Los niños y niñas de entre 1 y 3 años son muy especiales. Aunque parezcan pequeños, están escuchando todo lo que decimos, incluso aunque nosotros no nos demos cuenta de ello. Y comprenden más de lo que podamos pensar.
Ellos se mueven en un mundo emocional muy rico y variado, pero que no saben aún manejar. Por eso, de un momento a otro, pueden pasar de ser angelitos a convertirse en verdaderos monstruos; pueden pasar de un estado de angustia o frustración a ser el niño o la niña más cariñosos del mundo; pueden abrazarse a nosotros con una gran sonrisa y en un momento, ponerse a llorar por algo que hemos dicho o porque creen que nos hemos reído de él.
Es una edad llena de encanto, de gateos y risas. Pero no debemos olvidar que a los tres años, el cerebro de nuestro hijo tiene ya el 80% del tamaño de un cerebro adulto, y cuenta con un potencial enorme de desarrollo que necesita de nuestra atención, para que llegue a toda su plenitud.
Los niños necesitan que les escuchemos y, una vez que les hemos escuchado, que les comprendamos. Una tarea difícil a estas edades, pues no pueden explicarse con propiedad, y eso es algo que causa mucha frustración y que puede ocasionar los famosos enfados y berrinches de esta época.
Relación cercana con nuestros hijos
La relación con los hijos de esta edad (y por supuesto más adelante) es muy importante, entre otros motivos, porque es en estos momentos cuando aprenden las habilidades sociales. Los niños viven en un mundo de grandes emociones, mezcladas con unos bajos niveles de comunicación que no les permiten sacarlas a la luz. Por ejemplo, están divididos entre su miedo de que nos vayamos, de separarse de sus padres, pero por otro lado, buscan más independencia.
A veces, esos sentimientos pueden ser demasiado para ellos, les pueden abrumar y además, no pueden encontrar las palabras para decirnos lo que les pasa. Su cerebro aún no ha encontrado el camino, pero nosotros podemos ayudarles formando a su alrededor un mundo confiado y alegre, creando una buena relación con ellos que les ayudarán a desarrollar unas habilidades sociales positivas.
A esta edad, hemos de incidir en ayudarles a controlar sus emociones, a desarrollar su independencia y confianza en sí mismos y a potenciar sus habilidades.
3 actividades para desarrollar habilidades sociales
1. Para cuando tengamos que separarnos de ellos
– Explica a tu hijo con antelación, los momentos en los que no vas a estar con él. Le vendrá muy bien saber cuándo no vas a estar, dónde y con quién estará él y cuando volverás, especialmente si todo es parte de una rutina que pueda identificar. Así se sentirá más seguro.
– Cuando dejes a tu hijo con una persona distinta, por ejemplo en casa de un familiar, déjale que lleve consigo algún objeto, como una manta o un juguete, de modo que le acompañe una parte del ambiente en el que vive normalmente.
– Haz un álbum con fotos de la familia, con fotos de las mascotas, de los peluches y de la propia casa, para verlo a veces con él y también, para que lo tenga a mano cuando lo dejes a cargo de un cuidador.
– Aunque tú no estés, es bueno que quien cuide del niño siga las mismas rutinas y los mismos comportamientos que tiene habitualmente. También es interesante que el cuidador hable de ti y que recuerde a tu hijo que volverás en un momento determinado.
– Puedes realizar algunos juegos con él que tengan como objetivo fomentar la idea de la permanencia de los objetos, es decir, que se den cuenta que el objeto todavía existe, aun cuando esté fuera de la vista. Por ejemplo, esconder un peluche y buscarlo, hacer teatro con juguetes que desaparezcan y reaparezcan, etc.
2. Control de las emociones
– Enseña a tu hijo las palabras que debe decir y los gestos que debe hacer cuando necesite ayuda; por ejemplo, cuando tenga necesidad de ir al baño.
– Tenemos que ser claros cuando queramos que nuestro hijo haga algo en concreto. Por ejemplo: «Ahora no es el momento de jugar con los coches. Ahora vamos a comer y después jugamos con los coches que es cuando toca».
– Si tu hijo coge un berrinche, nosotros hemos de procurar estar calmados. No solo le dará seguridad, sino que tu ejemplo le enseñará lo que es el control emocional. De todos modos, procura recordar y saber qué situaciones o en qué momentos del día, por ejemplo cuando está más cansado, se dispara su mal humor, pues así podremos manejar menor su enfado y reducir su intensidad.
3. Fomentar la independencia
– Alábale cuando sea valiente y hazle saber que sus padres estarán ahí para lo que necesite, de modo que se sienta seguro. Anima todo lo que suponga independencia, estando cerca para cuando necesite ayuda.
– Deja que tu hijo tome decisiones sencillas, como por ejemplo, elegir entre plátano o manzana, zapatillas rojas o amarillas, o qué libro leer. Es un modo excelente de ayudarle a desarrollar confianza en sí mismos.
4. Potenciar sus habilidades
– Muestra a tu hijo que de verdad estás interesado en sus juegos y que le dejamos elegir a lo que quiere jugar. Anima y propón juegos que supongan imaginación, ponerse en el lugar de otro, etc.
– Incorpora el juego dentro de las rutinas de cada día, como sacar la cubertería del cajón para volverla a poner de nuevo en su lugar, para luego volverla a sacar y volverla a colocar, le ayudará a desarrollar sus habilidades motoras.
– Leer y releer los mismos libros puede ser un poco aburrido para los padres, pero a los chicos les encanta ese sentimiento de familiaridad, de poder predecir lo que va a ocurrir. Igual que ver la misma peli una y otra vez.
Beatriz Bengoechea. Psicóloga y orientadora familiar
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