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El retraso de la edad adulta: ¿por qué los jóvenes tardan tanto en independizarse?

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Alejandro Magno tomó las riendas de Macedonia con 20 años. A pesar de morir con 33, hace ya más de dos mil años, sigue siendo una figura histórica prominente. A lo largo de la historia nos encontramos con personajes ilustres que, a una temprana edad, fueron capaces de dejar profundas huellas en la humanidad.

Tenemos a Mozart, que falleció a los 35 años tras haber compuesto más de 600 obras; a Hamilton que, con 21, fue pionero en firmar la Declaración de Independencia americana; o Carlos I de España y V de Alemania, que fue coronado emperador del Sacro Imperio Romano a los 30 años.

Hoy, el panorama para una persona de entre 20 y 30 años es muy diferente. Actualmente los jóvenes españoles obtienen su primer trabajo a los 23 años. La edad media para casarse es de 37,5 años para los hombres y de 34,7 años para las mujeres. Hay varios motivos detrás de este cambio. En este artículo vamos a explorar las circunstancias por las que esta generación, más conocida como millennials, ha experimentado un retraso de la edad adulta.

¿Por qué los millennials han retrasado su edad adulta?

Para entender la actualidad, siempre es bueno comprender la historia desde la que se originó. Gran parte de los millennials se graduaron de la universidad en una de las peores recesiones económicas desde 1930. En 2011, el desempleo en la población de entre 18 y 24 años fue el más elevado desde hace décadas. Debido a la poca demanda de empleos por los recortes, la alta oferta de trabajadores cualificados y la crisis económica global, los sueldos para los jóvenes cayeron drásticamente al tiempo que aumentaban sus deudas y disminuía su capacidad de independizarse.

Hasta entonces, parece que había una norma no escrita que dictaba que, con una buena educación, llegan las oportunidades. Como ya habían estudiado una carrera y seguían encontrando grandes dificultades para conseguir un trabajo, muchos recurrieron a seguir engordando sus arcas académicas con estudios superiores. Las cifras globales muestran que los millennials son la generación con mayor número de estudios de media, y a pesar de ello, no han tenido acceso a trabajos a los que un joven de su edad habría podido optar fácilmente hace 10 años.

Muchos adultos miran a los millennials y se preguntan por qué han elegido vivir más tiempo con sus padres, por qué tardan tanto en conseguir su propio piso o se casan tan tarde. La realidad es que la palabra «elegir» no es la más correcta para expresarlo porque las circunstancias económicas ‘eligieron’ gran parte de estas situaciones por ellos. Sea como fuere, los millennials han postergado los cinco hitos principales de ser un adulto: la edad con la que se acaba de estudiar, la de mudarse de casa de sus padres, la de ser económicamente independientes, la de casarse y la de tener hijos.

Parece claro que sin un trabajo o un buen sueldo no se pude ser económicamente independiente y, por lo tanto, no es posible pagar un alquiler, casarse o tener hijos y criarlos con facilidad. Siguiendo los patrones históricos de «a más títulos académicos, más oportunidades», se ha observado un aumento de casi un 50% en matrículas de jóvenes de entre 18 y 24 años; y eso incrementa la edad en la que culminan sus estudios. De hecho, en este momento, hay el doble de probabilidad de que un joven de 25 años siga estudiando, y la mitad de que esté casado, comparado con la situación de sus padres a su edad.

Un cerebro en busca de experiencias

Si bien ha habido circunstancias sociales que han nutrido el retraso de la edad adulta, también se pueden apreciar otros factores. La adolescencia es neurológicamente un momento auge de plasticidad cerebral. Es una edad en la que el cerebro se ve muy influido por las experiencias. Por este motivo, se trata de un momento tanto de oportunidad como de vulnerabilidad. Los adolescentes aprenden increíbles cantidades de información sin dificultad, especialmente datos sobre el mundo social. Asimismo, es una edad en la que el estrés puede causar un impacto devastador.

En los últimos años de adolescencia, nuestro cerebro experimenta una serie de cambios neuroquímicos que disminuyen la plasticidad y hacen que seamos menos sensibles a las influencias ambientales. Una vez alcanzada la edad adulta, nuestro cerebro es capaz de experimentar cambios, pero de menor magnitud. Estas características hacen de la adolescencia una etapa idónea para buscar nuevas aventuras y adquirir nuevas capacidades.

Se podría asumir que este es un fenómeno estrictamente biológico, pero sería un error. A fecha de hoy, no se sabe si el momento en el que se produce este cabio neurológico de adolescencia a adultez está programado genéticamente desde nuestro nacimiento, si se debe a una serie de experiencias o una combinación de ambas.Una significativa cantidad de estudios demuestran que hay un declive en la búsqueda de novedad y aventura pasados los 30 años. Lo que no sabemos es, si esta disminución, se debe al cambio neuroquímico o si es una consecuencia de ello.

