“Educar conscientemente es educar desde el amor”. Este el mensaje profundo que quiere transmitir, Sergio Marina, doctor en Ciencias de la Educación y autor del libro Educar Conscientemente, (Editorial Consciente). En el libro, Marina rompe mitos y creencias de conceptos vinculados a la educación que hoy en día tenemos confusos y mal interpretados como el éxito y la seguridad, la coherencia, la escucha consciente, el desaprender, el gozar y no sufrir, la libertad, la paciencia, el diálogo, el esfuerzo, el acompañamiento, la intuición, la inteligencia y la creatividad… entre otros.
Para Marina el auténtico significado y sentido de la educación va mucho más allá de lo que interpretamos como sociedad porque educar significa contribuir a sacar del otro lo mejor de sí para que ponga sus dones y talentos al servicio de la humanidad.
Sergio tuvo una experiencia increíble con su hija, que estuvo a punto de morir a los 11 días de nacer. Todo el proceso que vivió para ayudarla a sobrevivir ante un diagnóstico fatal – los médicos hoy en día no pueden creer el milagro de que esté viva y sana – le ayudó mucho a comprender aún más, mediante la propia experiencia, lo importante de la educación, mucho más allá de la vinculada al sistema educativo.
Educar desde el amor a nuestros hijos
¿Cómo está afectando el sistema educativo actual a la salud mental de las nuevas generaciones?
El sistema educativo vigente fomenta un modelo de ser humano en que el reconocimiento personal, el éxito y la competitividad impregnan cada acto educativo, ya sea de una forma directa o indirecta. A todo ello se suma la falta de atención a las necesidades particulares de cada niño, un exceso de carga lectiva escolar y extraescolar (en detrimento de un acompañamiento familiar) y un elevado grado de exigencia y obediencia basado en los premios y las sanciones, que limitan la libertad de los seres humanos. Es frecuente observar ya en edades tempranas cómo algunos niños padecen un sufrimiento silencioso, que puede estar asociado a graves episodios de estrés, ansiedad y depresión, como consecuencia de esa orientación educativa enfocada al rendimiento académico.
¿Cuál debería ser el auténtico significado y sentido de la educación?
El verdadero significado de la educación es extraer el potencial interno del ser humano para que lo ponga al servicio de los demás. Todo ese potencial, que incluye los dones y talentos del individuo, es siempre único e intransferible. Del mismo modo, la verdadera educación está orientada a que el ser humano se conozca bien y en profundidad («conócete a ti mismo», nos dijeron los grandes sabios de la antigua Grecia); este autoconocimiento le permitirá expresar su potencial en beneficio de la realidad que le rodea.
¿Cuáles son las claves de poner la consciencia al servicio de la educación y la educación al servicio de la consciencia?
El conocimiento de uno mismo que acabo de mencionar lleva consigo una concepción y comprensión holística e integral de la persona, que tiene en cuenta todas y cada una de sus dimensiones: la física, la mental, la emocional y la espiritual. Debemos darnos cuenta de que la educación no es un simple juego de proyecciones psicoemocionales del educador hacia el educando; está mucho más allá de esto. Cuando ponemos la consciencia al servicio de la educación, percibimos claramente que el acto educativo es atemporal; es para toda la vida, y no se limita a los ámbitos académico y familiar. Desde el amor, el respeto y la libertad educamos para Ser, y el punto de partida siempre será el educador. Se trata de educar al educador, como decía el gran Krishnamurti.
¿Cómo se vive el proceso de enseñanza en el contexto de la educación consciente?
Con mucha pasión, entrega y humildad, ya que requiere de altas dosis de amor incondicional hacia el ser humano que se tiene enfrente, a fin de atender sus necesidades vitales particulares. La observación, la escucha consciente, la gestión emocional, la atención plena, la selección de espacios y entornos adecuados son algunos elementos que deberían estar presentes en un proceso de enseñanza y aprendizaje consciente. Esa relación de tú a tú entre educador y educando permite que afloren espacios de gran riqueza pedagógica.
¿Por qué dices en el libro que reírse es algo muy serio y cómo podemos conseguirlo y transmitirlo a los demás?
El modelo educativo que todos conocemos se construye y se alimenta sobre la base de una relación jerárquica de poder: está el que sabe (el educador) y el que no sabe (el educando). Esta relación reproduce exactamente lo que acontece dentro del modelo social imperante. Estas relaciones educativas son siempre dolorosas y motivadoras de sufrimiento para ambos. La alegría y el gozo deberían estar presentes en las relaciones educativas conscientes, dado que en estos estados florece en mayor medida el potencial de la persona, y se experimenta un mayor sentido vital. Pero ¿cómo vamos a plasmar estos estados si yo, como educador, no soy capaz de vivirlos? Uno de los grandes pilares de la educación consciente es la felicidad del ser humano, la cual no podemos encontrar fuera de nosotros mismos, por más que sea ahí donde la busquemos. El educador debe quitarle toda solemnidad al acto educativo y convertirlo en un proceso de descubrimiento creativo, que facilite precisamente esos estados de alegría y contento.
¿Cómo enseñar a compartir, cuando reconocemos que en líneas generales no damos prácticamente nada a los demás?
Si construimos nuestra realidad vital sobre la base del egocentrismo y el individualismo que tanto conocemos, los procesos de compartir tienen un papel irrelevante, como es evidente. Yo como educador debo vivir el compartir; debo partir siempre de mi propio ejemplo de vida, y eso muchas veces no lo tenemos integrado en nuestra cotidianidad. Si eso está presente, los procesos educativos que proponga con los demás tendrán ese mismo tono, ni más ni menos.
La enseñanza consciente tiene que sostenerse desde la colaboración, la cooperación, la ayuda y el trabajo en equipo.
