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Becky Kennedy: «Cuanta mayor desconexión tengamos con nuestros hijos, peor se van a comportar»

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La doctora Becky Kennedy ha sido bautizada por la revista TIME como «la gurú que susurra a los padres millenials», por ser la creadora del método de crianza «Good Inside» («Buenos por dentro»), que recoge en su libro Educar sin miedo (Planeta). Esta madre de tres hijos, es psicóloga clínica y especializada en crianza, y ha trabajado en diferentes centros médicos y hospitales. Durante los primeros días del confinamiento sus contenidos sobre crianza se hicieron virales, lo que le llevó a pasar de 200 a 1.3M seguidores en Instagram.

«Good Inside» pretende romper con la crianza más tradicional, huye de los castigos y considera que el sistema de recompensas solo funciona a corto plazo. Su innovador método de educación, que se ha convertido en un fenómeno social del parenting en EEUU, está basado en la empatía, el liderazgo, la unión familiar y en el fomento de la resiliencia en los hijos. Para Becky Kennedy, la crianza se tiene que centrar en los padres, no en los hijos. «Es a ellos a quienes hay que hacerles unos líderes fuertes».

Cada vez está más claro que muchas de las nuevas voces que marcan la agenda educativa nacen en las redes sociales. El éxito de Becky Kennedy reside en unos vídeos cercanos, que dan respuesta a temas concretos que preocupan a los padres, donde asegura que estamos criando niños que no tienen tolerancia a la angustia porque tienen todo al alcance de un «click».

Colabora con conocidos programas televisivos como Good Morning America, ha creado exitosos talleres para padres y empresas, y tiene un podcast con el mismo nombre de su método: podcast Good Inside, donde ha defendido que no existen los padres perfectos, porque el objetivo no es la perfección, sino saber rectificar.

Los buenos padres rectifican cuando se equivocan

¿Es posible educar a nuestros hijos sin tener en cuenta la parte del subconsciente de cómo nos educaron a nosotros nuestros padres cuando éramos pequeños?
Sí, creo que es posible tener un enfoque totalmente distinto al de nuestros padres cuando nos educaron. Fuimos educados, en muchos casos, con unos enfoques muy limitados y está bien tener estrategias y seguir distintos consejos que podemos leer hoy en día en muchísimos libros de crianza. Pero si no hay un trabajo real como padre o madre de autodescubrimiento de uno mismo y de autodesarrollo no va a haber un enfoque como el que presento en el libro Educar sin miedo. Con este enfoque los padres también pueden entenderse mejor a sí mismos y trabajar en sus detonantes. Como personas pueden ser más compasivas, pueden aprender a poner límites y por eso este enfoque es eficaz y funciona ya que se basa en dos pilares, el de la crianza y el del trabajo en nosotros mismos como padres, que indudablemente van de la mano.

Muchos padres estamos acostumbrados a leer multitud de libros sobre crianza. ¿Podríamos hablar de algún ejemplo práctico donde ellos se vean reflejados y que además les pueda animar a leer el libro?
Imaginemos una situación: un niño de cuatro años está en la misma habitación que su hermano pequeño de dos años y están jugando con unos bloques. Y el de cuatro años empieza a pegar a su hermano porque quiere el bloque que tiene el pequeño y se siente frustrado. ¿Cómo se enfocaría esa situación teniendo en cuenta la metodología de Good Inside o Buenos por dentro? En ese momento, yo, como padre o como madre, tengo que pensar: estoy ahora mismo viendo a mi hijo de cuatro años, que es un buen niño, pasando por un mal momento y este niño ahora necesita mi ayuda. Necesita mi ayuda tanto él como el pequeño. Y lo primero que tengo que hacer es mantener la seguridad. Primero le dices «no te dejo que hagas eso» y si hace falta, le tiras de la mano para que deje de golpear a su hermano y más adelante, vas a tener que buscar un momento calmado para poder enseñarle a construir la habilidad que le permita enfrentarse a la emoción de frustración. Pero como todavía seguimos en el momento presente, lo que hago es, con tranquilidad, establecer el límite. Pongo el límite diciendo NO TE DEJO. En ese momento, estoy también primando que es una situación en la que tengo que separarles y como los dos necesitan de ayuda, tengo que mantener la seguridad del entorno. Lo que hago después es tratar de explicar a mi hijo de cuatro años el por qué se ha sentido así. Entonces cuando estemos él y yo solos, voy a intentar reproducir esa misma situación diciendo: «bueno, ahora quieres este bloque y yo misma estoy jugando contigo. A mí, a veces, también me cuesta compartir. Yo como adulta, también tengo dificultades para compartir». Así, en este momento estoy reconociendo también el sentimiento de frustración que ha tenido mi hijo en ese momento, la dificultad que él ha sentido a la hora de compartir.

