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Nadie nos enseñó a ser personas, estamos improvisando

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¿Se puede educar para aprender a convivir con otros?, ¿se puede educar para aprender a ser? Hoy en día puedes aprender sobre cualquier materia, asignatura o concepto profesional, pero (casi) nadie te enseña a enfrentarte a los retos vitales más importantes.

¿Por qué nadie nos enseña a ser personas? Piénsalo. Cuando tenías apenas 7 años ya sabías leer, escribir y hablar. Durante el resto de la época escolar aprendiste matemáticas, ciencias naturales, historia, música, arte, educación física, etc. Todo orientado a conseguir un puesto de trabajo y «ganarte el pan».

Al principio, durante tu juventud, no le diste demasiada importancia. Pero cada día, en el amor, en el trabajo, con la familia, con las amistades… te topas con situaciones y relaciones que ponen a prueba tu felicidad y la de los tuyos. Dependiendo de tu estructura de personalidad respondes de una manera u otra. Casi siempre de una manera inconsciente. Como si tuvieras en tu interior una respuesta programada a ciertos estímulos y maneras de actuar de las personas de tu entorno.

A veces, sale bien y tu felicidad se multiplica. Pero, otras, desearías haber actuado de una manera radicalmente distinta porque pierdes relaciones que valorabas muchísimo o se vuelven tóxicas, das mucho por alguien que no lo merece y acabas sacrificando tu propia felicidad, etc.

¿Por qué? Porque no te enseñaron a reconocerte y reconocer a los demás. Porque no te explicaron cómo entender y comunicarte con personas que hablan un lenguaje psicoafectivo distinto al tuyo. Porque no te hicieron responsable de tu propia felicidad mientras te hacían responsable de la felicidad de los demás.

Porque te enseñaron ciencias, matemáticas, a leer y a escribir, pero no cómo ser una persona más sabia, fuerte, templada, determinada, consciente y sana.

En 1993, la Unesco constituyó la Comisión Internacional sobre la Educación para el siglo XXI, para reflexionar sobre la forma en que la educación ha de hacer frente a los retos del futuro, ya que «(…) la educación constituye una de las armas más poderosas que disponemos para forjar el futuro (…)». Este informe sirve para extraer recomendaciones que han de orientar el diseño de las políticas educativas a nivel mundial y se fundamenta en cuatro pilares: aprender a aprender, aprender a hacer, aprender a ser y aprender a vivir juntos.

A pesar de las recomendaciones, no sólo del Informe Delors (1996), sino también del informe «Aprender a ser» del año 1973, ni la política educativa, ni los centros, ni los profesores, ni orientadores, ni familias, ni ninguna institución de la sociedad civil se ha preocupado de formar explícitamente en dos de los pilares propuestos: «aprender a ser» y «aprender a convivir juntos».

Durante mucho tiempo hemos dado excesiva importancia al conocer, al desarrollo de la dimensión cognitiva, y nos hemos despreocupado de otras dimensiones básicas del ser humano, como la afectiva, la moral y la cívica, incluso de la espiritual o trascendental.

Una de las finalidades de la educación

Es formar a personas, o el desarrollo integral de la persona y su capacidad para transformar la sociedad, se nos ha olvidado en este proceso. No sólo formar a personas que tengan recursos para adquirir conocimientos, sino que manifiesten también calidad en sus comportamientos.

Y esto no es más que educar en habilidades, actitudes y valores. En efecto, todos sabemos que para ser íntegros y realizarse como personas no basta con tener muchos conocimientos, pues también hay que analizar actitudes y valores de nosotros mismos y de los demás, hay que «vivir» estos contenidos, generando espacios de reflexión, debate y acción, favoreciendo la comunicación, el intercambio de opiniones, la expresión de sentimientos, la aceptación de la diferencia, el respeto mutuo y la construcción de acuerdos».

Aprender a ser, un pilar abandonado

¿A qué nos referimos cuando se habla de «aprender a ser»? «Aprender a ser» hace referencia a desarrollarse como persona, pero ¿qué persona? El ser persona es todo lo que vamos construyendo sobre los cimientos desnudos de nuestro ser biológico. Nuestra identidad personal se compone de nuestra historia de vida, nuestro temperamento y nuestro carácter, de nuestra memoria y nuestras singulares experiencias, de nuestras relaciones sociales y el modo de reinterpretar la cultura aprendida, etc.

Pero cómo se enseña a «aprender a ser», esto es un camino que solo la propia persona puede recorrer, aunque en la Escuela Humanista te muestran cómo avanzar y mejorar, es un modelo educativo distinto. Basado en las dinámicas del comportamiento humano para lograr esa vida plena, feliz y con sentido. No obstante, la transformación que deseas y necesitas en tu vida depende de la propia persona, porque para convertirte en una persona más sabia, fuerte, templada, determinada, consciente y sana es necesario un compromiso que te lleve a elevar tu consciencia y mejorar desde todas las dimensiones de tu vida.

Álex Rovira. Experto en psicología y autor de varios libros como La buena suerte, La buena crisis, El laberinto de la felicidad, El bosque de la sabiduría o La vida que mereces.

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