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El auge de las tecnopatías

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A pesar de estar continuamente conectados al universo digital, todavía nos cuesta relacionar ciertas dolencias con el uso indebido de los dispositivos. Pero no se trata solo del escozor de ojos por pasar demasiado tiempo mirando la pantalla del móvil, sino de muchas otras enfermedades, físicas y mentales, que surgen a medida que avanzan las nuevas tecnologías.

Las tecnopatías son todos aquellos comportamientos psicológicos que se salen de la norma y que se asocian directamente al mal uso de elementos de la información y de la comunicación. Hay muchos nuevos trastornos derivados de la ansiedad y la obsesión que nos genera la urgencia de estar conectados y pendientes de nuestros dispositivos.

Guillermo Cánovas, director de EducaLike, resalta la necesidad de «aprender a identificar características propias en un menor con desórdenes tecnológicos hasta todo el trabajo relacionado con la reputación digital, la privacidad, lo que puedes publicar y lo que no». Solo así podrán frenarse en un futuro otro tipo de trastornos, no tan físicos, pero que perjudican nuestra salud mental ya que derivan de situaciones conflictivas como son el cyberbullying, el grooming…. «Es un campo muy amplio que requiere trabajar sobre cada cuestión en particular y cada una de ellas se marca a partir de unas pautas», señala Cánovas.

Las nuevas tecnopatías

Algunas de las nuevas y extendidas tecnopatías son:

Nomofobia: también conocida como el miedo irracional a separarse del móvil. Dejárselo en casa, perderlo, la mala cobertura o quedarse sin batería pueden ser motivo de un ataque de ansiedad.

– Apnea del WhatsApp: desbloquear incansablemente el móvil y consultar constantemente la aplicación.

– FOBO: el Fear of Being Offline (miedo a quedarse fuera) se deriva de todas estas y se refleja como un mal humor y una ansiedad incontrolable al verse incomunicado de las nuevas tecnologías.

– Phubbing: parecida a la apnea, es la necesidad de estar pendiente del teléfono, aunque no estemos esperando nada urgente, sin tener consideración de aquello que nos rodea.

– Cibercondria: consiste en acudir a Internet como si este fuese nuestro médico de cabecera. Se trata de buscar en la red qué clase de dolencia padecemos, lo que supone un riesgo, no solo de diagnosticarnos erróneamente, sino también en los casos en los que lleguemos a automedicarnos.

– Síndrome de la llamada imaginaria: se produce cuando nuestro cerebro asocial directamente con el móvil cualquier impulso que recibe. Por eso muchas veces, sobre todo cuando estamos sometidos a cierto grado de estrés, creemos que recibimos notificaciones y llamadas que no se han producido.

– Cibermareo: la sensación de pérdida de equilibrio e inestabilidad producida por pasar demasiado tiempo frente a la pantalla se denomina cibermareo. El problema es que la gran mayoría no relacionamos los síntomas con el uso indebido de los dispositivos.

– Depresión por Facebook: referida al sentimiento negativo que produce la red social y que es proporcional al tiempo que se pasa en ella.

No se ve, pero se siente

Las dolencias no son únicamente enfermedades o tecnopatías resultantes en manías poco saludables. La conexión sin cuidado a Internet a través de los dispositivos digitales puede acarrear determinados problemas personales que, dependiendo de su gravedad, cabe la posibilidad de que terminen desencadenando alguna dolencia mental y física.

Ser conscientes desde el principio de los peligros patentes en las nuevas tecnologías, nos evitará situaciones que pueden no detectarse en un primer momento. La incitación a la anorexia y la bulimia, derivada de la exposición de una belleza irreal; el acoso y el grooming, detonantes de actitudes depresivas y suicidas; la adicción, considerada ya por la OMS como una enfermedad mental desde este año…

Por eso es tan importante que eduquemos desde pequeños a los niños en la cultura de la salud digital. Creemos que las nuevas generaciones al denominarse «nativos digitales», llegan a este mundo con un conocimiento que supera al de sus mayores. En todo caso, nacen con una habilidad mucho más precisa para desenvolverse con los dispositivos, pero precisan aprender la habilidad para saber manejar los contenidos. De lo contrario no estarán atentos a los abusos ni tendrán las herramientas para saber gestionar aquello que se les presente.

Ana Cemborain

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