Las enfermedades urológicas más frecuentes varían en cada etapa de la vida. Esto es así en todas las patologías. Así, mientras que en los lactantes la consulta más común es la criptoquídia (ausencia de testículo en la bolsa escrotal), a partir de los tres años es habitual empezar a tratar la fimosis y en la adolescencia los varones deben comenzar con la autoexploración para descartar tumores o quistes.
De hecho, conocer cuáles son las enfermedades más frecuentes en urología pediátrica durante el crecimiento y desarrollo del niño es vital para lograr su detección precoz.
Tal y como indica la doctora Laura Burgos Lucena, Cirujana Pediátrica, especializada en Urología Pediátrica y responsable de la Unidad de Suelo Pélvico Pediátrico de ROC Clinic, «al principio de la vida, las patologías urológicas más frecuentes son las anomalías congénitas debidas a problemas durante la formación de los diferentes órganos y sistemas. Durante la infancia, la mayoría de las enfermedades urológicas siguen siendo debidas a anomalías congénitas y se van añadiendo los trastornos debidos a los hábitos adquiridos y al retraso en la madurez de algunos sistemas. Y finalmente, en la etapa prepuberal y puberal, predominan las alteraciones funcionales y cobran más importancia los tumores».
Patologías urológicas prenatales
Gracias a los avances en el seguimiento ecográfico durante el embarazo y la mejora de las técnicas de diagnóstico prenatal, en las últimas décadas se ha conseguido detectar un mayor número de enfermedades congénitas, siendo la más común la ureterohidronefrosis (UHN), diagnosticada durante la gestación. La UHN es la dilatación de la vía urinaria superior, es decir, del conducto que lleva la orina desde el riñón hasta su entrada en la vejiga.
Esto puede deberse a varias patologías que deben ser diagnosticadas y seguidas en el recién nacido, siendo las más prevalentes el reflujo vésico-ureteral (RVU) y la estenosis pieloureteral (EPU), entre otras. «En concreto, el RVU es el hallazgo urológico más frecuente en el periodo neonatal, ocurriendo aproximadamente en el 1 por ciento de los recién nacidos y hasta en el 30 por ciento de aquellos que presentan infecciones urinarias con fiebre, además de tener un alto factor genético, pudiéndose heredar de padres a hijos hasta en el 35 por ciento de los casos y entre hermanos en el 27 por ciento», explica la Dra Burgos.
Urología pediátrica: patología del lactante
Durante el primer año de vida, es importante que el niño siga revisiones periódicas para diagnosticar de forma precoz posibles anomalías del desarrollo que requieran tratamiento en edades tempranas. El motivo de consulta más común en esta etapa es la ausencia del testículo en la bolsa escrotal. Esta anomalía se conoce como criptorquídia y se debe a un fallo en el descenso normal del testículo, desde la cavidad abdominal hasta el escroto, durante los últimos meses de embarazo o los primeros 6 meses de vida.
Como indica la Dra. Burgos, «el testículo necesita unas condiciones óptimas para su correcto desarrollo y crecimiento y por ello es importante que, si lo precisa, sea intervenido para alojarlo en la bolsa escrotal».
Otra patología común es la hidrocele, que no afecta al crecimiento del testículo y no provoca dolor, pero debe ser valorado por un especialista, pues el testículo se encuentra en su sitio, pero la comunicación con la cavidad abdominal permanece abierta y el líquido desciende al escroto, provocando el aumento de tamaño de éste a lo largo del día.
También en el lactante, es importante explorar el pene y descartar la presencia de anomalías, entre las cuales el hipospadias es una de las más frecuentes. Se trata de un defecto en la formación del pene en el que la posición del orificio por donde sale la orina está bajo, acompañado de la incurvación del pene y un defecto en la piel de éste. Además, en esta etapa se sigue la evolución de la EPU y el RVU identificados durante la gestación o al nacimiento y los diagnosticadas durante este primer año de vida.
Patologías urológicas del niño
A partir de aproximadamente los tres años se empiezan a tratar las patologías que pueden resultar más familiares para la población, como son la fimosis o la incontinencia urinaria.
La fimosis es la estrechez congénita de la piel del pene que impide la retracción del prepucio y por tanto, la correcta higiene de la zona. Ante esta situación, la Dra Burgos recomienda lo siguiente, «lo primero es la valoración por parte de un especialista para determinar si el niño tiene o no fimosis y si está indicado el tratamiento con pomada o la intervención quirúrgica, iniciando el tratamiento alrededor de los tres años con el fin de que la patología se resuelva antes de los cuatro».
En cuanto a la incontinencia urinaria, es habitual que aparezca en esta etapa, ya que el niño empieza a adquirir más autonomía, sucediéndose situaciones en las que es habitual que priorice el juego y reprima las ganas de orinar. Es entonces cuando empiezan las primeras manifestaciones de la falta de hábito miccional y se producen los escapes y las infecciones de orina.
También son frecuentes los episodios de incontinencia urinaria debidos a hiperactividad vesical, estreñimiento o debilidad del esfínter urinario, para lo que expertos de ROC Clinic advierten que «ante cualquiera de estos síntomas, es importante que el paciente sea valorado por un urólogo pediatra para restablecer el ciclo miccional normal y evitar la incontinencia y las infecciones».
Entre los seis y los ocho años, es muy común la consulta por los escapes de orina durante el sueño. Esta patología, se llama enuresis y afecta al 10-20% de los niños de siete años. Se debe a que los mecanismos que regulan la producción de orina durante el sueño aún no se han activado y por ello, el niño orina por la noche igual que durante el día. Ante esta situación la Dra Laura Burgos tranquiliza a padres y niños, pues mediante una serie de medidas orientadas a redistribuir la ingesta de líquidos y con la ayuda ocasional de medicamentos en los casos que estén indicados, se ayuda al niño a superar esta etapa intentando que no le afecte en su desarrollo social y personal.
Las enfermedades urológicas del adolescente
Llegados a la etapa adolescente, es decir, a partir de los 12 a 14 años, los motivos de visita a la consulta de Urología Pediátrica suelen ser las anomalías del pene y del testículo. Entre las primeras, destacan la presencia de incurvación peneana o de frenillo corto, que provocan molestias durante la erección. Con respecto a este aspecto, la doctora informa que «no todas las incurvaciones precisan tratamiento, pero aquellas por encima de los 30 grados, se consideran clínicamente significativas y pueden generarle problemas e incluso dolor».
Por último, pero de gran importancia, hay que destacar las anomalías del testículo, para lo que es vital la autoexploración a estas edades, para identificar la presencia de quistes, varicoceles o tumores y hacer el seguimiento oportuno.
Sonia Peralta
Asesoramiento: doctora Laura Burgos Lucena, Cirujana Pediátrica, especializada en Urología Pediátrica y responsable de la Unidad de Suelo Pélvico Pediátrico de ROC Clinic
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