Al ver crecer a nuestros hijos, es importante distinguir entre lo que consideramos, diferencias, limitaciones y defectos. Estos tres aspectos nos demuestran que cada uno de nuestros hijos es único e irrepetible y que la perfección… está lejos de ser lo más deseable.
Si nos tomáramos en serio la tan repetida afirmación de que cada persona es única e irrepetible, habríamos de concluir, en primer término, que todos somos diferentes a todos los demás.
Y diferentes en todo, también en nuestros defectos, en nuestras limitaciones… ¡y en nuestras diferencias! Pero, una cosa es saberlo, y otra, vivirlo. Y otra, mucho más difícil vivirlo con nuestros hijos. Y mucho más complicado vivirlo con nuestra pareja.
Y es que los defectos os molestan, las limitaciones nos molestan y también nos molestan las diferencias. Al molestarnos, tendemos a meterlo todo en el mismo saco: el de los defectos, que es necesario corregir.
Es necesario aprender a distinguir entre diferencias, limitaciones y defectos.
Diferencias: explora la mejor versión de cada uno de tus hijos
Las diferencias sin más, no son defectos, por más que nos cueste convivir con ellas. Cada quien es como es, único e irrepetible. E incomparable e insustituible, no lo olvidemos, ya que, lo que aporta, nadie puede aportarlo en su lugar.
Y solo siendo a fondo quien es, podrá llegar a ser quien está llamado a ser: su mejor versión, como suele decirse. Pero, en cualquier caso, la suya, diferente a cualquier otra mejor versión, incluyendo la que nosotros desearíamos para él o para ella, la que nos gustaría, la que nos evitaría problemas o incomodidades*
Limitaciones: lo que se le da bien y lo que no
Admitimos sin dificultad, así, en abstracto, que todos somos limitados. Y también que hay que contar con las limitaciones propias y ajenas. Mucho más nos cuestan, en el día a día, las de quienes conviven con nosotros, particulares, concretas y cercanas.
E incluso más si nosotros no las tenemos, ¡y no quiero contarte si se trata de algo que se nos da bien hasta tal punto que podríamos decir que nos sale solo. Simplemente, no podemos comprender cómo él o ella no son capaces de poner por obra algo tan sencillo. O sencillo para nosotros. Los demás son… diferentes.
¡Y nadie está obligado a ser perfecto! Ninguno de nuestros hijos tiene el deber de ser perfecto: no le pidamos lo que no nos puede dar.
Defectos: no son lo que nos molesta
Los defectos, en cambio, van por otro lado. Ante todo, dejemos claro lo que es realmente un defecto. No es, «lo que nos molesta», aunque normalmente nos irrite. Ni es una simple limitación ni, menos, una diferencia.
En sentido propio, un defecto es algo que hace daño a quien lo tiene porque perjudica también a quienes lo rodean y viceversa. Lo que le impide desarrollarse como persona, porque lo hace también más difícil para quienes conviven con él.
A tener en cuenta
– Las diferencias hay que amarlas y promoverlas, por más que nos puedan fastidiar.
– Las limitaciones hay que tenerlas en cuenta, para no pedir a alguien lo que no puede dar y, sobre todo, para ignorarlas y centrar nuestra atención en sus cualidades y fortalezas, que es lo que debemos promover.
– A la persona hay que quererla con sus defectos y disponernos amablemente, y con suma paciencia, a ayudarle a superarlos. ¡Sobre todo a través de nuestro amor! Y saber y considerar, aunque sea obvio, que a cada quien nos cuesta superar los propios defectos, no los de los demás.
Tomás Melendo. Autor del libro El encuentro de tres amores. Diez principios y una clave para educar (Palabra).
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