¿Cómo enseñarle después a gestionar el conflicto?
Luego vamos a centrarnos en el aprendizaje, nos sentamos con nuestro hijo y tenemos que dedicarle un poquito de tiempo a reproducir esa misma situación. Pues puede ser con muñecos, por ejemplo. Entonces le explico que, en algunos momentos, a mí me cuesta compartir. Compartir es algo difícil, pero mi obligación, digamos como adulto, es mantener su seguridad: «entiendo que te hayas sentido frustrado. Quizá la próxima vez que te sientas frustrado puedes intentar hacer este movimiento», y entonces le enseñas que cuando se sienta frustrado puede alejarse y cruzar los brazos. Y esto significa que automáticamente la próxima vez que se reproduzca una situación parecida, y que él se sienta frustrado, no va a pegar a quien esté a su lado. Puede que no ocurra, pero lo que estamos haciendo es reducir la probabilidad de que esto vuelva a ocurrir.

Esta misma fórmula ¿es válida para los niños con alta sensibilidad?
Si pensamos un poco en la imagen de que un niño puede ser como una casa, por así decirlo, con la mayoría de los niños entras en la casa por la puerta principal.

En el caso de los niños hipersensibles, si intentas entrar por la puerta principal, lo que van a hacer es darte con la puerta en las narices.

Son niños que fácilmente se sienten o se acaban sintiendo solos y lo más fácil es dejarles un poquito solos en su mundo, en su burbuja. Pero al mismo tiempo, son niños cuyo mayor miedo es sentirse abandonados o sentir que se les está dejando de lado. Así que en estos casos lo que recomiendo es entrar por la puerta lateral o por la puerta trasera de la casa, algo que explico en mis talleres donde se trabaja este enfoque específico. Es un enfoque único que nos permite entender mejor cómo ayudar a este tipo de niños. Son estrategias totalmente diferentes y lo que trato de aportar con mi metodología es esperanza y optimismo para los padres de este tipo de niños.

Vivimos en la era de la sobreprotección infantil. ¿Qué podemos hacer los padres para superar el miedo de que les pase algo a nuestros hijos para dejar de ser tan sobreprotectores?
En el mundo actual, vivimos en la era de la información, podemos consultar todo tipo de fuentes y tenemos la sensación de que cualquier cosa tiene respuesta. Nos metemos en Internet, encontramos millones de consejos y de informaciones y esto nos hace pensar que podemos tener cierta certidumbre o seguridad en los conocimientos a los que accedemos. Esto realmente lleva a pensar que si yo se lo suficiente como padre o madre, entonces puedo reducir o prácticamente eliminar el riesgo para mis hijos, pero esto al final conduce a que sean niños más ansiosos, porque lo que hacemos es que tendemos a sobreproteger. ¿Cómo cambiamos esta tendencia, y cómo revertimos todo esto? Dándonos cuenta de que ésta no es una cuestión relacionada solo con la crianza, sino que sería más bien una cuestión relacionada con nosotros mismos como padres. Aquí lo que tenemos que hacer es reflexionar sobre nuestros propios detonantes, reflexionar sobre nosotros mismos, conocernos mejor para poder abordar, estos detonantes. El ejemplo sería el de un padre que siente ansiedad en muchos momentos. Si no quiere transmitir esa ansiedad a sus hijos, el enfoque sería qué puedes hacer tú como padre para tratar de minimizar o mejorar esa ansiedad que sientes. Entonces el trabajo que tenemos que hacer nosotros mismos como padres es quizá la clave más importante del tema de la sobreprotección que has planteado.