Lo interesante detrás de este hecho es que, sin duda alguna, los millennials son una generación que ha conseguido postergar esta añoranza por nuevas experiencias y conocimientos. La importancia de exponer al cerebro a nuevas experiencias y cambios durante sus años de plasticidad tiene un impacto, no solo en fortalecer nuestras capacidades, sino también en beneficiar la habilidad de nuestro cerebro de enriquecerse de experiencias futuras. Algo positivo de los millennials es que han sabido sacar provecho de una adolescencia prolongada de modo que mantienen el estímulo por experimentar y aumentan los retos y, como consecuencia, aprovechan al máximo su etapa de plasticidad neuronal.

La influencia psicológica de la educación

Por otra parte, también hay motivos psicológicos que aportan al motor de este fenómeno del retraso de la edad adulta. Muchos padres de millennials fueron niños que tuvieron que salir adelante tras circunstancias duras: guerras, retos económicos, etc. Y fueron niños educados en otra sociedad, una que recordaba constantemente la importancia de trabajar y esforzarse para salir adelante, una sociedad en la que los padres siempre tenían la razón y era impensable cuestionarlos.

De esta manera, cuando estos crecieron y tuvieron hijos millennials, todo lo que querían para ellos era que contasen con aquello que ellos no habían disfrutado, ponerles las cosas más fáciles. Los padres de los millennials les educaron en una relación más abierta donde, aunque fueran padres, había mayor dialogo y permisividad. Asimismo, muchos padres de millennials fueron jóvenes que eligieron sus carreras enfocándose en las posibilidades económicas que aquella profesión iba a significar.

Con algún que otro arrepentimiento, estos padres impulsaron a sus hijos a vivir sus sueños, a estudiar aquello que les hiciera feliz, independientemente de las salidas y oportunidades económicas que pudieran tener.

Muchos millennials fueron niños que tenían más ayuda de la que necesitaban, y toda ayuda innecesaria solo perjudica al que la recibe. Los niños millennials crecieron en un ambiente de control, consejos y opiniones no solicitadas, lo cual se traduce ahora en una constante necesidad de feedback. Esto explica, en parte, por qué viven una adolescencia prolongada. Siempre ha habido alguien a su lado guiándoles en cada paso, evitando que se equivoquen e inhibiendo su habilidad de autonomía. Así, es natural que no tengan la urgencia imperiosa de buscar su propia independencia como la tuvieron generaciones previas de adolescentes.

El factor tecnológico

Por último, está el factor de la tecnología. En décadas anteriores los niños tenían que buscar en enciclopedias la información que ahora tenemos a unos pocos clics de distancia. Hacía falta un paseo en bici para contarle algo a un amigo o esperar a que se desocupase la línea para hacer una llamada. La revolución informática impactó en la visión que tienen los millennials de la vida a una temprana edad. La comunicación se volvió instantánea y la información ganó un orden de magnitud en accesibilidad.

Con aquella facilidad comunicativa y rapidez de transmisión, la realidad cobró un significado diferente. En cuestión de meses, las apariencias se volvieron más importantes que la realidad. Las amistades ya no se miden por las largas tardes compartidas fuera de casa sino por el número de seguidores en redes sociales.Esto ha significado un gran cambio en la visión de prioridades. Los millennials experimentan, con una enorme presión, el que la vida que muestran al mundo se convierte en más real que los momentos cotidianos.

La priorización a aspectos banales desaparece cuando el foco de atención pasa a otra persona, fenómeno común tras casarse o tener hijos. Al postergar estos hitos, también se posterga la salida del ‘ensimismamiento’. El uso de la tecnología en redes sociales muchas veces nutre una visión egocéntrica y narcisista muy típica de la inmadurez adolescente. Si bien las redes sociales tienen múltiples puntos positivos, son un agravante del retraso de la edad adulta.

Todos estos factores juegan un papel en esa prolongación de la adolescencia y entorpecen la llegada de la adultez. La sociedad tiende a fluctuar en curvas, buscando siempre un equilibrio. Es posible que la adolescencia se prolongue un par de años más en las generaciones venideras antes de volver a una etapa en que la edad adulta empiece a nuevamente en los primeros años de los veinte y no en los últimos años de esa década.

Dra. Maite Balda. Psicóloga y doctora en Neurociencias Cognitivas 

Más información: Los millennials ante el desafío profesional: Las 7 habilidades necesarias para alcanzar el éxito en el mundo laboral, del autor Chip Espinoza

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