¿Qué padre no desea la felicidad de sus hijos? ¿A quién no le llena el corazón ver esas sonrisas? Y es que ese estado de ánimo es contagioso y hace sentir realizado. Por ello, entre los muchos conceptos y valores que se han de transmitir a los más pequeños, el de aprender a trabajar por estos sentimientos es uno de ellos. Una misión en donde, por supuesto, los progenitores tienen mucho que decir y bastante que aportar.
Así lo indican desde el equipo de la ONG Educo, quienes animan a madres y padres de todo el mundo a educar para que sus hijos encuentren el camino de la felicidad. Y, no solo ello, sino a potenciarla una vez que esta aparezca. Porque muchos modelos de enseñanza se olvidan de la importancia de dicho estado mental y de la paz que otorga no solo a los más pequeños de la casa, sino al resto de miembros del hogar.
¿Cómo potenciar la felicidad de los niños?
Para potenciar la felicidad de los niños es necesario empezar a trabajar en un modelo educativo que apueste por la escucha activa y por la valoración de los talentos, logros y cualidades únicas de los hijos. Algo que se puede conseguir a través de herramientas como:
– Que encuentren tiempo para jugar. Actualmente los niños tienen deberes, actividades extraescolares y otras muchas obligaciones , en ocasiones les impiden tener tiempo para jugar. Estas actividades es importante para su desarrollo y para el aprendizaje, por lo que es fundamental que ayudarles a tener ese tiempo para divertirse y desarrollar todo su potencial jugando.
– Educar en positivo. Es difícil que un niño sea feliz si sus padres son negativos. Hay que recordar que los hijos son esponjas que intentan seguir el ejemplo que ven en casa, por lo que es esencial que enseñarles el lado positivo de todas las situaciones aunque, en ocasiones, sea complicado. De todos los acontecimientos se puede obtener una lección, y aprenderla les permitirá a los más pequeños a ser felices.
– Darles autonomía. Todos los padres quieren proteger a sus hijos, pero también es importante para su felicidad que posean cierta autonomía. Para lograr el equilibrio entre independencia y protección, se puede empezar por cosas pequeñas como que los niños se vistan o coman solos, para luego ir aumentando la responsabilidad. La clave está en que tengan límites pero que, poco a poco, sean independientes y tomen sus propias decisiones.
– Reconocer sus logros. Cuando se regaña a los hijos constantemente se les convierte en una persona insegura que piensa que todo lo hace mal, por eso es esencial reconocer los logros, aunque sean pequeños, para que se sientan apreciados y valorados. Esto no tiene por qué traducirse en un regalo material, sino que puede consistir en hacer una actividad con ellos o contarle a la familia lo que ha hecho el niño.
– Ayudarlos a expresar sus emociones. Los adultos tienden, en ocasiones, a esconder lo que sentimos por vergüenza, por temor a sentirnos vulnerables o por otros motivos. Desde pequeños los niños deben aprender a entender sus emociones y ver por qué se sienten de una manera o de otra en una determinada situación. El secreto es ayudarle a comprender su emoción y buscar una solución que le haga sentir bien.
– Enseñarles lo que es la empatía. La empatía es la habilidad de ponerse en el lugar de otro, y los padres deben enseñar a sus hijos esa habilidad para que sepa entender a los demás y ayudarles cuando lo necesitan.
– No etiquetar. Los niños a los que se les etiqueta con adjetivos como «malo», «desobediente» o «desordenado» tienden a cambiar su forma de actuar para adaptarse a ese perfil, porque lo adoptan como una forma de ser normal y se identifican con ella.
– Evitar conductas como castigos físicos, insultar o faltar al respeto. En ocasiones, los padres pueden dejarse llevar por el enfado del momento y, sin darnos cuenta, faltar al respeto a los hijos Hay que trabajar para controlar las emociones en esos momentos y recordar que aunque pequeños, son que personas que está aprendiendo a partir de este ejemplo y que copiarán todo lo que vean.
Damián Montero
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