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El estrés laboral del fin del teletrabajo, ¿qué hacemos?

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Ya casi olvidado el verano, es posible que empecemos a notar que los efectos relajantes de las vacaciones (en el supuesto caso de que hayamos podido disfrutarlas) van perdiendo su eficacia. Tampoco sería extraño que, preparándonos para el invierno, con el curso y los ordenadores a pleno rendimiento, algunas situaciones hagan saltar las alarmas.

El estrés laboral, sobre todo ahora que todas las empresas han dado por concluido el teletrabajo y que ya no quedan casi trabajadores en ERTE, puede estar llamando a nuestra puerta, o a la de algún vecino, ya que generalmente nos damos cuenta del estrés ajeno antes de reconocer que nosotros mismos lo estamos sufriendo.

Según Guy Bodenmann, una referencia en el estudio del impacto psicológico del estrés, este se define como un desequilibrio entre las demandas y la percepción subjetiva de las estrategias con las que contamos para afrontarlas. En el ámbito laboral, las demandas que en última instancia provocan cuadros de estrés pueden ser externas (sobrecarga de trabajo, falta de tiempo, tareas de una complejidad que no se corresponde con nuestra capacitación o nuestras funciones, falta de reconocimiento, un ambiente laboral deficiente entre compañeros…) o internas (perfeccionismo, autoexigencia, ambiciones personales…). Tanto unas como otras pueden precipitar el desarrollo de un cuadro de estrés laboral.

Quizás estamos tan acostumbrados a convivir con estos síntomas o a entender el trabajo como un sinónimo de tensión y estrés, que ni siquiera nos planteamos que pueda ser un problema susceptible de ser resuelto. Nos resignamos a pensar que el trabajo es así por definición. También la propia inercia del día a día o la necesidad de conservar el puesto nos llevan muchas veces a aguantar lo que nos venga y resulta difícil identificar que estamos sufriendo estrés. Sin embargo, si escuchamos a nuestro cuerpo podemos identificar síntomas como dolores de cabeza, problemas para dormir, cambios de humor, falta de ilusión o sentimientos de inseguridad.

En ocasiones es preciso acudir a un profesional de la salud mental que nos ayude a revertir una situación de estrés que nos desborda. Ahora bien, antes de llegar a ese punto hay muchas soluciones que podemos intentar por nosotros mismos.

El estrés laboral, ¿qué podemos hacer por nosotros mismos?

Estas son algunas de las autoayudas que podemos poner en práctica: 

Si nos centramos en las demandas externas, las que nos vienen impuestas por el propio trabajo, por nuestros jefes o clientes, podemos hacer un ejercicio de organización. En este sentido, nos puede ayudar establecer objetivos concretos, priorizar las tareas, dividirlas en subtareas o planificar cuándo vamos a realizarlas. Una tarea que nos produce estrés multiplica su efecto nocivo cuanto más tiempo permanezca en la bandeja de pendientes. Por contrapartida, cuanto antes la realicemos mayor será su efecto positivo en nosotros.

Para afrontar las demandas internas impuestas por nuestra propia exigencia, es necesario plantearse objetivos realistas y, muchas veces, bajar el listón. Suele ser difícil, pero sin duda beneficioso, aceptar nuestras limitaciones, asumir los errores y entender que el trabajo perfecto es el mayor enemigo del trabajo bien hecho.

La delimitación de competencias también es clave. El estrés puede venir de la demanda de tareas que exigen unas habilidades o conllevan funciones que no son las nuestras. Así, no nos vemos capaces de ejecutarlas con éxito, o bien consideramos que no nos competen. En ambos casos, aprender a decir no de forma adecuada nos ayudará a hacer con éxito lo que realmente tenemos que hacer y a que situaciones muchas veces estancadas se movilicen y mejoren.

Las relaciones personales son una fuente de apoyo, dentro y fuera del trabajo. Por ello, es importante promover relaciones saludables con quienes compartimos nuestro día a día. La comunicación puede ser la solución: expresar el malestar de forma asertiva, ser empático con los compañeros, idear soluciones creativas, o buscar el apoyo y el consejo de familiares o amigos de confianza, ya que desde fuera a veces se tiene una perspectiva más amplia y objetiva.

Separar vida laboral de vida personal

Desconectar la vida laboral de la personal es un propósito para el que la tecnología nos pone muchas trabas. Sin embargo, algunas acciones que están en nuestra mano pueden echarnos un cable: desvincular el email del trabajo de nuestros dispositivos personales, tener dos líneas de teléfono independientes, programar actividades o citas con amigos que nos fuercen a cerrar la persiana en hora, o fomentar aficiones no relacionadas con nuestro mundo laboral.

El autocuidado físico y mental es fundamental siempre, y cómo no, para combatir el estrés. Pueden funcionar algunas ideas como por ejemplo crear un espacio de trabajo agradable, programar pausas durante la jornada laboral, adelantarnos situaciones que identificamos como más estresantes, poner el práctica técnicas de relajación y respiración, dedicar tiempo libre a realizar actividades placenteras, hacer ejercicio físico, cuidar la alimentación y el sueño o reducir el consumo de alcohol y tabaco.

Si a pesar de todo, nuestro cuerpo o nuestros seres queridos nos siguen diciendo que presentamos síntomas de estrés, siempre está abierta la puerta de la ayuda profesional.

Raquel Martín Lanas

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