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La mochila digital: el debate sobre la reutilización y precio de las licencias

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Ya ha arrancado el nuevo año escolar, las mochilas están preparadas con todo lo necesario para que los niños aprendan lo que corresponde al nuevo curso. ¿O no? En este punto, siempre surge el debate respecto a si el material de aprendizaje impuesto por los centros educativos es el más adecuado, así como las quejas por los cada vez más elevados precios de los libros, la polémica sobre los deberes o la carga añadida que suponen las actividades extraescolares.

La presencia de la tecnología avanza inexorablemente en nuestras vidas, y también en el entorno de aprendizaje. De hecho, cada vez son más los colegios que empiezan a implantar este formato en sustitución de los libros tradicionales, aunque todavía con un modelo de coexistencia.

Según una consulta reciente realizada por Lingokids entre 600 familias de toda España con hijos menores de 10 años, más de la mitad (53%) de los centros educativos han comenzado ya a incorporar la denominada mochila digital. Con ella, los alumnos estudian con un dispositivo electrónico desde el cual acceden a la versión electrónica de los libros de las diferentes materias, incluidos los de lectura.

A favor y en contra de la mochila digital

Pero este nuevo modelo de aprendizaje no debe consistir simplemente en trasladar el papel a la pantalla, sino que la transformación digital puede ir mucho más allá. La tecnología permite incorporar a la rutina educativa recursos audiovisuales, juegos y actividades interactivas que aportan un valor añadido al aprendizaje de los más pequeños y facilitan el conocimiento de las materias objeto de estudio. Además, los contenidos digitales están en constante evolución y actualización, lo que representa una ventaja notable respecto al papel.

Sin embargo, la sociedad aún está dividida en lo relativo a la implantación de la mochila digital. De hecho, según el citado estudio, se sitúan por encima (57%) los progenitores que se posicionan en contra, al considerar que los libros tradicionales son más eficaces para estudiar, al permitir subrayar y hacer uso de la memoria visual. Y destacan también que ya utilizan bastante los dispositivos electrónicos en su tiempo de ocio, que cada vez es más digital.

Por el contrario, el 43% restante de los consultados sí es favorable al formato electrónico, destacando como ventaja que, al ser nativos digitales, a los niños les resulta una forma más sencilla y atractiva de estudiar. Además, apuntan como positivo que de este modo no tienen que llevar tanto peso en la mochila, ni pueden olvidarse en clase de un libro que necesitan, y tampoco perderlo y quedarse sin él.

La mochila digital, ¿más barata?

Tampoco hay consenso entre las familias respecto al coste económico que supone el cambio de formato. Casi la mitad de los padres (46%) considera que la mochila digital sí supone un ahorro con respecto a los libros en papel, pero también hay una cuarta parte que no lo ve así, al desaparecer la opción de reutilizar o comprar libros de segunda mano y verse obligados a comprar cada año las licencias digitales. Para algunos padres, los libros digitales han resultado ser el negocio perfecto para las editoriales. Nadie reutiliza nada y el coste para la editorial es incluso menor que antes al no tener que imprimir. 

A estas licencias hay que añadir el coste del propio dispositivo electrónico, un desembolso que es necesario realizar en el primer curso de implantación (al menos si el colegio impone un modelo concreto), y que el 29% de los progenitores recuerda que puede hacer todavía más cara la vuelta al cole. Eso sí, a medida que el niño pasa de curso, el desembolso se va amortizando y al final sí llega a ser más económico.

La realidad es que la digitalización va a estar cada vez más presente en los colegios. De hecho, incluso en aquellos que todavía siguen aprendiendo en papel, los profesores utilizan cada vez más recursos digitales, que comparten con los alumnos mediante las plataformas educativas. Sin duda, las nuevas tecnologías pueden convertir el aprendizaje en una actividad más lúdica, más entretenida y también más eficaz. No tiene sentido darle la espalda a esta realidad.

Además, para muchos padres el Chromebook tiene sentido cuando se utiliza en los colegios con materiales propios del centro que elaboran los profesores. 

Apps educativas

Por ello, incluso cuando los niños siguen utilizando los libros tradicionales, podemos complementar su aprendizaje desde casa con apps educativas y todo tipo de contenidos digitales que les sirvan no solo para aprender, sino para divertirse aprendiendo.

De hecho, del estudio se desprende que casi 9 de cada 10 progenitores (87%) de niños menores de 10 años planean para este curso poner a su disposición este tipo de apps educativas. Incluso, cerca de la mitad (46%) estarían dispuestos a pagar mensualmente entre 5 y 15 euros por ellas si son de calidad.

La digitalización puede incluso aliviar un poco la logística y la economía de las familias en lo que respecta a las actividades extraescolares. Este curso, el 88% de los niños irá a al menos una actividad deportiva o artística fuera del horario lectivo, y más de la mitad (56%) irá a extraescolares de inglés. Está claro que nunca podremos apuntar a nuestros hijos a un equipo de fútbol online, pero sí pueden estudiar un idioma mediante una plataforma digital. Hoy día existen metodologías muy eficaces en este sentido, y las ventajas en el día a día pueden ser interesantes.

No podemos demonizar la tecnología. O mejor dicho, por el bien de nuestros hijos no deberíamos hacerlo. Como suele decirse, las cosas son buenas o malas en función del uso que se hace de ellas. Y el uso de las herramientas digitales, siempre y cuando sean de calidad y se realice con el control necesario, solo puede aportar aspectos positivos a su aprendizaje. La clave está en combinar sentido común, equilibrio y supervisión.

Rhona Anne Dick, directora de Experiencia de Aprendizaje de Lingokids

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