De entre todas las enseñanzas que se inculcan en los hijos la inteligencia emocional es una de las que se están volviendo más populares en los últimos. Gracias a esta habilidad se permite regular los sentimientos y se aprende a encarar diversas situaciones. Además, en el futuro, permite encarar algunos problemas como la ansiedad, depresión o el estrés que producen las nuevas tecnologías.
Una conclusión a la que han llegado investigadores de la Universidad de Málaga tras estudiar la relación entre las nuevas tecnologías, la adicción en los adolescentes y el estrés en este grupo de edad. De esta forma la inteligencia emocional puede convertirse en una valiosa herramienta para enfrentarse a los diversos problemas que traen las pantallas y a determinados comportamientos.
‘Distrés psicológico’
Los profesionales de la Universidad de Málaga analizaron de cerca a 1.882 adolescentes con edades de entre 12 y 19 años. Uno de los conceptos sobre los que giraron este trabajo fue el ‘distrés psicológico’ que se refiere a los niveles de malestar asociados a la ansiedad y a la depresión. La finalidad de este trabajo fue intentar detectar si el abuso del móvil guardaba relación con estos síntomas.
De esta forma se analizó si contar con recursos psicológicos como la inteligencia emocional podían ayudar a desarrollar una adicción a las nuevas tecnologías. Aquellos niños que no sabían regularse en este sentido, mayor era la posibilidad de que usaran en exceso las pantallas. De esta forma se crea un círculo en el que ante la incapacidad de afrontar situaciones negativas, mayor era la posibilidad de caer en el abuso de estos dispositivos.
La inteligencia emocional contaba con efectos positivos que permitían a los adolescentes amortiguar este distrés psicológico. De hecho, los resultados demostraron que los jóvenes con esta destreza al sentir estrés, depresión y/o ansiedad recurrían menos al móvil de forma abusiva para enfrentarse a estos sentimientos.
«La inteligencia emocional es un recurso que se puede entrenar, por lo que implementar programas de prevención que enseñen a los adolescentes sobre sus emociones y cómo manejarlas puede ser una estrategia efectiva para ayudarles a afrontar mejor las situaciones negativas de su vida», concluye Christiane Arrivillaga, coautora de este trabajo.
Desarrollar la educación emocional
La psicóloga Rosario Linares, del equipo de El Prado Psicólogos, da estos consejos para educar en la educación emocional de los más pequeños:
– Reconocer las emociones. El primer paso para desarrollar la inteligencia emocional consiste en aprender a identificar las emociones. A partir de los dos años los niños ya han madurado lo suficiente como para reconocer los estados emocionales básicos, como la alegría, el miedo, la tristeza y la rabia
– Comprender las emociones. Entender la causa de las emociones es tan importante como reconocerlas, de hecho, es el segundo pilar de la inteligencia emocional. A partir de los cinco años, aproximadamente, el niño ya es capaz de comprender a la perfección las relaciones causa y efecto por lo que ha llegado el momento de buscar los orígenes de sus estados emocionales.
– Expresar asertivamente las emociones. Es importante que el niño comprenda que no siempre puede controlar lo que siente, pero sí cómo reacciona ante las diferentes situaciones. Partiendo de esta idea, los padres deben enseñarles a canalizar sus emociones negativas y a expresar con palabras lo que experimenta.
– Desarrollar la empatía. Aproximadamente a los cuatro años el niño comienza a apropiarse de la Teoría de la Mente; es decir, es capaz de ponerse en el lugar del otro, comprender cómo piensa y lo que siente.
Damián Montero
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