¿Nunca es demasiado tarde, incluso cuando a veces la adolescencia de nuestros hijos nos sorprende de manera desagradable con problemas de rebeldía?
Creo firmemente en el principio de que nunca es demasiado tarde. Es un principio que creo que se puede aplicar incluso con personas mayores, abuelos y sus hijos adultos. Incluso podemos pensar en cómo nos sentiríamos si recibiéramos una llamada de teléfono de nuestro padre o madre diciendo «lo siento, creo que algunos de mis enfoques con respecto a la crianza no fueron los más acertados. Siento que te hayas sentido mal. Siento no haberte escuchado más. Siento no haber tratado de entenderte mejor». Nosotros, como adultos, nos sentiríamos mejor. Entonces nunca es demasiado tarde. Esto nos ayuda a nosotros como adultos, así que en el caso de unos adolescentes con sus padres, el enfoque debería ser el mismo. También ayudaría a la situación, quizá, una conversación con ellos. El punto de partida, digamos, podría ser algo así como «entiendo que hay muchas razones por las que ahora nos encontramos en una situación complicada. Me gustaría tratar de hacer las cosas de manera distinta, tener un enfoque distinto. Me gustaría escuchar, te prometo no contestarte replicarte ni nada. Simplemente lo que voy a hacer es escuchar en qué momento te has sentido mal o porque te has sentido mal a raíz de cosas que yo he podido decir o hacer. Y bueno, este simplemente sería un punto de partida para empezar a cambiar las cosas con unos hijos adolescentes que están en esta situación complicada o rebelde.

¿Cuáles son los nuevos retos que tienen los padres millenials, que no tuvieron sus padres y por qué deben cambiar la forma en que van a educar a sus hijos?
Todo se puede mejorar con respecto a la generación futura y considero que la crianza siempre ha sido muy difícil. Lo que pasa es que hoy en día las nuevas generaciones hablan abiertamente de lo difícil que es ser padre y son generaciones que están tratando de hacer malabarismos porque mientras están criando a uno o varios niños al mismo tiempo, están tratando de entenderse mejor a sí mismos. Y todo esto sin recursos y sin apoyo. Y esto, sin duda es un es un desafío. Quizá pensando en las diferencias en entre la relación que tenía yo con mis padres y la relación que puedo tener yo ahora con mis hijos, un desafío claro tiene que ver con las nuevas tecnologías y sobre todo con los móviles. Si yo estaba en mi casa con mis padres y mi padre, por ejemplo, quería desconectar un poco de estar conmigo, pues seguramente la única distracción que tenía al alcance de la mano era abrir el periódico. Sin embargo, nosotros tenemos el móvil muy cerquita y en cualquier momento podemos desconectar. Es realmente muy fácil distraerse con otra actividad y los niños lo que más necesitan es conexión con nosotros mismos como padres y necesitan nuestra plena atención.

¿Esto ocurre en tu familia también?
Bueno, yo misma soy pecadora en ese sentido, porque con mis hijos muy a menudo, cuando están interactuando conmigo en un porcentaje muy elevado de situaciones, mi móvil está presente. Entonces, reconozco que no es nada fácil, pero al mismo tiempo hay que entender que cuanta mayor desconexión tengamos con nuestros hijos, peor se van a comportar. Así que no tengo la respuesta a este desafío, pero tenemos que tener en cuenta la diferencia con respecto a nuestros padres. Nosotros debemos tener contacto visual y mirarles a la cara, mucho más a menudo de lo que nuestros hijos lo hacen con nosotros, ya que entre medias está el móvil.

