Una familia supone la unión de personas que están unidas por un vínculo y que comparten un proyecto vital en común. En la familia se generan fuertes sentimientos de pertenencia, existe un compromiso personal entre sus miembros y se establecen intensas relaciones de intimidad, afectividad, reciprocidad y dependencia.
Cuando se conforma una nueva familia, ésta se convierte en una entidad que es más que la suma de sus miembros, ya que adquiere una identidad propia y, como organismo vivo que es, evoluciona desde su nacimiento y va pasando por una serie de etapas que conforman su ciclo vital.
¿A qué nos referimos cuando hablamos del nido vacío?, ¿Qué síntomas aparecen?, ¿Podemos y/o debemos pedir ayuda?, ¿Qué nos puede ayudar a superar esta etapa de la vida?
¿Qué es el nido vacío?
El nido vacío constituye la etapa evolutiva de la familia en la que se produce la emancipación del último de los hijos.
Lo esperable es que los hijos necesiten construir su propio proyecto de vida de forma independiente y autónoma, comenzando este proceso con la separación de quienes hasta el momento han sido sus cuidadores, sus padres.
Esta fase del ciclo vital de la familia supone una crisis de carácter universal, es decir, todas las familias pasan por ello, lo cual no quiere decir que todas pasen por ello de la misma manera.
Todos los miembros de la familia han de reorganizarse y adaptarse encontrando nuevas formas de funcionamiento que devuelvan la estabilidad a la familia.
¿Cuándo es un problema para los padres?
La mayoría de las familias pueden salir airosas de esta etapa de cambio, sin embargo, cuando esto resulta no ser así, aparecen las dificultades familiares especificándose en la sintomatología individual de uno o más de los miembros de la familia.En estas situaciones lo que ocurre con frecuencia es que las familias tratan de seguir funcionado con las mismas reglas con las cuales funcionaron en la etapa anterior, esto es, «cuidar a quienes ya no necesitan ser cuidados», lo cual supondrá numerosos problemas en el funcionamiento familiar.
Los padres que hayan construido su identidad en torno a su rol de cuidador y aquellos que hasta este momento hayan ejercido un fuerte control sobre sus hijos y no hayan ido fomentando la autonomía de estos serán los que más dificultades de adaptación van a encontrar en este momento evolutivo.
Las familias monoparentales (un único progenitor con hijos a su cargo) es más probable que también presenten problemas, ya que el progenitor ha tenido que involucrarse en gran medida a la crianza de los hijos y les resulte más difícil «dejarles ir». Por otro lado también es común el sentimiento de culpa de los hijos a la hora de independizarse por «dejar solo» a quien tanto le ha dado.
Cuando los hijos vuelan
La emancipación de los hijos a menudo se solapa con otras pérdidas afectivas como la jubilación, el fallecimiento de los propios padres, las enfermedades propias… que pueden complicar aún más el proceso de ajuste a la nueva etapa.
Los síntomas emocionales más intensos que se derivan del nido vacío se manifiestan principalmente con un estado de ánimo depresivo.
Los pacientes que acuden a la consulta expresan profundos sentimientos de tristeza, vacío, soledad. Asimismo, expresan que se sienten desubicados e inútiles, ya que refieren que no pueden seguir desempeñando ese rol de cuidado que formaba parte de su identidad. Otros síntomas comunes que experimentan los padres son la incapacidad de sentir placer, ansiedad frente a la incertidumbre de su futuro de vida, irritabilidad, además de sentimientos de culpa.
Cuando los síntomas se mantienen durante un largo periodo de tiempo y comienza a interferir significativamente en la vida diaria de la persona es cuando deberíamos plantarnos la necesidad de pedir ayuda profesional.
El nido vacío, una etapa de ganancias
El nido vacío no tiene que ser sólo una etapa de pérdidas, también puede ser una etapa de ganancias. Algunas de ellas pueden ser:
– La oportunidad para fortalecer la relación y desarrollar la vida en pareja.
Es un momento de reencuentro con la pareja.
– Recuperar el tiempo para uno mismo.
Es un momento de crecimiento personal.
– Volver a compartir más con amigos.
Es un momento donde el ocio y la diversión puede ocupar un mayor espacio.
– El vínculo con los hijos no se pierde.
Por contra, se mantiene, y adquiere una forma de relación más adulta.
Eva Palomino, psicoterapeuta de adultos, pareja y familia de Psicólogos Pozuelo.
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