinados alimentos están guardados en sitios donde hace frío? ¿Por qué están todas las botellas en un mismo pasillo?
4. EN LOS VIAJES EN COCHE
Los desplazamientos en coche suelen resultar aburridos para los niños pues ven limitada su actividad. Sin embargo, son oportunidades inigualables para determinados juegos porque se concentran más. Para desarrollar su capacidad de observación podemos hacer que nos describa lo que ve, con muchos detalles, incluso preguntándoles nosotros: cómo son los coches que nos adelantan, cómo es el paisaje… Hay que plantearlo siempre como un juego, sino se aburrirán rápidamente.
5. EN OTROS VIAJES
Con otro tipo de viajes (tren, avión, barco) más esporádicos podemos resaltar justamente lo que tienen de especial. Por ejemplo, en la estación de tren existen vías, señales distintas, carritos, gente muy diversa que el chico no está acostumbrado a ver. Y, una vez dentro del vagón, descubrirán otro mundo distinto, con la sorpresa adicional del traqueteo: «¿Qué dice el tren?», podemos preguntarle. En el avión, por ejemplo, podemos hacerle mirar por la ventanilla y que observe como es su ciudad desde arriba.
6. EN EL CAMPO
No se acaban las posibilidades de desarrollar la observación en estas páginas: cada familia tiene unas circunstancias propias que tienen que aprovechar. Si tenemos una casa en el campo se abren, de nuevo, infinitas posibilidades. En esta etapa (de 2 a 5 años) no se exigen datos precisos de árboles, plantas, etc. sino más bien diferenciaciones: distintos troncos de árboles, de hojas, de ramas, de colores, de olores. Poco a poco, nuestro hijo irá familiarizándose con el medio y comenzará a mirar todo de una manera distinta.
De 5 a 8 años
7. EN EL CIELO
Si nuestro hijo demuestra interés por el cielo, entonces podremos observar con él, por ejemplo, las estrellas. No hay que explicarle demasiado (no lo entenderá), sino que comprenda a través de lo que capta por los ojos: existen grupos de estrellas, hay puntos más luminosos, hay estrellas fugaces… Pero que no sea un simple juego monótono: hay que descubrir algo cada día. También podemos observar las posiciones del sol, las nubes (jugar a ver formas en las nubes es muy divertido y estimulante), las fases de la luna, etc.
8. EN EL ZOO
Si a tus hijos les atraen los animales (algo muy probable a estas edades) tendremos que aprovechar al máximo este interés. Podemos llevarles al zoo, pero animándoles a que se fijen bien en los animales, que pregunten e, incluso, intenten luego dibujar en casa los animales que han conocido. No se trata de que los conozcan a la perfección sino de canalizar su interés para que se fijen mejor en todo. Si nos encontramos en el campo, o en el parque, es bueno que tengamos a mano una lupa para observar mejor los detalles de los animales pequeños.
9. EN LA NATURALEZA
Junto con la fauna, la flora es uno de los campos más adecuados para mejorar la observación. No es preciso salir de la ciudad para observar el mundo vegetal que nos rodea. Podemos aprovechar árboles y plantas de parques y jardines ampliando el campo de observación a detalles más precisos: forma de las hojas, texturas de las mismas (pasando el dedo con cuidado), animales que se ven sobre ella… Si podemos ir al campo, aprovechemos las distintas épocas: el otoño para los colores, la primavera para las semillas y las flores, etc.
10. EN LA MONTAÑA
A los niños de esta edad siguen interesándoles mucho jugar con tierra o con la arena. Quizá a alguno le interese más la mineralogía y tenga una colección de piedras, de cristales, etc. Si no, quizá podamos comenzar una casera. El objetivo principal es que el chico se acostumbre a distinguir el mayor número posible de detalles: cada vez que lo haga, podemos mostrar alegría y satisfacción. En el campo, o en fotos, podemos fijarnos especialmente en las rocas, en sus formas, en las montañas, en los cantos rodados de los ríos, etc.
11. EN LA CIUDAD Y EN CASA
Iremos ampliando el campo de acción a detalles menos evidentes como, por ejemplo, dirigiendo la atención hacia instalaciones que son básicas para el buen funcionamiento de la ciudad: alcantarillas, postes de la luz, líneas telefónicas, conducciones de gas, desagües del lavabo. Podemos hablarle de épocas anteriores. Así, el chico irá concienciándose de que la vida social no ha sido siempre así. También podemos jugar a descubrir elementos de la casa en los que no nos habíamos fijado hasta entonces.
12. EN LA CESTA DE LA COMPRA
Dejemos que el niño manipule libremente los productos vegetales que le sirven de alimento. Dejemos que lave las hortalizas y observe sus diferencias. Podemos darle verduras del tiempo (coliflor, zanahorias, tomates, col rábanos, lechugas, berenjenas, guisantes, habas, cebollas, ajos, puerros, etc.) para que descubra sus características. Lo mismo podríamos decir de las frutas. Y si tenemos acceso a un huerto, ampliaríamos muchísimo su campo de observación: cómo nacen, si son raíces o tubérculos…
Beatriz Bengoechea. Psicóloga y orientadora familiar
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