¿Es normal que los niños sientan frustración? ¿Cómo deben gestionarla?
Sensaciones como la tristeza o la frustración nos van a acompañar durante toda la vida y como adultos también nos vamos a sentir así. ¿Cuál es el objetivo? Que aprendamos a tolerar estos sentimientos, no que los descartemos y los eliminemos. Imaginemos la siguiente situación: recojo a mi hijo del colegio y por el camino me cuenta que durante el recreo nadie quería jugar con él. Respuesta típica que podemos tener la mayoría de los padres: ¿cómo que nadie quería jugar contigo? Bueno, pero si tienes muchos amigos ¿no?, no acabo de entenderlo. Pero, ¿qué estamos haciendo? En realidad, el mensaje que les estamos dando es «elimina esa sensación de frustración». Lo que propongo es que a pesar de esta difícil situación, una buena respuesta sería: «cómo me alegro de que estés hablando de este tema conmigo. Pues vaya rollo, vaya faena lo que te ha pasado. A mí también me ha pasado algo parecido, yo misma intentaba o quedar a comer con varias amigas y al final, pues me han dejado tirada o no ha sido posible o algo así. Este es el enfoque de Good Inside. No es que haya palabras correctas o términos correctos, sino que con este cambio de perspectiva y este cambio de marco como padre nos vamos a poder enfrentar a las situaciones difíciles o a los problemas de manera distinta. Y al entender o interpretar la situación en este marco y de manera distinta, encontraremos nuestras propias palabras como padres y siempre serán las mejores, mejores que las que pueda deciros yo.

Good Inside significa que el niño en realidad es bueno por dentro, pero me gustaría saber si es que acaso un niño está siendo malo cuando está teniendo una rabieta o cuando siente celos de su hermano. ¿Estas etiquetas de malo o bueno también afectan al comportamiento de los niños?
A mí estas etiquetas nunca me han gustado, sobre todo, porque estas etiquetas siempre se asocian con un comportamiento que estamos observando: la niña que está levantando la mano para hacer una pregunta, parece tan buena niña*, y en cambio mira ese ese niño que está tirando arena, parece un mal niño. Sin embargo, mi enfoque no está asociado con estos comportamientos observables. No tiene nada que ver con eso.

Yo no considero que exista el contrario de malo por dentro.

Lo que estoy tratando de defender es que son niños que pueden estar pasando por un momento difícil y nuestro enfoque como adultos debe ser que puedo ayudar a este niño y puedo tratar de enseñarle o darle las habilidades para que aprenda de esta situación sin utilizar el método del castigo.

Considera la resiliencia como un gran pilar educativo. ¿Por qué debemos enseñar a los niños a ser resilientes?
La resiliencia se podría definir como nuestra capacidad para tolerar la adversidad o los momentos difíciles y es fundamental para para los niños que luego se van a convertir en adultos porque van a tener que enfrentarse a todo tipo de adversidades a lo largo de su vida. Si mis hijos ven que yo soy capaz de tolerar la frustración, ellos van a ser más capaces también de tolerar la frustración. En ese sentido, considero que esas situaciones difíciles tienen que aprovecharse como una oportunidad de enseñanza. Si enseñamos a los niños a ser más resilientes, cuando sean adultos tendrán en una mayor capacidad o más herramientas para poder enfrentarse a la adversidad.

En el libro defiendes decir la verdad a los niños, pero parece que actualmente, se la maquillamos demasiado para que no sufran, ¿cómo debemos decir la verdad a los niños?
Bueno, soy una gran defensora de la verdad.

Muchas veces tendemos a maquillar la verdad, pero en realidad con ese maquillaje estamos haciendo más daño del que somos conscientes.

Los niños necesitan información y quieren tener información. El mayor miedo de un niño al final se podría reducir a sentirse solo, a tener información confusa, a no tener información, a no recibir una historia o una narrativa que tenga sentido o que encaje un poco en la información que él está observando. La sección específica sobre decir la verdad es una sección donde pueden aprender mucho los padres. Imaginemos el caso de una muerte, que mi tía ha fallecido de cáncer. Puedes explicarle al niño que se ha muerto, que se ha muerto de cáncer y le explicas lo que es la muerte. Si le explicas lo que es el cáncer o que se ha muerto porque estaba enferma, la próxima vez que tú enfermes, por ejemplo, que tú te pongas malo por lo que sea, pues lo mejor, tu hijo va a pensar que vas a desaparecer por el hecho de haber explicado las cosas tal y como te las has explicado en situaciones anteriores. Por tanto, soy una gran defensora de decir la verdad en el marco de establecer una comunicación respetuosa con el niño.

Marisol Nuevo Espín

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