Tenemos que fomentar estos comportamientos ya en los primeros años de vida y verlos como naturales y enriquecedores. De hecho, si percibimos el acto de educar como sacar la mejor versión de uno mismo y ponerla al servicio de los demás, implícitamente ya estamos fomentando el compartir(nos).
¿Cuál puede ser la alternativa al estado de estrés y ansiedad que sufrimos por culpa de la competitividad desde pequeños?
La gestión emocional es clave en todo ello. Es vital enseñar a comprender y regular las propias emociones desde una edad temprana. Para ello, debemos enseñar a cuidar el cuerpo físico, a respetarlo y cuidarlo adecuadamente, no solo a través de la alimentación sino también a través de la práctica del ejercicio físico, el contacto directo con la naturaleza, etc. También hay que enseñar a gestionar el mundo mental, a través de la respiración consciente, la música, el arte, el silencio y la meditación. Del mismo modo, deberíamos equilibrar el exceso de tecnología en el que están inmersos nuestros pequeños. Cada vez hay más proyectos educativos conscientes que apuestan por herramientas de gran valor consciencial para los niños.
¿Cómo debemos alimentar esa confianza necesaria entre padres e hijos, entre profesores y alumnos, tan necesaria para educar en la responsabilidad?
Desde la libertad y el respeto. Si no cultivamos estas dos cualidades tan importantes, la confianza no podrá estar nunca presente y, por ende, tampoco lo estará la aceptación; ambas van de la mano. La responsabilidad florece cuando ese hijo o alumno tiene la autonomía, el discernimiento y la actitud crítica suficientes para tomar sus propias decisiones siendo consecuente con ellas.
Si educamos desde el miedo, como habitualmente hacemos, mermamos la capacidad de respuesta de las personas, y por tanto su sentido de la responsabilidad.
Fomentar el espíritu crítico y reflexivo de las personas es clave para que puedan brotar la confianza y la responsabilidad que tanto necesitamos.
¿Qué has aprendido de tu experiencia personal como padre en el plano de la educación?
El aprendizaje es diario; es fascinante y tiene lugar momento a momento. Trato de no proyectar mi mundo particular en mi hija (mis deseos, miedos, anhelos, inquietudes, etc.). Los niños (cualquier ser humano, de hecho) necesitan que dediquemos tiempo a observarlos, atenderlos y escucharlos. A partir de ahí, desde una posición cercana e íntima, hay que intervenir lo mínimo posible (siempre que se pueda, claro está) para que, poco a poco, el niño pueda ir expresándose en libertad. Me fascina la sabiduría que atesora mi hija cuando tengo la humildad de no dar nada por sentado y de no limitarle cualquier forma de expresión, ya sea física, mental o emocional. Nuestros hijos son nuestros grandes maestros; nos enseñan a vivir de verdad, presentes, con frescura, alegría y espontaneidad. Esto es algo que, lamentablemente, vamos perdiendo con el paso de los años, sumidos en nuestros «problemas» y quehaceres.
Educar en positivo no es decir sí a todo. ¿Qué es educar en positivo y cómo se aplica en la educación consciente?
Educar en positivo es una forma de educar a partir de un acompañamiento más constructivo y reflexivo por parte del educador hacia el educando, en el que pueda estar presente un refuerzo positivo en todo momento. Siempre hay algo positivo en cada experiencia; por más difícil que parezca, siempre podemos extraer una virtud y un aprendizaje para nuestro crecimiento. Educar en positivo refuerza la empatía, el empoderamiento personal, la autoestima y la responsabilidad personal. Tenemos que evitar esos noes y esa negatividad tan habituales en nuestras acciones y crear espacios sugerentes en que las preguntas reflexivas puedan dar lugar a una oportunidad de aprendizaje. Este es el gran valor de la mayéutica socrática, que deberíamos recuperar en nuestro día a día.
La multiactividad y la multitarea imperan en la educación y en el mundo laboral. ¿Cómo asentar las bases de la paciencia, de la lentitud en el aprendizaje para ganar en sabiduría y calidad de vida?
Vivimos en una sociedad que se caracteriza por el culto a la velocidad, las prisas y la multitarea. Queremos ganarle tiempo al tiempo, en definitiva. Desde los primeros años de vida, los flujos de información que recibe el ser humano siempre van en esa dirección: cumplir objetivos, desde los más primarios hasta los más complejos. Cuantos más cumplamos y cuanto menos tiempo tardemos en hacerlo, mejor; la cantidad prima sobre la calidad. Todos esas actividades y tareas se realizan desde el ámbito de la mente concreta, prácticamente de una forma inconsciente y automatizada; queda poco espacio para plasmar otros procesos que sean mucho más creativos, intuitivos y reflexivos (procesos, en definitiva, en los que participe la mente abstracta). Vivir en consciencia lleva consigo un compromiso con la autoobservación, la atención plena, la presencia, el cultivo del silencio y la soledad, y tantos otros aspectos fundamentales para nuestro crecimiento interno. Todo ello facilita que nuestros procesos mentales y emocionales sean mucho más armónicos y equilibrados, y por tanto un mayor bienestar y una mejor calidad de vida. En la mitología griega se habla de dos dioses relacionados con dos tipos de tiempo, Cronos y Kairós. El primero estaba asociado al tiempo lineal que nos daña y esclaviza; es el tiempo del reloj, que nos condena a vivir deprisa y de una forma mecánica. Por otro lado, Kairós estaba asociado al tiempo espiritual, el tiempo de calidad que es imposible medir con el reloj. Este último es el que tiene que ver con vivir presentes, anclados al aquí y ahora, lo cual facilita, entre otras cosas, el cultivo de la paciencia.
Marisol Nuevo Espín